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El Camino Real de Tierra Adentro
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oco tiempo después de que la Ciudad de México se levantara sobre las ruinas de la Gran Tenochtitlan, se retomó el afán español por conquistar nuevos territorios. En 1531 se dirigen hacia el norte y fundan San Juan del Río y Querétaro. Más adelante comienzan los hallazgos de vetas de plata en Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas, sitios donde se fundan pueblos, misiones y haciendas ganaderas y se desarrolla una cultura con características propias.

Al paso del tiempo, las poblaciones se convierten en ciudades y la bonanza argentífera propicia la construcción de hermosa arquitectura en casonas, templos y conventos.

La inagotable ambición y curiosidad de unos y el interés de algunos buenos frailes por llevar la palabra de Dios a los indígenas, los motivaron a continuar el camino hacia el norte. Así se establecieron asentamientos en lo que hoy son Durango, Parras, Valle de Allende, Chihuahua, Ciudad Juárez, El Paso, Alburquerque y Santa Fe. A partir de la invasión estadunidense en el siglo XIX, estas tres últimas son parte del país vecino.

De esa manera se desarrolló el Camino Real de Tierra Adentro, que fue el más largo del continente americano en la época colonial. Con el apoyo de diversas instituciones, alrededor de 200 investigadores llevaron a cabo un arduo trabajo que duro casi dos décadas. El fruto fue un sólido expediente, que dio pie a que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo declarara Patrimonio de la Humanidad.

Recientemente esa rica información ha dado vida a un libro extraordinario: Cinco siglos de identidad cultural viva. Camino Real de Tierra Adentro Patrimonio de la Humanidad. Coeditado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Gobierno del estado de México, busca revalorar la herencia cultural del norte de México y de los connacionales que quedaron del otro lado de la frontera.

La declaratoria de la Unesco agrupa 60 sitios, entre reales de minas, haciendas y ciudades.

El Camino Real de Tierra Adentro fue una especie de columna vertebral geográfica y cultural, que cruzó del centro del territorio al extremo norte. A lo largo de 2 mil 600 kilómetros circularon mucho más que plata y mercancías; se intercambiaron conocimientos, valores creencias religiosas y tradiciones. Se confrontaron distintas concepciones del mundo, patrones estéticos y formas de organización social.

El descubrimiento, intercambio y mestizaje de ingredientes y sabores fueron conformando una gastronomía propia, influida por la geografía y el clima.

En la presentación del libro el director del INAH, Diego Prieto, mencionó que esa ruta histórica constituye el camino más importante para entender cómo la colonia española se convirtió en una nación con identidad, pluriculturalidad, sentidos y símbolos propios.

El 2 de agosto pasado se cumplieron siete años de la declaratoria de la Unesco, con tal motivo la Autoridad del Centro Histórico que dirige con gran eficacia Jesús González Schmall, organizó un coloquio. Se sumó el entusiasmo de Berta Cea, directora del antiguo Colegio de San Ildefonso y parte de las actividades se realizaron en esa institución.

El cierre fue en la Plaza de Santo Domingo, en la que se dio una representación histórica de la ruta por la Compañía Fénix Novohispano y una conferencia.

De este sitio partían las caravanas que emprendían la azarosa ruta. Aquí se encontraba la aduana, donde se pagaban las alcabalas (impuestos) de las mercancías que entraban y salían.

Tomaban por la calle Real de Santa Ana, hoy avenida Peralvillo y hacían una parada en el templo de la santa que bautizaba la vía para pedirle que los cuidara en el camino. De retorno se repetía la acción para dar gracias por haber regresado con bien. Unos pasos adelante pasaban la garita de Peralvillo.

La historia sigue, pero léanla en el libro porque ya es hora de comer.

Ya que estamos en la majestuosa plaza, vamos a la Hostería de Santo Domingo a saborear una enfrijolada, que es una buena sopa y una pechuga con nata.