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Nosotros ya no somos los mismos

La familia Perrusquía, en la lista de los mexican casatenientes en Estados Unidos

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A la sombra del ex presidente Miguel Alemán Valdés, don Melchor Perrusquía fue uno de los constructores del Acapulco del jet set internacionalFoto tomada de Internet
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omienzo, o más bien continúo, con el relato de los privilegiados mexicanos que habitan en el primer círculo del primer mundo. Para no dedicar a este tema los meses que me resten de poca razón y no mayor movilidad, intentaré completar el censo de los nuevos mexican casatenientes de San Diego, Laredo, Brownsville, McAllen, San Antonio y, por supuesto, la Isla del Padre, que ya es más mexicana que las Islas Marías.

Vamos a ver a cuántos superinquilinos podemos referirnos este día. Comencemos por la familia Perrusquía.

El patriarca de esta familia fue don Melchor Perrusquía, quien formó parte de los allegados al ex presidente Miguel Alemán Valdés. A la vera de árbol tan poderoso, su modesta heredad floreció y rindió opimos frutos, como es lo usual en todas las asociaciones que podemos llamar under rope (pero como ya estamos en México, digamos con mayor precisión, bajo cuerda). Don Melchor fue uno de los constructores de ese paraíso que el gran Agustín solicitaba y hasta rogaba a María Bonita que no fuera a olvidar. ¿Y cómo podía no serlo si, nombrado presidente de la junta de mejoras materiales de Acapulco, decidió enseñar con el ejemplo y se hizo de algunas porciones del puerto, regaditas por aquí y por allá, preferentemente por Puerto Marqués, donde sentó las bases del Acapulco del jet set internacional? Allí se construyó el espacio, el ámbito más exclusivo y excluyente del país (de ese entonces y de ahora). Se expropió un amplísimo territorio propiedad de la nación sin razón ni sustento legal alguno: causa de utilidad pública, se dijo. Sólo que en este caso la causa y destino de la expropiación tuvieron una utilidad de carácter estrictamente privado. Por otra parte, no imaginen que el aguerrido clan alemanista tuvo que afrontar infinidad de sacrificios, riesgos y privaciones para obtener un botín de estas dimensiones. ¿Recuerdan las grandes aventuras (novelas, folletines, películas) sobre las enormes conmociones sociales que ocasionó la fiebre del oro en los ríos Yukón y Klondike, de Alaska, en 1896 y, años antes, la California gold rush en 1848-1855? Los aventureros llegaban no solamente de todo el territorio, sino también de Australia y Asia. A los primeros gambusinos se les llamó forty-niners; algunos se hicieron millonarios, pero muchos más perdieron hasta las pocas pertenencias que habían llevado. Una ambición movió al mundo: el oro. Estados Unidos vivió un auge espectacular durante el cual el pequeño villorrio de San Francisco se convirtió en la ciudad inconmensurable –en todos sentidos– que ahora es. Su población se diversificó de insólita manera, y con ello se enriqueció como toda nación que convoca a lo mejor de cada pueblo. En Alaska, de cada 100 mil forty-niners que de los más diversos lugares del planeta emprendieron el azaroso viaje al Polo Norte, en búsqueda desesperada del áureo metal (me encanta encontrar palabras que jamás había tenido oportunidad de usar en la vida), sólo llegaron a la meta 30 mil, y encontraron oro que valiera la pena únicamente 4 mil.

A los gambusinos mexicanos de principios de los años 40 e inicio de los 50, obtener sus fortunas no les costó sino mostrar siempre una sonrisa de oreja a oreja y presentar los mejores proyectos para que el club gobernante ampliara sus posibilidades de acumulación pronta y menos difícil de capital. Las dos acepciones de gambusino que ofrece el diccionario les quedan bien: 1) buscador de yacimientos, o 2) aventurero buscador de fortunas.

Los inmensos terrenos expropiados dieron cabida tan sólo a una docena de apóstoles que allí asentaron sus reales. De todas las mansiones, incluyendo la sede del Ejecutivo, la más fastuosa correspondía a don Melchor Perrusquía. Fue construida en el año del Señor de 1951 y vendida por doña Margarita Cañedo viuda de Perrusquía en 1981. La casa, llamada MargaMar, tiene cerca de 3,000.5 metros cuadrados de terreno y 1,140 de construcción. A esto habría que agregar los no pocos metros concesionados de la zona federal. Perrusquía vivió esporádicamente en la villa MargaMar por 30 años. Murió en 1981 y su viuda la vendió al poco tiempo. Su hijo, del mismo nombre, fue quien adquirió el departamento en las Torres Trump por medio de un negocio que tiene, si no me equivoco, en Curazao (digo si no me equivoco, porque a duras penas ubico Curazao, pero de que es un paraisito fiscal, no hay duda).

