Opinión
Ver día anteriorLunes 7 de agosto de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El pueblo al margen
L

a muerte violenta de el antes desconocido Felipe de Jesús Pérez Luna, alias el Ojos, y siete personas en Tláhuac, aparte de lo sangriento del hecho, hubiera pasado como un caso más en la guerra en contra del narcotráfico y la delincuencia, emprendida por Felipe Calderón y continuada por el actual presidente Peña Nieto. Así sería si no se hubiera visto la oportunidad para atacar ferozmente al delegado, a su partido Morena, al líder de este partido Andrés Manuel López Obrador; les pareció a los genios creativos del sistema, una excelente carambola de tres bandas.

Sin embargo, las cosas no parecen tan claras ni fáciles. Hay cabos sueltos y el oportunismo político tan negativo para México mostró sus cartas y provocó desconfianzas e incógnitas que deben aclararse. Notable ha sido la actitud del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, quien viajaba muy lejos de la capital haciendo caravana con sombrero ajeno, cuando en el corazón de Tláhuac un comando bien armado de la Marina, en operación precisa y eficaz, tomó una colonia entera, se apostó en cruces y esquinas, abatió a ocho personas y detuvo a varias. No poca cosa, por supuesto, son ocho muertos.

Un cartón del agudo y culto colaborador de La Jornada que firma como El Fisgón, describe mejor que mil palabras lo que pasa; la caricatura se titula Algo huele mal en el país, aparecen dos personas derritiéndose ambas, así como el periódico que una de ellas tiene en las manos, en una especie de fango o algo más repulsivo; el certero texto del globito dice lo más grave es que cada día es más difícil distinguir dónde empieza la corrupción y dónde las campañas de difamación (3/8/17). El mismo día, en la leída columna Ciudad Perdida, del constituyente capitalino Miguel Ángel Velásquez, en referencia a la Inquisición en que se transformó la Asamblea Legislativa comenta: Por mientras eso pasa, Tláhuac se convierte en un instrumento de la mala política para usarse contra el opuesto.

El delegado Rigoberto Salgado tuvo el buen tino de no desaparecer como hicieron algunos gobernadores panistas y priístas. Se presentó temprano a la cita de la asamblea, dio la cara a sabiendas de que iban a tratar de acabar con su reputación y con su carrera política, demostró con ello su decisión personal de defenderse y de aguantar la andanada; negó cualquier vinculo con la delincuencia y contestó preguntas insidiosas, como esta de que si conocía la ola de violencia que venía operando durante años, como si las olas operaran y como si alguien ignorara que en todo el territorio nacional y en la capital del país, los índices delictivos van al alza y esto sucede ante los ojos de gobernantes y gobernados.

Aclaró debidamente que la seguridad de la ciudad y, por tanto, de la delegación Tláhuac, corresponde a la Secretaría de Seguridad Pública y que la persecución de los delitos toca a la Procuraduría de Justicia, ambas dependencias de la jefatura de Gobierno y no del delegado.

Sin pretender defender a nadie, si no es a la gente, es necesario dejar claro que el término “ cártel” no es preciso, lo mismo se le puede dar ese nombre a una gran organización como la de Los Zetas, la del Pacífico o La familia michoacana, que a una pandilla de Tepito o al grupo aparentemente periférico que quienes lo mataron, aseguran comandaba Pérez Luna. Debe tomarse en cuenta también, cuando se analiza el asunto, el entierro tumultuario del abatido y la indignación mucha gente por lo acontecido; una autoridad sensible no puede cerrar los ojos ante esto, algo significan.

Otro dato es la doble unanimidad, una entre los medios que tradicionalmente apoyan al sistema y prácticamente brincaron como un resorte cuando se supo la noticia de bajas y detenidos en Tláhuac; comentarios por radio y columnistas, cada uno con su estilo, salieron todos a condenar al delegado y a su partido; la otra unanimidad sucedió en la Asamblea Legislativa, en la que los partidos antes aliados en el Pacto por México, se lanzaron como un solo hombre o una sola mujer, en contra de quien resistía en el banquillo de los acusados; trascendió un correo con el texto: Por favor, Mariana, no dejes ir vivo al delegado. La verdad es que salió como pudo y aún le falta, muy probablemente, enfrentar a otras autoridades.

El asunto, como se ve, tiene aristas y no se puede juzgar solamente con la información digamos oficial, hay que pensar y analizar con objetividad. La nota de color la da una fotografía digna de un premio internacional; aparece en la portada de El Universal y en otros periódicos.

Con gesto enérgico, chamarra de cuero y mirada firme, aparece Mancera al frente de camiones de policía que avanzan sobre Tláhuac, arriba un helicóptero, seguramente artillado, revolotea. Como Rommel en la película La Batalla del Alamein lanzando sus tanques. Parece decirnos, lo importante es la foto, lo insignificante es la gente, su pobre economía que se consuela con 2 mil pesos y su opinión.