15 de julio de 2017     Número 118

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Testimonio

"Nunca se sabe cuánto cortamos
ni cuánto nos van a pagar"

Miguel Cortador de caña de azúcar en Cuautla, Morelos.

Entrevistó: Antonieta Barrón

Miguel llegó a Cuautla hace diez años y desde entonces corta caña de azúcar, a veces para la Unión Local de Productores de Caña de Azúcar (ULPCA), dependiente de la Confederación Nacional Campesina (CNC), a veces para la Unión de productores de caña de azúcar dependiente de la Confederación Nacional de Propietarios Rurales (CNPR).

Hace diez años pagaban a 25 pesos la tonelada de caña, ahora pagan 32, un crecimiento de 2.5 por ciento anual, debajo de la inflación. En promedio, corta cuatro toneladas al día; hay quienes pueden cortar hasta cinco, son los menos. Los precios son similares en otras regiones cañeras, en Tenosique, Tabasco, pagan a 25 pesos la caña quemada y a 32 la caña cruda.

Dice Miguel:

Me levanto a las cinco de la mañana, para comenzar a trabajar a las seis, trabajo hasta que se va el sol, ahorita hasta las siete de la noche, o sea 13 horas trabajando, y corto cuando mucho cuatro toneladas.

El problema es que nunca se sabe cuánto cortamos y cuánto nos van a pagar, pagan por montón, llega el boletero y ve el montón y dice: “este montón es de cinco pesos, o de diez, o de 20 pesos, según estime él lo que pesa el montón cortado. Además, cuando hace menos calor y está seco el cañaveral y de buen tamaño la caña pues se corta bien y más, pero si llovió, o la caña está delgada, entonces se saca menos; al final de la semana nos enteramos de cuánto vamos a ganar.

Pero esto es una cadena, los productores nos extorsionan pagándonos lo que quieren y haciéndonos las cuentas que quieren, y a ellos los esquilman en el ingenio. Afirman que llevan en el camión 15 toneladas, por ejemplo, y el de la báscula les dice que son 11 toneladas, y ellos y nosotros no podemos defendernos. Yo me pregunto: ¿con quién hay que quejarse? ¿Quién nos tiene que defender?

En promedio cortamos cuatro toneladas, pero como es muy pesado el trabajo no aguantamos trabajar los siete días de la semana, a veces trabajamos cinco y cuando más seis días. Sólo excepcionalmente los siete días, lo que significa que en promedio sacamos entre 640 y 768 pesos a la semana.

La canasta alimentaria rural calculada por el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) es de 994.85 pesos por persona al mes para abril de 2017. Ello, con deficiencias, pues propone de ración 28 gramos de carne de res y 32.5 gramos de pollo. Entonces, para cubrir la canasta alimentaria sin considerar otras necesidades, como combustible para cocinar, luz, transportes, etcétera. Necesita la familia tres mil 979.40.

Si el jornalero cobra en el óptimo de salario tres mil 72 pesos mensuales, tiene un déficit para compra de alimentos de 907 pesos al mes. Ello significa que esta familia come menos de lo que necesita.

No nos registran en hojas formales, con sello, que indiquen que nos contrataron, nos apuntan en pedazos de papel lo que hicimos en el día, sucios porque están en el campo, al final de la semana nos pagan lo que tienen apuntado. A veces nos entregan un papel que dice que nos pagaron 65 por día e incluyen las deducciones de las prestaciones, pero eso es falso, nos pagan por tonelada. Hace unas semanas vino un representante de la Secretaría de Desarrollo Social y le dijimos que nos pagaban por tonelada y que no teníamos ninguna prestación; no nos creyó.

Ahora estamos reunidos para discutir que nos paguen el reparto de utilidades, pues una de las organizaciones de las que nos contrata se llama Unión Local de Productores de Caña de Azúcar del ingenio de Casasano, “La Abeja”, o sea, la unión de productores y el ingenio son la misma cosa, sin embargo, nadie se hace responsable de nosotros, los jornaleros asentados, para el pago de utilidades. El año pasado nos pidieron papeles dizque para darnos el reparto de utilidades y no nos dieron nada, nos dijeron que para la siguiente zafra, y es hora que no vemos nada.

Nosotros trabajamos de noviembre a mayo, a veces se alarga un poco y llegamos a tener trabajo hasta junio, pero son cuatro o cinco meses. Los jornaleros asentados le batallamos para ganar un peso; yo me voy a buscarle de albañil, de lo que caiga, pues tengo dos hijos y mi esposa y tienen que comer todo el año.

El caso de estos cortadores de caña no es la excepción. Los jornaleros para la zafra de la caña de azúcar, para el corte de jitomate, de calabacita, de limón, no cuentan con una norma legal para que las condiciones de trabajo y salario les garanticen el cumplimiento de los derechos humanos: una jornada de trabajo establecida por ley, de ocho horas diarias; un salario que les permita la reproducción del trabajador y su familia, y prestaciones que le den derecho a la salud. Lo más importante, un salario digno.

Un intento después de casi 20 años es el del Sindicato Independiente Nacional Democrático Jornaleros Agrícolas (SINDJA), nacido en San Quintín, que está luchando junto con la Alianza de Organizaciones Nacional, Estatal y Municipal por la Justicia Social para que les incrementen el salario y les den las prestaciones de ley. Las autoridades del trabajo no han respondido adecuadamente, pero la lucha continúa.

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