A este Perrusquía le hubiera entendido plenamente su necesidad y urgencia de cambiar su código postal: en dos años sufrió tres secuestros; el último, de fatales consecuencias. Ciertamente, contra lo que el doctor Raúl Fernández sostiene, de que Petatlán es más seguro que Manhattan, la familia Perrusquía sufrió tres secuestros en dos años, el último de consecuencias irreparables: Melchor Perrusquía fue asesinado por la banda de un hampón ampliamente conocido por múltiples delitos en diversas partes del estado: Pedro Barragán González fue el autor intelectual y material del proditorio crimen después de que la familia había pagado el rescate de 3 millones de pesos. Por eso me atrevo a confesar que, entre vivir en la Casa San Vicente, ubicada en la playa Alfredo Bonfil de Acapulco Diamante, yo me sentiría más seguro protegido por los detectives Christopher Meloni y Mariska Hargitay, la bellísima fiscal Stephanie March y el inacabable ingenio de Dick Wolf, creador de La ley y el orden: unidad de víctimas especiales en Nueva York, cerquita de las torres que nos ocupan. (Perdón por un desahogo personal, pero no pude escribir el nombre de Alfredo Bonfil sin estremecerme: Bonfil era uno de nosotros, de los de entonces, y estoy convencido de que él seguiría siendo el mismo).

Ya cerraba este capítulo cuando me llegan otras referencias de don Melchor Perrusquía Viesca. Las resumo para ustedes: pues resulta que en el año de 1987 la señora Yvonne Traeger Pérez, quien rentaba a la empresa MargaMar el departamento 901 de la torre M del número 3380 en Periférico Sur, finiquitó al señor Perrusquía Viesca el costo de la mencionada vivienda y pasó a ser no inquilina, sino propietaria. El señor Perrusquía, como fue comprobado ante autoridad competente, pretendía un fraude tan torpe como inexplicable, pues la abundancia de pruebas sobre la veracidad del contrato de compraventa era abrumadora. De igual manera, las evidencias de las acciones delictivas del señor Perrusquía eran innegables (allanamiento de morada empistolado, amenazas, insultos e intentos de atropellamiento), tanto que dieron lugar a una orden de aprehensión que tuvo la efímera vigencia de seis días, tiempo suficiente para que los abogados de don Melchor y los peritos designados ex profeso coincidieran en que las firmas de don Melchor y las de los documentos probatorios se parecían tanto como las del padre Hidalgo y las del obispo Abad y Queipo, o las de la madre Teresa de Calcuta y Norma Jeane Mortenson (luego Baker y finalmente Marilyn Monroe), de Los Ángeles, California. Al poco tiempo don Melchor murió, tal como relaté renglones arriba. Del depa de Periférico Sur ya no sé nada, pero del de Manhattan, según informaciones recientes, se dice que sigue siendo propiedad Perrusquía y aumentando su costo, que a la fecha supera 4 millones de dólares. ¡ In God we trust!, que como nos enseñó Jardiel Poncela hace muchos años, significa ¡el tiempo es oro!

Me restan cinco nombres: doña Andrea Azcárraga, Elías Sacal Cababie, Marcos Sacal Cohen, Juan Francisco Beckman y don Alejandro Ramírez Magaña. Con ellos termino mi inexplicable inclinación de real estate advisor o simple maratonista de bienes raíces. Platicaremos de ellos la próxima semana, pero, como contra toda costumbre tengo unos rengloncitos a mi favor, los aprovecho para anunciar algunos comentarios sobre los que no aguanto las ganas de anexar los propios: Eduardo Rovelo, titular de la Contraloría General de la Ciudad de México, dice: ¡Imposible eliminar la corrupción!, ¡la corrupción nunca se va a eliminar!

Miguel Ángel Mancera: Izquierda unida, sí, pero sin condiciones.

Ídem: Like a la vida: el suicidio no aplica (campaña mediática que lanzó el jefe de Gobierno para inhibir en los jóvenes la idea de morir).

El inimputable Fox públicamente amenaza con personalmente retirar la licencia de circular por el planeta a Andrés Manuel López Obrador, si el pueblo no se atreve. Esta afirmación es de tomarse en serio, porque en Guanajuato la vida no vale nada. De no ser así, la baladronada no tendría visos de realidad. ¿O alguien le creería a don Mandil una erogación no autorizada por doña Bárbara o sus retoños?

¿A poco no después de mi error de haber denunciado a nuestra quinta columna antitrumpista en el corazón de Manhattan no merecíamos un descanso?

PD: Sincero pesar me produjo la noticia de que Érika Rodríguez se vio obligada a darse de baja de la multitud. A todos los suyos les aseguro que comparto la pena por su ausencia.

Twitter: @ortiztejeda