Opinión
Ver día anteriorLunes 26 de junio de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Viernes en el desierto

1. Animales que saben

E

l tiempo es largo, no pasa o lo hace tan despacio que ataranta y se nos escapa. Evoluciona, repta y rima. Ser vivo sin cuerpo, su transformación inmediata hace creer que no ocurre en esta loma blanca de arenisca en contraste con las piedras oscuras que se esparcen por el suelo. Zarzales convertidos en zanjas o en muros, convertidos en piernas. El tiempo no agobia a las moscas, que son sus mensajeras, sus cortesanas molestas, su insidioso cortejo.

Cada día en Wirikuta el día entero el sol no perdona.

El repertorio insondable del cenzontle, por algo primo de la calandria ¿lo hace artista? El nombre de origen nahua alude a sus cuatrocientas voces, por decir muchas, y el nombre científico, Mimus polyglottos, lo define imitador de múltiples lenguas. Su cola firme, de pluma elegante y erecta, espaldas al aire lo conduce a escribir con el pico una canción de canciones que irá repitiendo delante del aire. Se posa en la punta de la rama más alta de un mezquite. Le gusta que lo vean y lo escuchen, y ser inalcanzable. Le gusta oírse. Al suelo baja a cazar lombrices y proteína de bicho entre matas y cactos, entre las piedras. Come mucho. Si otra ave o lagartija disputa la presa, da la pelea.

Luego están estos otros pájaros silenciosos, regordetes y picudos, por lo pronto sin nombre, pecho rotundo, vientre café ligero con jeroglíficos negros escritos en el plumaje. Un macho se interna en la enramada correteando a su dama, casi idéntica a él. La alcanza, la pisa, segundos, ella se zafa. Juntos se andan por las ramas, conversan en clave, catalogan la tarde con precisión sin emitir ningún sonido.

Orejonas y desconfiadas corren las liebres. Corren las codornices, los correcamininos, un zorrillo a deshoras de cola sucia y oscura. Los topos apenas se atreven a despertar. En este reino de espinas y ásperos matorrales, donde las biznagas gordas como globos de una espinuda ilusión florean capullos amarillos en clave de sol, el cenzontle en alguna parte cante y cante.

2. Defensa del lenguaje

Todos hablan. Quiso ser de los que saben de qué están hablando los que hablan sin pensar, a bordo de un mundo donde las palabras también matan, a veces a quienes las pronuncian, a veces a quienes las oyen cuando el tiempo ya no alcanza para huir.

Alguien tiene que pensarlas y compensarlas, dialogarlas y traducirlas, perfeccionarlas y compartirlas. De otro modo se pierden a cambio de nada.

Todos escriben símbolos en teclas emotivas y señaladas sobre páginas de éter blanco idénticas al aura de los fantasmas. Y allí las palabras, como las verdades y sus evidencias, la sonoridad hermosa y la multitud de significados, se desvanecen en el manojo de nervios del instante cuando nadie canta ni lee entre líneas pero reacciona como un instrumento, sin pensarlo.

No disputó el sitio de nadie ni esperó heredar una plaza, un sitial, un grado, un cargo o un diccionario. Se puso donde cupo y punto, se puso a darle con la furia de un mártir y el detalle de los orfebres, la paciencia de un anciano y la velocidad sexuada de los jóvenes que nunca aprendieron a dormir temprano, que al soñar reunían todos los sentidos y por un rato más el lenguaje estaba a salvo.

3. Vocación inútil

* Llueve afuera en la orilla del mundo. Desde que me acuerdo, nunca ha dejado de llover. En desierto no llueve ni cuando llueve.

* La poesía no es cosa de fama, poder o dinero. Es de vida o muerte.

* La poesía sucede siempre. Somos nosotros los que llegamos tarde. Ella en su paciencia infinita nos espera. A ver a qué horas. A ver si un día.

* Si desconoces la creencia el maleficio no tiene efecto sobre ti.

* Vives en estado extático y ni te enteras.

* Lo que cuesta la poesía.

* Persistente vocación por lo inútil que los demasiados siglos demuestran no sirve a otra cosa que a sí misma, cuando pasajera y cuando inmortal. Único hilo quizás que persiste en la humanidad desque aprendió a decantar. Tiene que ser, no le queda de otra, como el canto a las aves y tantos otros mensajes urgentes de la naturaleza en claves mucho más antiguas que la humana. Accidentadas en la ruta de la realidad, nunca terminan su retahíla, sólo la rehilan y la vuelven a lanzar, caótica salvaje degenerada sublimada primitiva, acaso cómplice de la voz y la palabra. La lectura, damas y caballeros, la lectura. Un estrato de la atmósfera capaz de transfigurarse en ríos que siempre van a dar a dónde más si no a la mar, no importe cuál.