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Nada más que perder
Q

ue la voz palestina exista en la poesía contemporánea es un triunfo mayor, aunque no lo parezca, de ese torturado pueblo árabe del confín mediterráneo más suroriental, condenado a desaparecer por Europa, Estados Unidos y la cuña in situ de ambos en Medio Oriente, el estratégico Estado de Israel. Si contemplamos hoy el mapa encontramos que, en efecto, la Palestina árabe, originaria, ha sido prácticamente borrada del mapa. Pero no de la vida, como reitera en casi cada verso el joven poeta Najwan Darwish, quien trasciende con sensible vigor la canción doliente de los poetas que lo precedieron. Su ira quizás es mayor, más nítida en todo caso, y transmite una desesperación que coquetea con cierto cinismo fatalista al estilo Humphrey Bogart en Casablanca o Tener y no tener. Y admite: es todavía mi deber decir unas cuantas palabras envenenadas de esperanza. En consecuencia, en la estirpe camusiana del héroe absurdo, es de los que todavía creen en la paz.

Najwan Darwish visitó México en días pasados y dejó constancia de su efervescente escritura, leída por él en árabe y seguida por las bien logradas traducciones de Juan José Vélez Otero (Nada más que perder, Valparaíso Ediciones, Granada, España, 2016). Es importante diferenciar a este Narjwan del gran poeta nacional palestino Mahmud Darwish, fallecido en 2008. Sin parentesco alguno, ambos nacieron en lo que hoy es Israel. Mahmud tenía seis años En 1948 cuando ocurrió la Nakba (desastre en árabe) y su aldea, como cuatrocientas más, fue destruida para allanar el paso a familias judías procedentes de Europa y América destinadas a colonizar el territorio palestino y formar Israel (ver: www.jornada.unam.mx/2009/01/ 19/oja141-umbral.html y www.jornada.unam.mx/2008/08/ 18/index.php?section=opinion &article=a04a1cul).

Darwish el joven (1978) nació y vive en Jerusalén, lugar muy presente en sus poemas; carece de los sentimientos encontrados de Mahmud en relación al pueblo judío entre el cual crecieron. A Mahmud le negaron nacionalidad la mayor parte de su vida. Narjwan padece también la cruel danza de la identidad negada, como los kurdos, sirios, armenios y amazigh (bereberes). Eso le permite escribir: Mi desprecio por los sionistas no me impedirá decir/que también fui un judío al que expulsaron de Andalucía/y que todavía le encuentro sentido a la luz de aquel ocaso. Llama la atención su original manera de referirse a Jesús, sin rastros de catolicismo ni, para el caso, mahometanismo. Lo quiere de vuelta en Jerusalén, a donde los dos pertenecen: Deberías regresar conmigo:/somos tu familia; después de todo/yo, igual que tú, estoy hecho de piedra. Pudo precisar: de esta misma piedra. En otro poema lo encuentra colgado en un monte de Jerusalén, y le dice: ahora sigues colgado en las afueras de un campamento de Gaza,/sigues colgado en las noticias de la noche.

Tal vez el único espacio que Occidente concede a Palestina está en las noticias, una más de las maldiciones que se han ensañado con este pueblo desalojado, despojado, en diáspora. Narjwan se identifica con el arameo Jesús. Lamenta no poderlo bajar de su cruz, está demasiado alta. Jesús, tan palestino como los palestinos de hoy, fue mártir. Ahora, le dice Darwish a su ciudad natal, nosotros somos tu sacrificio. El poemario remite a la gran resistencia árabe de Saladino y a las masacres de Sabrah y Chatilla, al arrasamiento de la Haifa palestina y Tantura (pequeña aldea de inermes pescadores palestinos masacrados la noche del 22 de mayo de 1948 por las fuerzas israelíes estrenándose como Estado; es la fecha que se desconoce la cifra de muertos).

Nuestro poeta pertenece a la generación actual, ya vio que la destrucción de Palestina sigue en marcha aunque el pueblo palestino parezca indestructible. Tal derrota crónica genera la valentía del que ya no tiene nada que perder salvo (diría Federico Engels) sus cadenas. Un pueblo preso o desterrado. Los árboles procuran mecerse sin caer/ya que aquí los árboles caídos no los acoge la tierra/ni nada ni nadie. El poeta prevé que querrán expulsarlo de la ciudad, pero no podrán pues nació para existir.

Narjwan Darwish representa una pieza clave en el renacimiento cultural árabe del siglo XXI. Además de su poesía (bien traducida al castellano, y al inglés como lo muestra la revista estadunidense Poetry) en 2014 fundó y es redactor en jefe de la sección de cultura del diario panárabe Al-Araby Al-Jadeed, con sede en Londres. Durante diez años ha fungido como consejero del Festival de Literatura de Palestina (PalFest). Participó en el Encuentro de Poemas Di/Verso en la Ciudad de México, que concluyó el 2 de julio.