Opinión
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Modelo vigente y oposición
E

l modelo de gobierno, imperante en México desde hace casi 40 años, ha logrado desvirtuar y hasta contener los impulsos democratizadores de la sociedad. En todo este periodo neoliberal el grupo que de tal modelo se beneficia ha prevalecido sobre las corrientes modernizadoras que luchan por consolidar sus visiones. Otro derrotero, sin embargo, hubiera tomado la realidad si la oposición de izquierda hubiera, efectivamente, triunfado. Los tres pasados momentos habidos, propicios para que la izquierda ganara la Presidencia del país, han recibido sendas negativas desde las cúpulas y sus aliados. Los frustrantes resultados de tales golpes se pueden apreciar con nitidez, en la opaca, injusta, angustiante atmósfera que maniata la vida colectiva de la nación. Han sido, todos estos años bajo la influencia del modelo de acelerada acumulación desigual, una decadente secuencia de comportamientos productivos, políticos, culturales o sociales. Cada uno conlleva incapacidades y heridas cada vez más inocultables a la vista de los ciudadanos. De ahí el generalizado coraje, ya bastante denso, que se ha ido acumulando ante las formas en que se desgobierna la República.

Este arduo proceso descrito en pinceladas no es privativo de México. Situaciones y fenómenos similares se pueden describir en otros lugares del planeta. Uno, quizá el principal, tuvo lugar hace poco en Estados Unidos. Allí la rebelión tomó forma juvenil ante el marcado deterioro de los niveles generales de bienestar de la población de ese riquísimo país. Su desarrollo fue truncado, de manera por demás grosera, por el poder establecido. La insurgencia de los jóvenes educados, en apoyo del senador Sanders, de Vermont, terminó, como bien se sabe, acallada en la convención del Partido Demócrata. Las cúpulas de ese instituto político se alinearon desde un principio, tras la candidatura de la señora Clinton, un acabado producto de la entera confianza del grupo (y aliados) instalado en el poder político con Barack Obama. Bloqueo que finalmente resultó estéril, pues posibilitó la entrada a la presidencia del señor Trump. Se puso así oneroso candado a cualquier posibilidad de cambio. Otros ejemplos ocurren, con sus diferenciados y específicos perfiles, en Grecia o España. En estos países, atrincherados poderes internos, coaligados con los supranacionales y siempre guiados por las élites financieras, han impedido, hasta ahora al menos, el avance democratizante y liberalizador de sus pueblos.

El actual caso inglés parece alejarse de las constantes derrotas opositoras, esas que abogan por superar las terribles consecuencias del modelo neoliberal. Ahí, la juventud afectada en sus horizontes y calidad de vida por años de conservadurismo llevado al extremo (thatcherismo) ha levantado la voz y depositado sus exigentes votos. El respaldo otorgado por millones de trabajadores y jóvenes educados al renovado partido de los laboristas de antaño, es un fenómeno notable y prometedor. Su conductor, Jeremy Corbyn, ha sobrevivido a intensas presiones, incluso de sus propios correligionarios. Ahora es aplaudido hasta con alientos y sonidos similares a una estrella de rock. Corbyn se ha colocado en envidiable posición al interior del poder establecido. Desde su estratégica posición influirá, con fuerza, en el diseño y aplicación de las políticas económicas y sociales que se avecinan en Reino Unido.

El caso mexicano tiene varias aristas distintas de los anteriores mencionados. En su esencia también anida profunda desconfianza a las élites gobernantes fruto de décadas de abusos y demás tropelías. La primera arista distintiva del caso es que no ha sido apadrinado por un grupo específico, sino que cruza las variadas capas sociales. Ha calado más hondo en las llamadas clases medias urbanas con aceptables rangos educativos. Pero hay, también, aunque de menor resonancia, repercusiones de descontento entre pobladores de la ruralidad. Las pasadas elecciones de 2016 y las habidas este 2017 son clara muestra de una potente rebeldía ciudadana contra los negativos excesos del sistema imperante. La misma posibilidad de que un partido emergente (Morena) se haya situado en la avanzada de las preferencias, indica reacciones en una dirección y fuerza inesperadas. Lo vigoroso de su irrupción en las contiendas recientes descubre el rumbo y el ánimo que el electorado da a sus intenciones de cambio. El acentuado rechazo al priísmo, tal como éste se viene presentando en sus variadas formas, lejos de atemperarse se incrementa. Los avatares pasados del priísmo se contaminan, además, con los actuales resultados de sus erradas y titubeantes acciones de gobierno. Las recientes elecciones estatales llevan atados, además, desprestigios crecientes para con el grupo gobernante. De éste se esperan radicalizaciones extremas en sus afanes para prolongarse en el poder a costa de cualquier condicionante que se lo pudiera impedir. Es posible que, ahora y mañana (2018) el electorado identifique, con precisa claridad, la oferta política que lleva al cambio esperado y sea, en esta opción, donde deposite su voto y confianza futura.