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La lucha por la forma del excedente
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alabras extrañas, probablemente. Aun cuando el excedente es un concepto clave en la comprensión de los antagonismos que cruzan la sociedad capitalista, que no es posible superar en una sociedad dividida en clases, el concepto permanece en el desconocimiento o en el olvido de las izquierdas prácticamente en todas partes. Es imposible superar esos antagonismos porque en ellos no cabe consenso alguno. ¿Puede llegarse a un consenso entre las clases sociales sobre una tasa de explotación aceptable?

No obstante, es posible pensar en una mejora continua del empleo y de las condiciones de vida, si la lu­cha por la inclusión de los excluidos logra pesar crecientemente en la política económica, especialmente en la inversión pública. Es esta lucha la que está relacionada con las ideas que encierra el título de este artículo.

Téngase presente que en el sistema capitalista el conflicto político más general no se da entre las clases sociales. El cambio social ocurre en el espacio autónomo de lo político, que involucra a la economía, por supuesto, pero no es un enfrentamiento de clase contra clase. De este modo, si un movimiento populista lucha por la radicalización de la democracia, es decir, por el abatimiento de la exclusión, es decir, por la inclusión real de todos a los derechos de todos y a los bienes que produce la sociedad (la nutrición, la educación, la salud, el ocio), es decir, por el abatimiento de la inicua desigualdad que como nunca domina la escena social en el mundo, es preciso que la política mande sobre la economía; y si ese movimiento accediera a las instituciones, o al menos llega a pesar lo suficiente sobre las decisiones políticas acerca de la marcha de la economía, es esencial no perder de vista ese referente teórico que es el excedente, a la hora de la formulación de las políticas económicas y sociales de Estado.

En lo que sigue haremos un bosquejo sobre el concepto que nos ocupa. El concepto al que hacemos referencia, en El capital se llama producto excedente (capítulo VII, tomo I, apartado 4, en la traducción de Wenceslao Roces, FCE; en la que estuvo al cuidado de Pedro Scaron, Ed. Siglo XXI, se traduce como pluproducto). Nada cambia en cuanto al contenido del concepto entre ambas traducciones. Agreguemos que el uso más generalizado para quienes conocen la obra de Marx es simplemente excedente.

Marx veía el producto anual total y el neto, desde varios puntos de vista. Uno de ellos es este: producto necesario + producto excedente = producto neto.

El producto necesario es la parte del producto neto que constituye el agregado de los medios físicos vitales destinados al mantenimiento normal y la reproducción de la vida de los trabajadores del sector productivo en las condiciones sociales y económicas existentes. A esos medios físicos también se les llama bienes-salario.

El producto excedente es la parte del producto neto total físico, cuyo valor es igual a la magnitud de la plusvalía. Ambas partes del producto neto provienen del trabajo de los asalariados de los sectores productivos.

El producto excedente, en términos dinerarios, nos aparece como ganancias de la industria y ganancias de la agricultura capitalista, y más tarde –conceptualmente– aparecen como la distribución de parte de esas ganancias en ganancias del comercio (sector que también puede agregar valor al producto en actividades como el empaque o el transporte), o como los intereses financieros, así como en la forma de los salarios distintos a los pagados en el sector productivo, y como impuestos y otros ingresos del Estado.

Ese conjunto de ingresos constituye el excedente, el cual cobra la forma física final de consumo de los capitalistas, de la inversión realizada por los mismos, y de los bienes materiales en que se traduce el gasto corriente y la inversión públicos.

Queda claro entonces que no es lo mismo que el excedente tenga la forma física de mansiones inimaginables donde ocurre el boato insolente de los de arriba, o la forma de yates de millones o de autos superlujosos, o que tenga la forma de una inversión para producir joyas extravagantes para los ricos, a que tenga la forma de inversión en una fábrica o en un agrocultivo que produzcan bienes-salario. Así, la lucha por la forma del excedente es lograr que la inversión vaya a la producción de bienes-salario.

Es preciso que crezca aceleradamente la inversión en la producción de bienes-salario, porque así se crea empleo, a que la inversión obliga, se pagan salarios, y se producen los bienes que esos salarios compran. La soberanía alimentaria, una clave.

Nadie va a obligar a los capitalistas a producir bienes-salario. Luego entonces es inexcusable una reforma fiscal cierta y suficiente. Con los ingresos públicos pueden montarse empresas productoras de bienes-salario, incluso en asociación con los privados, porque, dada la vasta proporción de los excluidos sobraría mercado para producir y para absorber esa producción. Y los privados que quieran producir bienes salario, bienvenidos.

La inversión en la producción de bienes-salario, como puede advertirse, significa avanzar en la inclusión social por la vía del empleo. Un lapso prolongado de inversión acelerada, significa más ingresos para el Estado, porque habría partido de una reforma fiscal cierta, y porque la inversión y el empleo referidos elevarían el producto y, por ende, la recaudación fiscal. Todo ello podría convertirse en una de las espirales virtuosas que empujan el desarrollo.