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Faisal carecía de utensilios para disfrutar de su pasión y entonces los fabricó

Un sirio escondió sus lienzos del EI; hoy vuelve a pintar en un campamento de desplazados
 
Periódico La Jornada
Miércoles 19 de julio de 2017, p. 5

Ain Isa, Siria.

Faisal se vio obligado a esconder sus lienzos mientras vivió al noreste de la ciudad siria de Raqa, bastión yihadista, pero ahora vuelve a disfrutar de su pasión.

Este ex granjero de 47 años y su familia se refugiaron hace tres meses en el campo de desplazados de Ain Isa, al norte de esta ciudad blanco de una ofensiva de combatientes kurdos y árabes contra los yihadistas del Estado Islámico (EI).

Como en el campamento carecía utensilios para dibujar, los fabricó. Atando unos hilos a un pequeño palo hizo un pincel y con las colillas de cigarrillos se las apaña para los dibujos a la carbonilla.

Faisal, quien afirma pintar desde los 15 años, explica que debió renunciar a su pasión cuando el EI se apoderó de Raqa y sus alrededores, en 2014. Cuando Dáesh llegó no me atrevía a dibujar, dice utilizando el acrónimo árabe del EI.

“Escondí todos mis dibujos encima de un armario y los tapé con un montón de cosas. Ellos (los yihadistas) consideraban el dibujo como haram (ilícito)”, explica.

Faisal forma parte de las decenas de miles de sirios desplazados por los combates desde que la alianza kurdo-árabe apoyada por Estados Unidos lanzó la ofensiva contra Raqa el año pasado.

Huyó de su casa con su mujer Sinaa y siete de sus ocho hijos. No quiere dar su apellido ni el nombre de su pueblo, donde dejó a un hijo en la cárcel. Tampoco dar detalles sobre la detención, sólo dice que los yihadistas lo acusan de colaborar con el gobierno sirio.

Retratos de dos divas

Mientras saca los dibujos, Faisal intenta calmar a su hija pequeña, aquejada de un dolor dental que no le han podido paliar en el campamento.

Un día, un empleado del campo vio sus dibujos. Le trajo papel y pinturas de colores y le pidió un favor: que retratara a su hijo, un combatiente kurdo.

En un gran cartel blanco, pintó a un joven con uniforme militar y la insignia amarilla de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo, punta de lanza de la ofensiva en Raqa. En su bolsillo, Faisal esconde otros retratos, sobre todo los de dos divas de la música árabe, como la libanesa Fairuz y la egipcia Um Kalthum.

Esa es Warda la argelina, disfruto escuchándola, dice.

Nadie nos ayuda

Los desplazados carecen de todo. Durante el mes del Ramadán (ayuno sagrado musulmán), no nos dieron comida suficiente. Nadie nos ayuda. No tenemos nada más que los colchones de esponja, afirma.

En uno de sus dibujos se ve a una familia delante de una tienda de campaña: un anciano con un bastón, de pie, y los otros integrantes sentados en el suelo.

Sus dibujos más sombríos representan la vida bajo el yugo yihadista, y sobre todo a su hijo preso. En uno hay dos hombres encarcelados, uno con la cara contra la pared y el otro sentado con la cabeza entre las rodillas. Imagino que es la situación de mi hijo en prisión. Viendo esa imagen, su esposa Sinaa se echa a llorar. Me gustan todos los dibujos, pero mi preferido es el de mi hijo, comenta.

En su tienda de campaña, Faisal acaba un dibujo que representa una escena horrible de la que afirma haber sido testigo en Raqa, un día que fue al médico.

Vio a los yihadistas sacar de un automóvil a un hombre esposado y con los ojos vendados, mientras le metían un trozo de tela en la boca para atenuar los gritos.

Cuando ya estaba dentro del consultorio, dice haber escuchado cuatro disparos.