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Periodistas y autoridades: ¿convivir con el enemigo?

A

propósito de libertad de expresión, vale la pena retomar lo dicho por el presidente de la Federación de Periodistas de Acapulco, Francisco Nava García, quien durante el convivio que organizó el gobierno para el gremio, hizo hincapié en que, aprovechando las nuevas tecnologías, muchas personas, valiéndose de un simple celular, se hacen pasar por periodistas, provocando el enfrentamiento de la sociedad, pues su información no está basada en hechos reales, y el auténtico periodista es el que da veracidad.

Cierto es, sin duda, que el advenimiento de la Internet y con ella las redes sociales, han dado origen a la proliferación de publicaciones digitales, algunas muy serias, en tanto que otras no tanto. Como perio- distas no debe preocupar mucho, pues en cuanto a los lectores, ellos sabrán, tarde que temprano, identificar cuáles son confiables y por lo tanto recomendables.

Lo que debe destacarse es que los periodistas supuestamente serios, sin importar a qué medio o gremio pertenezcan, harían bien en ser ellos los que organicen y paguen los convivios propios de la ocasión, procediendo de los mismos colegas los reconocimientos a la labor, aunque lo ideal sería que fuera la sociedad la que les diera los galardones.

Atrás deberían quedar los ágapes con los que el gobierno agasaja a los comunicadores, más ahora cuando es la misma autoridad la que organiza el convivio, misma que ha demostrado falta de dedicación, capacidad o voluntad para hacer efectiva la libertad de expresión que tanto se reclama.

Quienes afirman que nada hay que festejar en esta ocasión, mucha razón tienen, pues la fecha debe aprovecharse para exigir al gobierno las garantías para realizar la actividad periodística sin mayores riesgos y desligarse de la aceptación de dádivas, que no llevan más que a la dependencia y sometimiento, lo cual deja a cualquiera sin libertad ni derecho de exigir nada.

Mal está que, quien los lleva a la mesa puede ser el mismo que se alegra cuando vejan o matan a un periodista, sobre todo si su labor le resulta incómoda, cuando no resulte sospechoso de ser quien avala u ordena el atentado; eso es lo que realmente debe cuidarse.