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We the people
E

sas palabras iniciales de la constitución política de EU son quizá conocidas en todo el orbe. Aunque pocas voces se han preocupado por preguntarse quienes conforman ese pueblo. Aunque pueda parecer una obviedad, está muy lejos de serlo.

Simone de Beauvoir en El segundo sexo interpela a la historia y demuestra que ser mujer es una construcción social y cultural. Con el tiempo la filósofa francesa se convertiría en un referente pilar del feminismo. Pero es exactamente la misma respuesta la que puede darse a la pegunta qué es ser hombre.

Desde Antonio Gramsci y los pensadores que han acrecido la teoría política tomando como fundamento sus Quaderni del carcere, el pueblo es definido asimismo, como una construcción social, cultural y política.

¿Quiénes son “ the people” en la constitución política de EU, de 1788? Un puñado de personas, entre ellos los llamados padres fundadores. Ellos definieron en la Convención Constitucional la propuesta de Constitución de EU, que dictaba quiénes habían sido incluidos y podían, apenas, cruzar el umbral de la puerta a la estrechísima democracia entonces proclamada. La inmensa mayoría tenían negado el derecho político elemental del sufragio; no eran “ the people”. La mayoría excluida eran las mujeres, los negros, los analfabetos, quienes no podían pagar un mínimo de impuestos. El no-pueblo carecía no sólo del derecho al sufragio; carecían, en los hechos, prácticamente de todo derecho. Eran los excluidos de todo, los indistintos, individuos o comunidades enteras. El pueblo era ese, definido por la democracia liberal recién nacida. Pero el pueblo, así definido por el liberalismo, estaba dividido en las élites económicas y políticas, las clases medias (formadas por la vía de la autopercepción), y quienes trabajaban en el mundo de la producción ­y los servicios. Las élites ejercían su hegemonía sobre ese pueblo por vía de la persuasión, principalmente mediante el relato del liberalismo sobre la realidad del mundo, a través de los medios, de la escuela, de la iglesia. Sobre el no-pueblo se ejercía así la hegemonía y, también, mediante lo que Max Weber definió de este modo: el Estado es la fuente de la legitimidad del uso de la violencia.

Lo mismo ocurría en Reino Unido y en Francia, donde nacieron los miembros de la Ilustración, quienes crearon las ideas que inspiraron las constituciones políticas de esos países.

En Estados Unidos no se permitió el sufragio femenino total hasta ¡1965!, aunque desde 1920, después de múltiples luchas sufragistas las mujeres pudieron votar, pero excluyendo a las negras.

Los pioneros. Nueva Zelanda creó el voto universal en 1893. Le siguió Australia en 1902. En Europa el pionero fue Finlandia, que instituyó el derecho al voto tanto para hombres como para mujeres, simultáneamente, en 1906.

En España el sufragio universal llegó en1931. Aunque en 1924, bajo el mandato de Primo de Rivera, sólo podían votar en elecciones municipales las mujeres mayores de 23 años que estuvieran emancipadas. Quedaban excluidas las mujeres casadas y las prostitutas. El primer país latinoamericano que creó el voto universal fue Uruguay, en 1918, aunque se ejerció el voto por primera vez en un plebiscito en 1927. Como se sabe, en México hubo derecho al voto universal en 1953. La democracia ha avanzado reptando.

La exclusión del más elemental de los derechos políticos es, con todo, apenas una forma de exclusión. La exclusión de casi todo, más allá del contenido de las leyes aquí o allá, ha sido la norma real, para la mayoría, en todo el mundo (con pocas excepciones).

El camino de la democracia se halla en sus prolegómenos. Las luchas sociales por la inclusión, es sinónimo de luchas por la ampliación de la democracia. Más amplia inclusión social en todo, mayor ­democracia.

Los hombres de la Ilustración produjeron muchas y a veces muy bellas ideas, como la divisa de la Re­volución Francesa, libertad, igualdad, fraternidad que, al mismo tiempo, sigue siendo el máximo programa político que puede buscar la construcción de una humanidad de veras civilizada, en todos los países del orbe.

Aunque la Ilustración tuvo dos hijos: el liberalismo y el marxismo (también tuvo un tercero, muy menor: el anarquismo). Quizá sea mejor decir que a la Ilustración le nacieron dos árboles. Porque éstos se ramifican y eso es lo que ocurrió con esas dos doctrinas económicas, políticas y sociales, antagónicas.

Hay democracias liberales variadas: más o menos democracia, es igual a más o menos exclusión.

Especialmente desde el inicio del siglo XIX, el espacio de lo político es un medio de luchas concretas definió con precisión el jurista nazi Carl Schmitt. El concepto de lo político definido así, como conflicto, aplica justamente al mundo real de una sociedad política dividida en incluidos y excluidos (los de arriba y los de abajo, dice Chantal Mouffe), conceptos que requieren ser políticamente definidos según cuándo y según dónde.

El mundo está dividido de ese modo. En él, el liberalismo ha ejercido su hegemonía en toda la línea, frente a la resistencia o la ampliación del número de los excluidos, como ha ocurrido con el advenimiento del neoliberalismo.

Otro mundo es posible mediante una disputa por la hegemonía: la elaboración de un relato que se vuelva sentido común para los excluidos y así construir pueblo, uno que demande la inclusión, la ampliación de la democracia, el proceso que va cerrando las brechas de la desigualdad. La radicalización de la democracia es el eje central.