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La ceguera ante los datos
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aber quién ganará el partido de futbol que disputarán el próximo jueves las selecciones de Alemania y México es una tarea propia de arúspices o adivinos. Es imposible conocerlo de antemano por la gran cantidad de factores que intervienen en un encuentro deportivo, desde el clima, la evolución en el tiempo de un equipo, hasta el estado de salud, las emociones o la distracción o acierto de un defensa lateral o un delantero.

Pero lo que sí es posible, es examinar el desempeño de los equipos participantes por los resultados que obtienen en cada fase de una competencia deportiva. No para hacer predicciones, sino simplemente para averiguar cómo están en un momento determinado. No obstante, lo que parece tan simple, de pronto se convierte en algo inaccesible para algunas personas.

Por ejemplo, en la Copa Confederaciones, que se celebra en Rusia, ha concluido la primera etapa de grupos, en la cual las ocho selecciones participantes, divididas en dos grupos, disputaron tres encuentros cada una. Un triunfo otorga tres puntos, un empate un solo punto, y la derrota cero, de tal manera que, en la primera fase, el máximo puntaje que una selección puede obtener es nueve.

Pues bien, ningún equipo ganó todos sus encuentros en la primera fase, sólo tres: Alemania, México y Portugal, obtuvieron siete puntos cada uno. El cuarto equipo clasificado fue Chile, que consiguió sólo cinco puntos. Los cuatro equipos mencionados pasaron al siguiente nivel de la competencia, es decir, a las semifinales.

Lo sorprendente es que a pesar de estos resultados, los especialistas mexicanos que analizan este torneo en la televisión (aunque no todos) lanzan gran cantidad de elogios a todas las selecciones que han superado la primera fase... menos a México. Los dos equipos europeos y Chile son para ellos maravillosos, mientras la selección de nuestro país es algo horrible, a pesar de los datos, de los siete puntos conseguidos.

En el número de goles el primer lugar lo ocupa Portugal con siete en favor y sólo dos en contra (uno de ellos anotado por el defensa mexicano Héctor Moreno), es decir, una diferencia de +4; le sigue Alemania también con siete en favor, pero con cuatro en contra (+3). México tiene seis en favor y cuatro en contra (+2) y Chile cuatro en favor y dos en contra (+2). El desempeño en goles del equipo mexicano es muy razonable comparativamente con los equipos que están en las semifinales, y equivalente a la selección sudamericana.

Sin embargo, estos datos no importan para la mayor parte de nuestros expertos analistas, pues los goles anotados por los jugadores alemanes Lars Stindl y Timo Wermer son soberbios, ni qué decir de los de Cristiano Ronaldo, el delantero portugués, cuyos goles son majestuosos, o los de Alexis Sánchez que son geniales, mientras los de los jugadores mexicanos son resultado de la casualidad, puros chiripazos. Así, anotaciones como la del hábil delantero mexicano Hirving Lozano (apodado el Chuky) en el partido jugado por nuestra selección contra la de Rusia (en el que, por cierto, México eliminó al país anfitrión), fue en realidad un gran gol realizado con determinación y valentía (afortunadamente, no salió con una fractura de costilla), pero para los críticos de este equipo fue producto, no de la habilidad del atacante, sino del error e indecisión del portero.

Paradójicamente, el Chuky fue considerado con justicia por la Federación Internacional de Futbol Asociación el jugador más valioso de ese encuentro.

Lo anterior muestra que hay una ceguera ante los datos, que, además, es reconocida abiertamente por los detractores del equipo de México, quienes señalan sin rubor que lo importante no es ganar, sino cómo se gana. No entiendo cómo alguien puede estar de acuerdo con algo tan absurdo, pues se trata de una competencia oficial en la que se disputa un trofeo y, perdón, sin ser un experto en ese deporte, los torneos son para ganarse.

Negar los datos implica cerrar los ojos ante la realidad y dejar el terreno abierto a un solo lado de la subjetividad, que en este caso traduce la incomprensión ante el sistema de juego de México e incluso (en algunos casos inocultable) el odio hacia un director técnico al que se quiere dañar. Los datos son fríos, sí, pero no son excluyentes ni anulan la otra cara de la subjetividad presente en los deportes y que le dan su mayor sentido, como las emociones y el deseo. Emoción ante el gran gol de Javier Hernández (Chicharito) frente a Portugal, o el deseo inmenso de que México derrote el jueves a Alemania.