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Puntos sobre las íes

Recuerdos Empresarios LIV

D

icen…

Sí, se afirma que recordar es vivir, pero según yo, también en ocasiones suele ser doloroso, y escribo esto porque de todo he tenido en estos ya largos recuerdos que me han llevado a preguntarme: ¿renacerá, entre nosotros la más hermosa de las fiestas?

Cuán difícil lo veo.

Y tan así las cosas, que creo que el postrer matador de toros que realmente fue una auténtica gran figura del toreo mexicano fue David Silveti, y ¿después quién?

Después de mí, naiden y después de naiden, Montes, cómo se dice que dijo El Guerra cuando le preguntaron quién era el torero que le seguía en el escalafón taurino.

Pero, como lo prometido es deuda, habré de proseguir de lo que viví y aprendí en mi única andanza como empresario taurino, haciendo memoria de lo que escribieron aquellos ases y que debo citar en riguroso orden alfabético.

Más, antes de entrar en materia, de tanto que pensé y he vuelto a pensar, creo que entre aquellos señeros matadores de toros todos quisieron destacar tanto en el homenaje a don Fermín como deseando volver a sacudir tanto a aficionados como a asistentes, y a fe mía que bien lo consiguieron.

¡Sobradamente!

Aguilar Jorge, El Ranchero

Auténtico exponente del verdadero y auténtico toreo campirano hecho y derecho en el campo bravo, y aquella tarde no sólo fue eso, sino que nos deleitó con varios muletazos que encendieron la mecha en los tendidos, especialmente cuando tomó la muleta con la zurda para sacudir a propios y extraños.

Castro Luis, El Soldado

Esa tarde no fue un soldado, sino un auténtico general de tres estrellas, y en una serie de maravillosas verónicas en las que campearon el mando y largueza y aún recuerdo lo que me dijo Lalo: Caray, esas verónicas hasta mi hermano Jesús las firma. Realmente fueron un portento y con la muleta y el acero se alzó en triunfo –con un fulminante estoconazo– para cortar los máximos apéndices y recorrer el ruedo en medio de ovaciones y dianas.

Pérez Silverio

El gran amigo de don Fermín, quien tanto le ayudó en su carrera, amistad de muchos años y que en aquel festival, antes de que se diera suelta su becerro, tuvo la gentileza de ir a brindarle al homenajeado, así que imagínese el amable lector cómo respondieron ambos tendidos; íbamos de emoción en emoción. El Gran Silver de Oro nunca fue un dechado con el capote, pero, ¡ah, bárbaro!, hasta dos o tres chicuelinas nos recetó y con la pañosa la bordó cómo sólo él sabía hacerlo: aquellos trincherazos, aquellos derechazos, aquel enredarse a su becerro cómo si lo llevara hipnotizado y la gritería de ¡compadre, compadre! y la música en todo su apogeo. Tras de un pinchazo, una certera estocada, para llevarse dos orejas, que, auténtico señor de los ruedos, fue a entregarle a don Fermín.

Fue la locura.

Ramírez Alfonso, El Calesero

Poeta del toreo, en toda la extensión de la palabra; con el capote, amo y señor; con las banderillas, otro tanto, y con la muleta se deleitó y nos deleitó con aquel majestuoso arte propio de su inagotable inspiración. Momento hubo que nunca olvidaré cuando a punta de muleta llevó a la res al centro de la arena y ahí, sin casi moverse, girando muy ceñido, si no fueron 10 pudieron ser 20 los derechazos, y lástima fue que el acero se le negara, pero de aquellas dos vueltas al ruedo pienso que nunca las olvidó por bien ganadas y entusiastamente compartidas.

Rivera Fermín

Matador de toro que supo situarse en los más altos puestos de la torería nacional, tras 20 años de lucha y constancia y a quien por ello la afición llegó a tenerle en gran estima. Obviamente, no podía estar ausente de tan señalada ocasión, y valga señalar que cuando Eduardo Solórzano fue a invitarlo a tomar parte en el festival en honor de don Fermín, le dijo: Mira, mi buen Lalo, no sólo acepto, sino que, de ser necesario, me pago el becerro y la cuadrilla.

Figuras aquellas, dentro y fuera de los ruedos.

Y si lo anterior fuera poco, le tumbó las orejas y el rabo su socio, y con los máximos trofeos en las manos le pidió a don Fermín que lo acompañara a recorrer la pista.

***

¡Qué festival!

¡Fue la locura!

Continuaré

(AAB)