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Tras 11 años de trabajo, Carlos Carrera estrenó Ana y Bruno en el festival de Annecy, Francia

Aprendí animación de manera autodidacta: echando a perder

Mis primeros ejercicios cinematográficos fueron en este género; eran chafitas, hechos con muñecos de plastilina y dibujos, afirma

El stop motion de Guadalajara es orgullo de México, asegura

Foto
Fotograma de la película del realizador mexicano. Aborda la historia de una niña que escapa de un hospital siquiátrico con la ayuda de seres imaginarios
 
Periódico La Jornada
Jueves 15 de junio de 2017, p. 8

Annecy.

Tras 11 años de trabajo, la cinta Ana y Bruno, dirigida por el mexicano Carlos Carrera, se estrenó fuera de competencia la noche del martes en la 41 edición del Festival Internacional de Cine de Annecy, en Francia.

El largometraje, creado en tercera dimensión estereoscópica, fue bien recibido por el público que acudió al cine Pathé para ver en una hora y 35 minutos la historia de una niña que escapa de un hospital siquiátrico con la ayuda de seres imaginarios que ven los pacientes.

Algunas de las voces protagonistas de los alrededor de 80 personajes que aparecen en el filme, ambientado a mitad del siglo XX, fueron interpretadas por actores como Damián Alcázar, Marina de Tavira, Héctor Bonilla, Álvaro Guerrero, Regina Orozco, Mauricio Isaac y Silverio Palacios.

Ana y Bruno, que tuvo uno de los mayores presupuestos de la historia del cine mexicano de animación, no tiene fecha de estreno en México, donde se espera que sea proyectada en próximos festivales, como el de Morelia, precisó el productor Pablo Baksht.

En una entrevista realizada por el Instituto Mexicano de Cine, Carlos Carrera recordó que sus primeros ejercicios cinematográficos fueron de animación; eran “chafitas, hechos con muñecos de plastilina y dibujos. Aprendí del negocio cinematográfico haciendo animación.

No había mucha información en esa época y de alguna manera fue un proceso autodidacta, con libros y echando a perder, contó el realizador del corto El héroe, que ganó Palma de Oro en Cannes, y de la película El crimen del padre Amaro, que compitió como mejor cinta extranjera en los Óscar.

Castings a partir de la imagen

La primera animación que realizó Carrera fue Malayerba nunca muerde, en el tiempo que estudiaba comunicación en la Universidad Iberoamericana.

“Los cortos de animación que había hecho, mi experiencia en la escuela, además de la suerte de que se abriera el concurso de primeras obras en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC, del que es egresado), me permitieron entrar de lleno a hacer cine de ficción, aunque también aplicaba lo que hacía en la animación para aprovechar bien los recursos. Los castings de mis cintas los hice a partir de la imagen: primero dibujaba al personaje y luego veía qué humano empataba con lo que había ideado. Al final me siento cómodo en ambos medios”, afirmó.

El héroe, por ejemplo, había sido planeado primero para hacerse en ficción como un ejercicio que escribí en el CCC de plano-secuencia, pero fue imposible realizarlo. Guardé el guion; después decidí desarrollarlo en animación. Cuando el Instituto Mexicano de Cinematografía empezó a producir cortos de ficción, presenté el proyecto y me dieron el apoyo. Fueron muy importantes los premios (incluido el de Cannes), porque a partir de ahí se sumaron más animadores.

Sobre el contexto actual de la animación en México, el director de La mujer de Benjamín, comenta que “ahora el stop motion de Guadalajara es uno de los orgullos de la animación mexicana. Cuando yo empecé a hacer cine había pocas experiencias. Había estudios que maquilaban animación para televisión, pero no más allá de eso. Las primeras películas de animación eran muy complicadas de hacer porque no había una industria. Fue hasta que Anima Estudios empezó a hacer cintas con la asistencia de computadoras. Lo digital facilitó un poco la animación”.

Para Carrera, en México hay dos vertientes de la animación: por un lado está la producción de cortometrajes más artísticos y propositivos, con historias originales, extrañas y nutridas de la cultura mexicana, y por otro lado está un cine muy industrial, apegado a fórmulas comerciales, procurando que sea accesible. Ese cine ha ido construyendo una industria, ha tenido éxito de público y se ha vendido en todo el mundo, pero falta que suceda lo que sí han logrado los cortometrajes en México.

Ana y Bruno comenzó con la idea de contribuir con la animación mexicana, y estamos felices de estrenar aquí, es un honor. Las reacciones del público han sido maravillosas, los comentarios que hemos recibido son increíbles, señaló Pablo Baksht Segovia.

Estos festivales nos ayudan mucho y este nos está ayudando a cerrar los tratos de distribución en los que trabajamos, concluyó.