Opinión
Ver día anteriorMartes 1º de agosto de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Revolucionarios o civilizionarios?
E

sta es una nueva vuelta de tuerca sobre el tema que abordé en una entrega anterior. Mis vivencias de las últimas semanas me han venido a confirmar lo esencial de lo propuesto y me han despertado a nuevos destellos. Hoy examinaremos el paso de lo revolucionario a lo civilizionario. ¿Se había usted imaginado, apreciad@ lector@, vencer a la modernidad industrial, capitalista y tecnocrática desde su mismo hogar? Veamos.

Una de las principales limitaciones para salir de la pesadilla contemporánea, si no es que la mayor, es que las ideas de emancipación siguen ancladas, fuertemente amarradas, a la idea de la revolución como toma del poder político. Esta idea opera como la brújula ideológica que guía las acciones de quienes pretenden la transformación violenta (por la vía de las armas) o pacífica (por la vía electoral). El revolucionario construye su imaginario de transformación social a partir de tres dogmas. El primero es que imagina la toma del poder político como su meta final, sublime y suprema, como la llave mágica a un nuevo paraíso. Da su vida entera por eso. El segundo es que, en consecuencia de lo anterior, la historia queda radicalmente dividida entre el antes y después de ese suceso. Nada cambia sino hasta el advenimiento del acto revolucionario por excelencia: la ¡toma del poder estatal! El tercero es que se concibe la realidad como un todo absoluto. Las sociedades son absolutamente feudales, capitalistas, comunistas, socialistas, etcétera, revelando un pensamiento que convierte al mundo en una caricatura. No se puede concebir la idea de que existen resquicios, grietas, resquebrajaduras, zonas que resisten o que no han sido capturadas por la sociedad hegemónica. En síntesis la idea del derrocamiento de los poderes fácticos mediante la toma del poder estatal se convierte en una obsesión y, más que eso, en un delirio.

Hoy, por vez primera, comenzamos a decantar una opción diferente, y por lo mismo vislumbramos ya los caminos que se deben transitar en el proceso de emancipación social y de restauración ecológica que el mundo contemporáneo necesita. Las veredas surgen no de sesudas y complicadas elucubraciones teóricas, ni del análisis de una larga casi interminable lista de obras que el despotismo ilustrado nos ha heredado, pues al fin y al cabo nacimos irremediablemente como parte de la tradición eurocéntrica y sus inventos ideológicos (E. Dussel). Brotan de las batallas por la vida en México y buena parte de Latinoamérica; por las luchas contra los proyectos de muerte que hoy se han convertido en los arietes para la supervivencia de la civilización moderna, cuyas élites parásitas y depredadoras necesitan con urgencia extraer, de donde sea y como sea, minerales, petróleo, gas, uranio, agua, biodiversidad, madera, carne, pescado, oxígeno y paisajes. Y hoy cada vez más, las resistencias y proyectos alternativos se realizan a nombre de la naturaleza. Aún más: es la naturaleza misma la que erige y pone en acción a un nuevo tipo de agente social y político: los civilizionarios, que toman cuerpo en entes colectivos, polícromos, transgeneracionales y multiculturales. Los centros neurálgicos de la lucha ecopolítica se han trasladado de las ciudades industriales y sus ágoras como el parlamento, las fábricas o los escenarios académicos, a los territorios o espacios rurales y urbanos que el capital corporativo, el instrumento del neoliberalismo, busca invadir, expropiar y convertir en proyectos de muerte: regiones, municipios, comarcas, reservas naturales, pero también barrios, edificios, condominios, colonias, parques. La sociedad despierta y se organiza y se vuelve sutilmente subversiva, serenamente radical.

He aquí que surgen las diferencias. El civilizionario busca construir el poder social o ciudadano, el empoderamiento de los colectivos sociales. Si bien no desecha la opción electoral, concibe un gobierno de izquierda, como aquel capaz de diseñar una política de autocontención y de traslado gradual de poder hacia la sociedad civil, el empoderamiento ciudadano (descentralización, presupuesto participativo, referendos, parlamentos independientes y autogestivos). En esencia el revolucionario busca transformar sociedades mediante la toma del poder político, el civilizionario persigue una transformación civilizatoria mediante la construcción gradual y acumulativa del poder ciudadano (que va liberando territorios y espacios) y ya no por una revolución sino, como dijo Edgar Morin, a través de una metamorfosis: del cambio orgánico. A la civilización moderna, al ogro industrial, al hombre de hierro con su enorme poderío corporativo, técnico y militar no se le enfrenta con sus medios, sino con los que la historia natural y cultural de la humanidad nos ha enseñado (y por lo cual logró su evolución): ¡lo orgánico! Las redes y los rizomas contra los aparatos y las máquinas. Así, contra el encadenamiento y la dependencia, la autogestión y la autosuficiencia, contra los gigantescos megaproyectos la pequeña escala, ante la energía mineral (petróleo, gas, uranio) lo solar, ante los mares de basura el reciclaje, frente a los bancos que nos roban las cajas de ahorro, ante los partidos políticos las comunidades que se autogobiernan, frente a los corporativos las cooperativas, y ante la violencia y la guerra, la paz y la resistencia pacífica. Los civlizionarios poseen una conciencia global, actúan localmente y saben que no es posible la emancipación social sin la restauración ecológica, y viceversa. Y, oh sorpresa, todo esto comienza a ponerse en práctica en el hogar mismo. En la micropolítica doméstica comienza la liberación.

Si en tu pueblo, comunidad, barrio, organización o colectivo defienden la vida, la Madre Tierra y el territorio frente a las reformas estructurales, las zonas económicas especiales, ante el incremento de proyectos de desarrollo e infraestructura como presas, minería, eólicos, explotación de hidrocarburos, entre otros; participa y súmate. Estas palabras, de Michela Ardizzonion, activista italiana, tomadas de su libro Beyond Monopotly, son una arenga civilizionaria que se ha gritado infinidad de veces y hoy moviliza a millones en todo el planeta. Conforme los revolucionarios se vayan transformando en civilizionarios, el cambio civilizatorio avanzará hasta que la modernidad de hoy sea remplazada por una nueva. Resultado de las acciones, proyectos y sueños de otra generación de seres humanos.