Opinión
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Los de abajo

Represión a normalistas

Q

ué país es este en el que se dispara y desaparece a los estudiantes que aspiran a ser maestros de las escuelas. Qué Estado se permite apretar el gatillo y salir impune. La violencia contra los estudiantes de las escuelas normales de México se incrementa y no hay quien la pare. Michoacán de nuevo pone a las víctimas.

Policías estatales y federales dispararon el pasado 21 de junio contra jóvenes estudiantes de la Normal Rural Vasco de Quiroga, de Tiripetío, en Michoacán. Las balas fueron la respuesta a la exigencia del pago de sus becas y otros adeudos que el gobierno tiene con la escuela. El fondo es la campaña gubernamental por su desaparición en Guerrero, Morelos, Chiapas y hoy Michoacán.

Las fuerzas del Estado intentaron entrar con violencia al plantel. Los estudiantes quisieron impedirlo y empezó el fuego indiscriminado en su contra. Duro están pagando la pelea por su existencia, pero su convicción es mayor. El ejemplo de los padres y madres de la normal de Ayotzinapa, quienes de inmediato se solidarizaron con ellos, los fortalece.

Espero que después de la garrotiza que les pusieron en Aguascalientes ya también le piensen un poco, declaró en su momento el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, sobre la represión a los normalistas de Tiripetío en Aguascalientes. Esta semana no fue garrotiza, sino balacera en su contra, la ordenó él y por ella tiene que responder.

La persecución a las escuelas normales no es nueva. Desde la década de los 70, en plena guerra sucia, fueron blanco del presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien inició su estigmatización y criminalización. Hoy sólo sobreviven 16 de las 30 normales que había. Una a una la han ido cerrando, previa persecución y violencia contra sus estudiantes, pobres e indígenas en su mayoría.

El Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan advierte que al dispararles con armas letales se silencian las voces de los estudiantes inconformes y se manda un mensaje que inhibe el derecho de asociación y organización estudiantil. Cómo protestar libre y pacíficamente por sus derechos, si les envían camiones repletos de policías armados a reprimirlos.

Son las y los normalistas de todo el país los que marchan mes con mes detrás de los padres de Ayotzinapa. A ninguna movilización faltan y en disciplinadas hileras recorren las avenidas exigiendo la presentación de sus 43 compañeros. No hay descanso para ellos, pues todo se les niega y lo poco que mantienen es por la movilización que no cesa.

Gael Solorio Cruz, de 22 años, estudiante del tercer grado, originario del poblado de las Nueces, municipio de Turicado, convalece hoy por el impacto de bala en el rostro. Hay más heridos. Ni un estudiante más y castigo a los culpables es más que una consigna.

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