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Más sobre la contaminación atmosférica
L

a referencia que hice el lunes pasado a médicos que han colaborado en la lucha contra la contaminación y en defensa de la salud pública, se enriquece con información de varios lectores que piden agregar a otros que también han cumplido su deber en esos campos. Como el doctor Manuel Velasco, pediatra de Torreón, Coahuila. Ante algunos síntomas extraños en niños a su cargo, a fines del siglo pasado les mandó a hacer análisis de plomo en sangre. Descubrió que una parte muy importante de ellos tenía concentraciones 10 veces mayor que las máximas aceptables.

Manuel Velasco informó de su hallazgo a las autoridades locales, estatales y federales, sin respuesta alguna. Decidió entonces hacerlo público en un diario de la Ciudad de México. Por su parte, grupos sociales, encabezados, entre otros, por el maestro Francisco Valdés Perezgazga, presionaron fuertemente y obligaron a que, por primera vez, la poderosa empresa MetMex Peñoles, ubicada en una zona céntrica de Torreón, rodeada de viviendas y negocios diversos, realizara cambios en sus sistemas de control de contaminantes. A la par se hizo evidente la connivencia de las instancias oficiales (medio ambiente y salud) con la citada empresa.

De los efectos nocivos que causaban el plomo y otros peligrosos contaminantes debido a los hidrocarburos se ocupó desde los años 80 del siglo pasado el grupo de trabajo que encabezó el doctor Eduardo Palazuelos en la Ciudad de México y su zona metropolitana. Las huellas de plomo que encontraron en las muestras de sangre de la población sobrepasaban por mucho los máximos aceptables fijados por la Organización Mundial de la Salud. Exigieron entonces que el gobierno federal obligara a Petróleos Mexicanos a mejorar la calidad de las gasolinas. Algo muy viable si nuestra principal empresa pública no sufriera el saqueo de algunos de sus directivos y contratistas, y de los corruptos líderes del sindicato.

Otros estudios relacionados con los contaminantes los efectuó el doctor Raúl Cicero sobre las partículas suspendidas generadas por el parque vehicular. En especial las más pequeñas (PM2.5) porque penetran con más facilidad en el sistema respiratorio y en los pulmones y llegan a los alveolos. A ellos se agregan los de Fernando Cano Valle y el personal del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, que también han abordado los daños que ocasiona el ruido en la salud. Sobre este último campo (como en los demás referidos a la contaminación atmosférica), las medidas oficiales para disminuirlo dejan todavía muchísimo que desear.

Pendientes de cumplir están los compromisos oficiales para eliminar la generación de bióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno en los hidrocarburos. Los trabajos de los doctores Humberto Bravo Álvarez y Armando Báez, del Instituto de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México, muestran que estamos lejos de cumplir con las normas vigentes, por ejemplo, en Estados Unidos y Canadá.

Si nos atenemos a las investigaciones de otros distinguidos profesionistas dedicados a medir e informar sobre los daños que la contaminación ocasiona en la salud pública, se comprueba que lo han hecho con datos fehacientes desde hace más de medio siglo –como el doctor Enrique Márquez Mayaudón– y que siempre exigieron de las instancias oficiales tomar medidas urgentes para resolver un problema que sigue afectando a millones de personas en México, y que cada año ocasiona más de 22 muertes. Además, los doctores Julio Flores, Sergio López Moreno y Lilia América Albert publicaron en 1995 un libro que no pierde vigencia: La contaminación y sus efectos en la salud y el ambiente.

Cada sexenio se anuncian planes para acabar con un problema que se arrastra desde hace décadas. La realidad muestra que no hay continuidad en los programas para reducir la contaminación atmosférica, mientras florece el negocio de la venta de coches particulares. Sólo en la capital de la Repúbica se incorporan cada día más de mil nuevas unidades. En tanto, todas las ciudades del país carecen de un transporte público moderno, cómodo y eficiente, elemento fundamental para hacer realidad lo que tanto prometen los ­funcionarios.