Opinión
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Infancia y Sociedad

Bondad, cerebro y capitalismo

S

i entendemos la bondad como la capacidad de sentir empatía y compasión hacia los otros y, al mismo tiempo, la decisión de no hacerle daño a nadie, queda claro que vivir el capitalismo dificulta enormemente la intención de ser bondadoso. Porque el éxito en el capitalismo está basado en todo lo contrario: el individualismo, la competencia, la codicia, la usura y la acumulación, actitudes excluyentes de la bondad.

No obstante, casi todos los humanos estamos genéticamente equipados para la bondad y, quizá por eso, vivimos en conflicto con una realidad perversa.

La estructura más compleja que existe en el universo conocido es el cerebro humano, con 100 mil millones de neuronas y cada una podría conectarse con otras 10 mil neuronas. Además las estructuras cerebrales poseen plasticidad, es decir, capacidad de modificarse, entonces se puede afirmar que la capacidad de aprender es infinita. En los niños, por tener cerebros nuevos la facilidad y velocidad de aprendizaje es mucho mayor. Pero ojo, porque un niño que nunca escuche hablar francés o chino, no podrá aprender esos idiomas; más aún, un niño que no entre en contacto con el lenguaje no aprenderá a hablar jamás. Sirva esto para aclarar que nuestros aprendizajes dependen de lo que el medio ambiente ofrece; en otras palabras: los niños Mozart que quizá nacieron en islas salvajes nunca aprendieron ni anhelaron tocar un piano.

En diferentes lugares del mundo, investigadores especializados en neurociencias han descubierto que estamos perfectamente equipados para la bondad y ante ello se preguntan: si cada habitante de la Tierra lleva dentro de su caja craneana una máquina tan poderosa como el cerebro, ¿por qué estamos, y el planeta con nosotros, al filo de la destrucción?

Una explicación plausible es que aunque nacemos equipados para aprender lo mejor del mundo –matemáticas, música, idiomas, arte y todas las virtudes sociales como la solidaridad y el amor en todas sus dimensiones–, es el medio social el que impone lo que necesitamos aprender. Y en el mundo actual todos los habitantes de la Tierra, en mayor o menor medida, estamos regidos por el más engañoso sistema de la historia: el capitalismo, en su etapa más depravada y amarga. (Cada vez más sicópatas gobiernan el mundo, porque la bondad les está cerebralmente negada).

Si lográramos dar la espalda a los valores del capitalismo, crear nuevos patrones de conducta, enseñar a los niños y aprender a ser de otra manera, podríamos generar una revolución de la conciencia, que es al parecer la mejor vía de supervivencia para nuestra especie y para el planeta.