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No era maleante, iba a Texas a trabajar; escapaba de la falta de empleo, dice su padre

Mariano López huía de la pobreza del campo veracruzano; falleció en un tráiler
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 29 de julio de 2017, p. 13

Papantla, Ver.

El veracruzano Mariano López Cano, de 26 años, es uno de los 10 mexicanos que murieron en la caja de un trailer con 40 migrantes que fue abandonado el pasado 23 de julio en San Antonio, Texas, Estados Unidos.

El domingo 16 de julio López Cano salió de su comunidad José María Morelos, municipio de Papantla, Veracruz. Padre de dos niños y en víspera del nacimiento de su tercer hijo, decidió emigrar en busca de un trabajo que le ofreciera ingresos suficientes para dar sustento y educación a sus pequeños.

En el pueblo de Mariano López hay un promedio de 800 habitantes, la mayoría de sus calles están sin pavimentar, y en épocas de sequía dependen de una pipa que surte el agua a los pobladores a un costo de 100 pesos el tanque de mil litros.

Pese a la cercanía con la actividad petrolera, la comunidad de Morelos sólo tiene un camino y una escuela primaria. Los habitantes no tienen trabajo dentro de Pemex. Aquí, la mayoría se dedica a la siembra de maíz, y no ganan más de 120 pesos en el jornal.

Así que cuando llegó el ofrecimiento de un trabajo en Estados Unidos, Mariano no lo pensó. Se despidió de su familia y emprendió el viaje: quería hacerle mejoras a su vivienda y adquirir un vehículo. No sabía que sus sueños se ahogarían en la caja de un trailer abandonado bajo el intenso sol de Texas.

Ni siquiera su esposa, Beatriz López Paredes, de 24 años –a quien conoció desde que eran niños–, pudo detenerlo cuando en su casa con techo de lámina de zinc le pidió que no se fuera a los Estados Unidos porque aquí de hambre no se muere uno.

Él se desesperó, no ganaba lo suficiente, y como el bebé más pequeño no lo teníamos planeado, comenzó a hablar de irse a trabajar para sus hijos. Mariano y Beatriz se casaron cuando ella cumplió 18 años y terminó el telebachillerato. En marzo pasado cumplieron cinco años de matrimonio.

Del disgusto, a Beatriz se le adelantó el parto, y un día después de que su esposo se fue a Estados Unidos parió a su tercer hijo. Ahora, con diez días de nacido este pequeño duerme en una cuna bajo la mirada de su abuelo, Mariano López Bernabé, de 60 años.

López Bernabé confesó que tampoco estaba de acuerdo con que su hijo se fuera al país del norte. Somos hombres de campo, siempre nos hemos dedicado a la siembra de maíz. Hoy la juventud quiere sobresalir. Mi hijo no es un maleante, él iba con el fin de trabajar. Él iba huyendo de esta situación tan crítica de falta de empleo y malos salarios.

Mientras los guajolotes arman alboroto en el patio, Ana López Cano, hermana mayor de Mariano, refiere: Desde que el pueblo se enteró de la tragedia no nos han dejado solos. Todos los días vienen amigos y conocidos a preguntar qué sabemos, comenta.

Mientras, con frágil salud por la diabetes, María Luisa Cano viaja a Tamaulipas, donde esperará a que Estados Unidos le autorice un internamiento humanitario para reconocer el cuerpo de su hijo, y traerlo de regreso.