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Ricardo Guzmán Wolffer habla de su ensayo Lucha libre: sin límite de sangre

Explora autor lo más humano y qué hay detrás de la práctica del deporte del pancracio
 
Periódico La Jornada
Martes 4 de julio de 2017, p. 6

Ni juego ni teatro. La lucha libre es más seria de lo que se piensa y puede revelar mucho de lo que somos como personas, incluso de los que no gustan de ese deporte-espectáculo.

Así lo afirma el escritor y periodista Ricardo Guzmán Wolffer, quien acaba de publicar un ensayo sobre esa disciplina con el título Lucha libre: sin límite de sangre, que será presentado el 12 de julio, a las 19 horas, en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes.

“La lucha libre es cultura, deporte, show, sangre y desahogo. Puede crear mitos y derribar ídolos. Pero también es, sin duda, la eterna metáfora del bien contra el mal que todos llevamos dentro”, destaca.

Publicado por Ediciones B, ese trabajo surgió de una añeja afición de su autor por la lucha libre, pero también de una inquietud antropológica por tratar de desentrañar lo que subyace en los adeptos a ese deporte, así como entre sus practicantes.

Evidentemente, hay una afición desde mi infancia, pero también una necesidad personal de tratar de entender qué hay detrás de este fenómeno, de este deporte y espectáculo que es capaz de conmover y modificar la percepción de las personas, explica Guzmán Wolffer en entrevista con La Jornada.

Muy pocos perciben todo lo que significa esa disciplina. Todo mundo dice que es actuada, teatro, sin entender que atrás del fenómeno hay no sólo una historia personal de cada intérprete (el luchador), sino una interpretación colectiva (el aficionado) y eso es lo que pretendo desentrañar en mi ensayo.

Según el autor, la mexicana es una cultura que tiene cierto gusto por la sangre desde la época prehispánica, acaso por un inconsciente colectivo transmitido por siglos y generaciones, el cual explica en gran medida el arraigo y la pasión que hoy despierta entre la población el deporte del pancracio, sin importar la clase social.

“Desde los códices prehispánicos, la sangre es a los mexicanos como las hamburguesas para los gringos, el Nilo para los egipcios, el vino para los franceses o el tango para los pibes: algo que nos define, pero que nos repele”, apunta el colaborador del suplemento La Jornada Semanal.

Al mexicano le encanta ver sangre, mientras no sea la propia; más cuando ésta significa algo: ya sean las muertes floridas, la lucha entre invasores e invadidos, la muestra de que somos capaces de entregar todo antes que la tierra, y hasta que más vale morir ensangrentado antes que soltar el hueso sindical.

Aclara que las desapariciones forzadas, perpetradas por policías y narcos, nada tienen que ver con ese significado de la sangre.

Más allá de una visión maniquea

Ricardo Guzmán Wolffer detalla que uno de las propósitos principales de Lucha libre: sin límite de sangre es concientizar acerca de qué sucede a la persona cuando asiste a una función de lucha libre sangrienta, además de lo que pasa por la mente y la pasión de sus protagonistas.

La idea del libro es que el lector, de algún modo, terminará por plantearse quién es él mismo y cuál es su lugar social y conceptual. Es un ensayo sobre lo más humano de la lucha libre, y lo más humano de cualquier fenómeno es la autorreflexión y el autoconocimiento, la búsqueda de conciencia a partir de lo que nos sucede, explica.

La intención es que el lector sea reflexivo no sólo en lo luchístico, sino en su cotidianidad, su quehacer social y político.

A diferencia de lo que opinaba Carlos Monsiváis sobre la lucha libre, que era el teatro del bien y el mal, el escritor y ensayista asume que esa disciplina va más allá de una visión maniquea.

Destaca que no necesariamente el luchador técnico representa al bien como tampoco el rudo al mal, sino que cada condición tiene que ver más con el respeto de la reglamentación de ese deporte.

A su decir, en la lucha libre hay un sentido de integración, porque el espectador sabe que verá algo que no es real, que en el ring hay profesionales que hacen su trabajo y que una vez terminada su participación continúan con su vida normal.

Para concluir, el autor aclara que su ensayo se orienta hacia lo sangriento de la lucha libre, porque lo único que no puede ser fingido ni falsearse de esa disciplina deportiva es, precisamente, la sangre.

Habrá quién diga que los lances están tan ensayados, que los golpes no son reales; entonces, lo único que no se puede fingir, lo único que es verosímil de este deporte es la sangre, concluye.