Opinión
Ver día anteriorMiércoles 12 de julio de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El laberinto de los judíos argentinos
E

s un símbolo muy importante, especialmente trabajando en Educación. Ella tenía sueños, sabía lo que quería, escribía sobre lo que quería y esos sueños quedaron truncos en gran parte por una dirigencia que no fue capaz de unir y llevar paz a un mundo que promovía la intolerancia.

Las palabras del ministro de Educación argentino Esteban Bullrich tuvieron lugar en Ámsterdam, con motivo de la visita del presidente Mauricio Macri a los Países Bajos, en marzo pasado. Ella era la niña Ana Frank (víctima del nazismo), en tanto la dirigencia incapaz de unir habría sido, según el funcionario, la liderada por Adolf Hitler...

¿Hubo alguna objeción por parte de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), entidad que desde 1935 agrupa políticamente a las comunidades judías argentinas, y que en sus estatutos asegura dedicarse a la lucha contra toda forma de discriminación? Ninguna.

Dos meses después, en Buenos Aires, Angela Merkel visitó la famosa Sinagoga de la Congregación Israelita, ubicada en la céntrica calle Libertad. Y allí, la canciller y líder de la Unión Europea habló de trazar un puente entre Argentina y Alemania, cuyo gobierno colaboró en la restauración del órgano de la sinagoga, donado por su país en el emblemático año de 1933.

Eufórico, el diputado macrista Eduardo Amadeo manifestó en un tuit que la presencia de Merkel en el templo demostraba cómo es posible y esencial la reconciliación… (sic). En las redes sociales, el repudio se tornó viral, y muchos se preguntaron si todos los alemanes fueran nazis, o si la comunidad judía se había reconciliado con los genocidas. ¿Algún comentario de la DAIA? Ídem anterior.

Tercer botón de muestra. En días pasados, la Dirección Nacional Electoral anunció que el mi­núsculo partido Bandera Vecinal, liderado por Alejandro Biondini (conocido por reivindicar a Hitler y el nazismo), recibirá del Estado más de un millón de dólares para imprimir sus boletas de candidatos a diputados y senadores nacionales por la provincia de Buenos Aires. O sea, un monto igual al que percibirán, juntos, los tres partidos principales de la oposición, y el oficialista Cambiemos. ¿La DAIA dijo pío?

En el pasteurizado mundillo político de Macri todo es posible: un ministro de Educación ignorante, un diputado supuestamente confundido, un político nazi y democrático, o una entidad comunitaria alineada con una embajada extranjera, y que imagina representar la voluntad política de los 300 mil ciudadanos judíos que viven en su país, Argentina.

La hipocresía de Bullrich sorprendió a pocos. El convenio de cooperación con la Casa de Ana Frank (por el cual se enseñará y distribuirá en Argentina el famoso Diario de la niña alemana) omitía que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner había suscrito en 2009 un acuerdo similar con esa institución. Cosa que al asumir la cartera, el propio Bullrich discontinuó.

Asimismo, el comentario del diputado Amadeo coincidía (y no casualmente) con la insidiosa campaña mediática de reconciliación con los genocidas. En este sentido, el nombramiento de Carlos Rosenkranz, primer juez judío de la Corte Suprema (impuesto por el macrismo) pegó fuerte, pues se trata de un magistrado simpatizante del partido ultraderechista israelí Likud, y activo partidario del beneficio del 2x1 (dos años de detención por uno) a los sentenciados por delitos de lesa humanidad.

El sociólogo Jorge Elbaum, ex director ejecutivo de la DAIA, lamenta que esta institución se encuentre hoy extraviada en su tarea de confundir a la sociedad argentina. Elbaum puso de ejemplo el comunicado de la DAIA, cuando Cristina Fernández de Kirchner recomendó a los jóvenes leer El mercader de Venecia, para entender a los fondos buitres de Wall Street, y en particular al tenebroso usurero Paul Singer.

Para la DAIA, la obra de Shakespeare tendría connotaciones profundamente antisemitas, y su recomendación genera justificada inquietud y preocupación en la comunidad judía argentina. Pero Elbaum recordó que Habima, la Compañía Nacional de Teatro del Estado judío, llevaba cinco años montando la obra del bardo inglés, “…con 150 presentaciones en Israel y con giras por Europa durante los años 2012 y 2013”. De haberse enterado de estas presentaciones –apunta– la DAIA habría acusado a la Compañía Habima por difundir material discriminatorio.

Elbaum sostiene que las mutaciones de lo judío en Argentina se iniciaron en los años de 1960 y 1970, “…cuando lo hebreo dejó de ubicarse en los márgenes de la humanidad para iniciar su camino hacia los centros de poder internacional, y de poder local”.

Agrega: en los años 90, algunos judíos tuvieron la posibilidad de ser parte del Jockey Club, la misma casa que los excluyó y los humilló durante décadas, entremezclándose con castas oligárquicas ultramontanas que siguen creyendo en el deicidio, a más de un creciente racismo hacia todo lo que huela a sectores populares.