15 de julio de 2017     Número 118

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Este suplemento se conforma fundamentalmente por una serie de artículos basados en ponencias así como testimonios de jornaleras y jornaleros que se presentaron en el Foro Jornaleras y Jornaleros Agrícolas: Presente y Futuro, el cual se realizó el 3 y 4 de mayo de 2017 en la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), organizado por la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas.

El lugar de los trabajadores
del campo en la estructura
económico-social de México

Luis Gómez Oliver Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México

En el trabajo de los jornaleros agrícolas se reúnen dos grandes problemas nacionales: a las difíciles condiciones laborales que enfrenta la mano de obra no calificada, se suma la marginación y la miseria del medio rural.

Los problemas y carencias del medio rural son vistos frecuentemente como ajenos al curso dominante del progreso nacional y casi como marginales dentro de las principales vías para el crecimiento económico. Sin embargo, los trabajadores rurales y sus familias ocupan un lugar crucial en ámbitos fundamentales del desarrollo del país, tanto respecto de los mayores problemas como en relación con los potenciales para superarlos.

El 98 por ciento de las localidades del país son rurales y en ellas vive el 24 por ciento de la población nacional, la cual participa apenas con el dos por ciento del PIB. Estos grupos de población presentan las más graves carencias y su progreso es indispensable para mejorar los indicadores nacionales de pobreza. Esta población produce prácticamente la totalidad de la oferta interna de alimentos y genera exportaciones superiores a las importaciones del sector agropecuario. Por medio de la oferta de alimentos y materias primas, incide en el ingreso real, en el poder adquisitivo de los salarios y en los índices de inflación. La actividad de esta población es crucial para la sostenibilidad ambiental y la conservación de los recursos naturales del país. Finalmente, el medio rural es depositario de muchas de las raíces culturales mexicanas y de las expresiones más entrañables de la identidad nacional.

La importancia del medio rural en el desarrollo nacional no se ve reflejada en la atención a las condiciones de vida de la población rural. El ingreso por habitante es 73 por ciento inferior al promedio nacional, lo que significa una polarización cuatro veces más aguda que en la media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde el ingreso rural es 18 por ciento menor que el promedio nacional.

La mayor parte de la población rural, 61.1 por ciento, vive en condiciones de pobreza; en las ciudades el porcentaje es 41.7 por ciento. En la pobreza extrema la disparidad es aún más grave: esta condición afecta al 6.2 por ciento de la población urbana, pero en el campo la proporción se eleva hasta 20.6.

En el medio rural se realizan diversas actividades económicas además de la agricultura, como comercio, talleres, servicios, turismo y otras; sin embargo, la producción agropecuaria es la que posibilita que todas las demás actividades puedan prosperar. El trabajo agrícola está en la base de la dinámica económica del medio rural.

El número de trabajadores en la agricultura continúa creciendo y en 2015 llegó a 6.9 millones de personas, 10 por ciento más que en el 2000. Sin embargo, en términos relativos, su participación dentro del total de la población económicamente activa (PEA) disminuye de forma rápida por el crecimiento más acelerado del empleo en la industria y los servicios; en 2000 el trabajo agrícola representaba el 19.6 por ciento de la PEA total y en 2015 bajó a 13.6 por ciento.

Aun ese menor porcentaje de la ocupación agrícola dentro del empleo total resulta desproporcionadamente elevado respecto de la participación del sector primario en el PIB nacional, que es de solamente 3.5 por ciento. Es decir, la productividad por persona ocupada en la agricultura es apenas 25 por ciento del promedio nacional. Esta brecha es de las más altas entre los países latinoamericanos y, desde luego, mucho más amplia que en los países de la OCDE. México presenta un nivel de desarrollo rural muy inferior a lo que le correspondería por su nivel económico.

El problema anterior resulta mucho más grave si se considera que también está expresando la gran heterogeneidad dentro del medio rural. De los 5.3 millones de unidades económicas existentes en el campo mexicano, 3.9 millones, 73 por ciento del total, son unidades de agricultura de subsistencia que participan sólo con 7.5 por ciento del total de las ventas. En el otro extremo, menos de medio millón de empresas, 8.7 por ciento de las unidades económicas rurales, tienen el 74.2 por ciento del mercado.

Esta enorme polarización constituye la base estructural del trabajo de los jornaleros agrícolas: La población en la agricultura de subsistencia carece de activos y de opciones productivas dentro de su unidad económica; la ocupación agropecuaria en estas unidades productivas es casi exclusivamente por cuenta propia o es mano de obra no remunerada; resulta, así, indispensable buscar ingresos fuera de la unidad familiar. Muchas veces, las oportunidades de empleo no se encuentran en el entorno cercano, que generalmente está económicamente deprimido. Para lograr ingresos suficientes, algunos miembros de la familia deben migrar ya sea por algún tiempo o permanentemente. Sin embargo, los empleos al alcance de esta población son temporales y mal remunerados, lo que les impide obtener el total de sus satisfactores (alimentación, vivienda, etcétera) adquiriéndolos en el mercado. De manera que es la combinación de los salarios de los jornaleros y el producto y los medios de vida de la unidad económica familiar lo que permite condiciones de supervivencia para la familia.

La agricultura de subsistencia realiza, así, un importante aporte al desarrollo agropecuario. Gran parte de los jornaleros migrantes son originarios de estados del sur y sureste del país, como Guerrero, Oaxaca y Chiapas, entre otros, y van a trabajar en unidades empresariales en los estados del norte o del centro del país, en las unidades agrícolas empresariales.

Por otra parte, esta migración tiene graves efectos negativos en la estructura productiva de las unidades económicas rurales, dificultando severamente su desarrollo. Solamente uno por ciento de los titulares de las unidades de producción tiene menos de 25 años; 77 por ciento son mayores de 45 años y 45 por ciento son mayores de 60 años. El analfabetismo en este último grupo de edad llega al 35 por ciento. Más del 75 por ciento de los productores tienen como máximo grado de estudios la educación primaria. Por supuesto, sería esperable que estos indicadores nacionales fueran mucho más graves si se estimaran exclusivamente para las unidades de subsistencia.

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