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No Sólo de Pan...

De educación secundaria

L

a tasa de pobreza mundial podría reducirse a la mitad si todos los adultos terminaran sus estudios de nivel secundaria, afirmó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) en un documento titulado Reducir la pobreza mundial a través de la educación primaria y secundaria universal (La Jornada, 22/6/2017), información de una nota de la redacción que incluye también cifras estadísticas y alertas sobre los países con mayor población no escolarizada situados en África Oriental y Occidental y el subcontinente hindú. No, México no aparece en esta breve información donde se dice que 264 millones de menores no asistieron a la escuela en 2015.

Problema sin duda muy grave pero que sugiere una gran pregunta: ¿la pobreza mundial se reduciría con más egresados de secundaria o, al revés: habría más diplomados del segundo nivel educativo si hubiera menos pobreza? Decida el lector.

Como quiera que fuere, no puede jugarse con las estadísticas, porque éstas pueden arrojar verdades o mentiras según se cruce la información. Por ejemplo, si se cruzaran con el dato mencionado más arriba la cifra de la pobreza de hambre, actualmente en mil 300 millones de personas que viven aproximadamente con menos de un dólar al día, en ámbitos urbanos y rurales de los cinco continentes, y se introdujeran datos de la infraestructura escolar existente en los sitios donde viven los más miserables y todo esto se cruzara con las posibilidades de empleo que tienen los egresados del nivel medio en el planeta, tanto en sus países como en los destinos migratorios, podría la inefable Unesco arrojar sus sabias conclusiones al mundo.

Pero no lo hará, porque sus analistas y directivos saben perfectamente que esta falacia sólo sirve para justificar salarios y condiciones diplomáticas muy apreciables. Porque esta gente es la primera en saber que no hay empleos ni para universitarios que deben volverse choferes de taxi o politécnicos que arreglan coches o chatarra, y que la población con primaria e incluso secundaria, con suerte son obreros formales o informales y, si acaso los estudios les hubieren servido para pensar, se constituyen en los perseguidos de los regímenes a los que cuestionan y de los que demandan justicia social.

La función de la Unesco no es asesorar en la educación según las necesidades de los distintos pueblos, como sería una que durante nueve años diera formación integral a los menores, una en la que, además de enseñarles a leer y escribir su propia lengua y las matemáticas universales, les permitiera aprender la historia y geografía, desde la local hasta la mundial pasando por la regional y la nacional, aprender los valores sociales del propio grupo (valores que suelen coincidir en lo fundamental en todas las culturas), aprender las ciencias de la vida –no a partir de fórmulas abstractas sino de la experiencia inmediata en el entorno particular de cada niño, para llegar a comprender las fórmulas–, una educación que les permitiera ir conociendo otras lenguas y culturas sin comparaciones despreciativas de lo propio, una que despertara el deseo de continuar profundizando en lo que cada cual se interesó a lo largo del proceso escolar. En una palabra, una educación básica dirigida a construir una sociedad solidaria dentro de la pluralidad, e incluyente aunque diversa, es decir, una sociedad posible de conciencias lúcidas e informadas.

En cambio, la Unesco es vocera de la educación neoliberal que en México implementa la Secretaría de Educación Pública (SEP), con la uniformización de los curricula educativos a partir de guías y textos diseñados para escuelas urbanas de clase media, que pretenden imponer a niños indígenas que nunca han salido de sus comunidades. Escuelas basadas en la competencia sin tregua ni piedad, inmersas en las técnicas informáticas, aislacionistas y egoístas que simulan querer abatir la pobreza, cuando en realidad son fábricas de seres infra destinados a servir a los intereses del capital.

Nosotros seremos también responsables si permitimos la concentración de los niños indígenas, estudiantes de las escuelas rurales multigrado y telesecundarias, en internados alejados de sus familias. Seremos responsables de la profundización de diferencias entre niños de distinto origen, abonando al bullying destructor y la deserción escolar, sin contar con la responsabilidad de contribuir por omisión al engrosamiento de una población lastimada, que quién sabe a dónde irá en medio de la inestabilidad social que vivimos.