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Cintas niponas, sólo refritos que garantizan ganancias, señala

Naomi Kawase, dispuesta a filmar con Netflix; Japón ahoga la libertad
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de junio de 2017, p. a12

Tokio.

Una de las directoras japonesas más alabadas en el extranjero, Naomi Kawase, dijo estar dispuesta a trabajar con Netflix para liberarse de los productores de su país que, según ella, ahogan la creatividad del cine.

Si una firma como Netflix o cualquier otra productora extranjera tiene los medios para trabajar con una directora de reputación internacional, puede ser para mí una manera de expresar libremente lo que quiero, afirmó.

No lamentaré tal ocasión, que veo más bien como un desafío, subrayó en entrevista, a su regreso del Festival de Cine de Cannes.

Kawase, de 48 años, fue la cineasta más joven galardonada con la Cámara de Oro en 1997.

Su filme más reciente, Hikari, drama sobre un romance entre una joven y un fotógrafo que pierde lentamente la vista, compitió por la Palma de Oro.

La presencia, por primera vez en competencia en el más reciente festival de dos películas producidas por Netflix, entre ellas Okja del sudcoreano Bong Joon-ho, creó polémica en Cannes.

El gigante estadunidense se opuso a la salida de sus producciones en las salas francesas.

Bong Joon-ho se congratuló públicamente por la libertad que tuvo al trabajar con la joven empresa estadunidense, lo que hizo reflexionar a Kawasa.

Bon Joon-ho señaló que Netflix le da todo el dinero que necesita y no interviene, comentó Kawase, conocida por sus imágenes trabajadas y su obra personal animada por la comunión con la naturaleza y la relación con el prójimo.

Dijo que es extraordinario para los directores, y creo que tiene razón, agregó.

Según Kawase, los inversionistas japoneses no corren el riesgo de invertir en una película basada en un guión original del que no pueden prever los beneficios.

En ese sentido, en Japón, los cineastas no pueden crear realmente lo que quieren, aun más cuando los productores están obnubilados por la notoriedad de los actores: sólo quieren a los que pueden darles dinero.

Por consecuencia, debemos buscar financiamiento extranjero, pero entonces las películas pueden no tener éxito en Japón, precisa.

En 2016 se produjeron en ese país unas 610 películas; muchas se basan en mangas exitosos o novelas ya declinadas, en dibujos animados o series de televisión; se readaptan en largometrajes de animación o son encarnados por actores de televisión o cine. Tres cuartas partes de los 40 mayores éxitos de 2016 son adaptaciones de obras que existen en otro formato.

Esta reutilización de historias en diferentes formatos tiende a cerrar considerablemente las posibilidades de producir un filme sobre la base de un guión original, ya que la mecánica de la obra es un financiamiento que tiende a una misma historia readaptada ad infinitum. La mayoría de esas películas no se difunden en el extranjero y no obtienen recompensas.

El punto de vista crítico de Naomi Kawase, también laureada en Cannes con el Gran Premio en 2007 por Mogari no mori (El bosque del duelo), coincide con el de otros grandes del séptimo arte japonés, como Hirokazu Kore-eda.

El director de De tal padre, tal hijo dijo a fines del año pasado que temía “que el cine japonés termine decayendo, por encerrarse en sí mismo y no abrirse hacia el extranjero.

En un contexto en que el objetivo principal es vender, un contenido audiovisual no puede desmarcarse como objeto cultural, subrayó.

En el futuro cada vez más directores querrán trabajar con Netflix o Amazon. El sector se va a hundir si sigue así, aseguró.