Política
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Retazos de historias de antagonismos
V

arios países europeos vivieron una historia de siglos de conflictos que culminaron con la Se­gunda Guerra Mundial. Nunca antes había sufrido la humanidad pérdidas humanas y materiales de tales dimensiones. Jamás se había visto un volumen semejante de recursos económicos vueltos desperdicio canalla. Al menos 16 millones de militares y 26 millones de civiles fallecieron a causa del conflicto. 

De ese infierno nació el anhelo europeo de terminar para siempre con los innombrables conflictos inútiles que padecieron. Una larga cadena de hitos históricos iniciada, como es sabido, con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, creada en los años 50, inicia el proceso de acuerdos indispensables con que se funda la Unión Europea en 1992.

La UE tenía también otros propósitos políticos, además del de terminar con los conflictos de siglos. Se trataba de exorcizar a los demonios del fascismo y del nazismo, y de crear un búnker para parar el comunismo de la URSS, lo que se hizo con la creación de la OTAN, encabezada por Estados Unidos. Pero al término de la Segunda Guerra empezó otro conflicto de gran magnitud: la guerra fría entre los países de la OTAN y la URSS y sus simpatizantes, acompañada de guerras calientes en múltiples geografías.

Para parar el comunismo, también, se instituyó en esos mismos países el estado de bienestar; y para impulsar la economía mundial, se adoptó la economía y política económica keynesianas. Adicionalmente se crearon los instrumentos e instituciones con que Estados Unidos, como potencia dominante, y los demás países industrializados, gobernarían la economía mundial, es decir, creación del FMI y del Banco Mundial, y se adoptó el dólar estadunidense como la divisa internacional para los intercambios; además, dio inicio un proceso gradual de ampliación de la democracia: la exclusión social disminuyó en los países desarrollados. Algo de esas medidas alcanzó a beneficiar a los países periféricos.

Pero, alrededor de 1970, el gozo se fue al pozo. La política keynesiana había empujado vigorosamente la economía de los países centrales, dotando de un contexto internacional favorable al crecimiento de un número importante de países subdesarrollados. La economía keynesiana era una política liberal, de libre mercado, pero el Estado se ocupaba de controlar sus excesos o sus desequilibrios más acentuados, a fin de regular, suavizándolos, los ciclos de auge y de crisis económica que es el modo de ser del capitalismo, al tiempo que fijaba como los objetivos de la política económica el crecimiento y el empleo.

La economía keynesiana y el estado de bienestar marchaban, pero cargaban consigo un hoyo negro: los acuerdos de Bretton Woods, nada keynesianos, que fueron impuestos por Estados Unidos a los destrozados ganadores de la Segunda Guerra. La URSS pasó a ser el peor enemigo aunque había sido acaso el factor decisivo en la derrota de Alemania. Bretton Woods, desde luego, no tomó en cuenta la necesidad del desarrollo del inmenso mundo periférico, y con el establecimiento del dólar como la divisa internacional, ligada al oro, y el resto de las monedas ligadas al dólar, la provisión de dólares a la economía mundial sólo podía ocurrir mediante el permanente y creciente déficit comercial externo de EU. A este país le fue imposible cumplir los acuerdos referidos: en el mundo circulaban muchos más millones de dólares que el oro que EU tenía en Fort Knox, donde se resguardaba el oro que era de todos y que cesó de serlo. A partir de 1971 EU, para pagar, sólo tenía que crear papel fiduciario estadunidense, dando así una cínica ventaja gigantesca a EU. Los demás tenían que producir.

Adicionalmente el perfil tecnológico que se desarrolló a partir de la Revolución Industrial, había quedado agotado en la década de los años 70: la productividad cesó de crecer. En esos años empezó la desindustrialización estadunidense.

La economía keynesiana cesó en su función, y el Estado de bienestar inició su declive, al tiempo que la versión neoclásica de la economía liberal, el neoliberalismo, dio el salto para dominar la palestra, no fuera ser que el Estado de bienestar migrara hacia el socialismo (un socialismo que no existía: la URSS mostraba que había sido una brecha hacia el capitalismo).

El primer gran experimento del modelo neoliberal, que se impuso en 1973 mediante la masacre, ocurrió en Chile, hazaña del poder yanqui. Con Allende se intentaba hacer avanzar, desde el gobierno, una experiencia que provenía de movimientos populistas.

El primer gran grito de rechazo contra el neoliberalismo fue el que lanzó al mundo el EZLN surgido en el estado de Chiapas en 1994. Un grito que fue oído por todo el planeta, gracias a la eficaz teatralidad barroca del subcomandante Marcos.

El objetivo del EZLN era, según Marcos, ¿la toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo; y la Declaración de la Selva Lancandona indicaba que el EZ lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz...; lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático. Reivindicaba desde los pueblos originarios una cosmovisión propia, y su demanda o divisa más global reza: Nada sin nosotros. Una diáfana demanda democrática de inclusión.

Las reivindicaciones del EZ corresponden al populismo del que hemos venido escribiendo en este espacio, desarrollado a partir del pensamiento de Gramsci; un populismo cuyos brotes están a la vista por el mundo.