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Los universitarios pagaron caro sus errores en el Azteca

América derrota 2-1 a Pumas
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Bryan Rabello disputa el balón al americanista Cecilio Domínguez, quien dio el triunfo a su equipo al cobrar un penalFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Domingo 6 de agosto de 2017, p. a31

Todas las derrotas duelen, pero ninguna como la que propina el más repudiado de los rivales. Pumas perdió 2-1 ante América en el estadio Azteca. Cayó dando pelea, pero cometió errores que le costaron caro: dos penales, uno injusto, otro merecido. Los dos cobrados a lo Panenka; el primero, errado como un disparate; el segundo, un acierto como un alarde.

El primer gol de América cayó al minuto 20, obra de Oribe Peralta; el empate estuvo a cargo de Nicolás Castillo, al 33. El de la victoria, al 78, mediante un penal que cobró Cecilio Domínguez.

Pumas se mostró peligroso y con confianza, pero un error en la defensa, donde la pálida presencia de Josecarlos van Rankin apenas se notó, creció hasta grados intolerables. Darwin Quintero se escapó por el costado derecho sin que ningún universitario pudiera acecharlo. Rumbo a la portería de Saldívar, oteó en el extremo opuesto a Oribe Peralta, solo, sin la menor amenaza de una sombra contraria. Antes de caerle la pelota, el delantero americanista tuvo todo el tiempo y la comodidad para imaginar su disparo. Lo definió con maestría, bombeando al portero auriazul al meter el primero de las Águilas.

Pumas recompuso el camino cuando parecía que naufragaba. Fue mediante una jugada inesperada, apenas rebasada la media hora, que no lucía peligrosa. Néstor Calderón, a quien hasta ese momento nadie había notado, apareció para pelear una pelota y desplegarse por la banda derecha, sirvió para Mauro Formica, quien no pudo mandar al arco, pero en cambio la pelota quedó inmejorable para el oportuno Nico Castillo, que remató con la cabeza con eficacia para el empate al minuto 33.

El primer tiempo estaba a punto de terminar en un vaivén de vértigo. Un penal dudoso que representó la oportunidad del América para adelantarse. Gerardo Alcoba perseguía la pelota y un empellón ligero contra Bruno Valdez, quien dramatizó el contacto, aunado a una mala decisión arbitral, les obsequió un penal injusto. El encargado del cobro fue Silvio Romero. Enfiló flojo, sin carácter, rumbo al manchón. El tiro fue todavía peor. Un disparo efectista y exagerado, blandengue, que quiso ser un Panenka. Saldívar se transfiguró en un portero firme que ya se había inclinado hacia su izquierda, pero que ante el disparo soso tuvo tiempo para reaccionar espectacularmente y tapar con la mano. Una salvada merecida para una falta inexistente.

La afición no perdonó. Cuan-do Romero dejó la cancha al minuto 66 se marchó acompaña-do de un estridente abucheo. El coro le reclamó la soberbia que les negó un gol, el cual era un mero trámite.

Nico, el héroe en la primera parte, cometió un error en la segunda. Metió la mano en una jugada en el área de su equipo y le costó un penal. Esta vez genuino. El cobro era un reto, un dilema sicológico. Saldívar provocó a Ce-cilio Domínguez y lo desafío a que intentara picarlo como el que falló su compañero. El americanista no se intimidó, temerario, lo picó a lo Panenka, pero este sí con fortuna y gracia. Un 2-1 que dolió a los universitarios. Nico pateó la pelota lejos, repleto de rabia.

Los números, las estadísticas frías, permanecieron intactas. Miguel Herrera no ha perdido nunca contra Pumas. Francisco Palencia no sabe lo que es ganarle al América.