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Su respuesta a la violencia en Virgina, tardía e insuficiente, denuncian activistas

Trump cede a la presión en EU y condena a supremacistas blancos

Ultraderechistas festejan su exitosa muestra de fuerza en Charlottesville y anuncian que habrá más

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Manifestantes en la Quinta Avenida de Manhattan, Nueva York, protestan afuera de la Torre Trump, adonde llegó ayer el jefe de la Casa Blanca. Desde los hechos violentos en Charlottesville, Virginia, las protestas en repudio a los grupos supremacistas blancos se han multiplicado en Seattle, Los Ángeles, Baltimore, Dallas y WashingtonFoto Afp
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 15 de agosto de 2017, p. 22

Nueva York.

Cediendo a una creciente presión política, el presidente Donald Trump finalmente denunció a las agrupaciones de odio racial, dos días después de que su festejo fascista detonó un acto de terrorismo que dejó a una mujer muerta y 19 heridos en Charlottesville, Virginia, pero sólo después de que su tibia y ambigüa primera respuesta fue casi universalmente reprobada.

Mientras tanto, los extremistas festejaron su muestra de fuerza como un éxito y prometieron más.

El racismo es el mal, y aquellos que causan violencia en su nombre son criminales y hampones, incluido el KKK, los neonazis, los supremacistas blancos y otros grupos de odio que son repugnantes a todo lo que apreciamos como estadunidenses, indicó en una breve declaración preparada desde la Casa Blanca. También informó que el Departamento de Justicia ha iniciado una investigación sobre violaciones de derechos civiles en los incidentes violentos de Virginia.

Fue la primera vez que Trump denunció a los grupos por su nombre, después de que el sábado pasado sólo condenó los actos de violencia de todos los bandos, lo cual llevó a que hasta políticos prominentes del propio Partido Republicano criticaran su ambigua respuesta, junto con un amplio abanico de voces por todo el país.

El propio vicepresidente, Mike Pence, y el procurador general, Jeff Sessions –quien hace 30 años no logró ser ratificado por el Senado como juez federal por ser considerado racista– emitieron sus condenas directas contra estas agrupaciones, antes que su jefe.

Más aún, sus comentarios, que fueron resultado de presiones políticas y la insistencia de su jefe de gabinete, John Kelly, entre otros, se dieron después de que Kenneth Frazier, el ejecutivo en jefe de la gigantesca farmacéutica Merck, y uno de los pocos afroestadunidenses en las primeras filas del sector privado, renunció al Consejo Manufacturero del presidente Trump esta mañana en protesta por su débil respuesta a los actos violentos de la ultraderecha en Charlottesville, decisión elogiada por otros líderes empresariales.

Trump tardó poco más de 50 minutos –y no dos días– para criticar a Frazier, al publicar en Twitter que ahora el ejecutivo podría regresar a trabajar para reducir los precios inflados de los medicamentos.

Sessions ya había declarado –esta mañana– que la muerte de Heather Heyer, de 32 años, activista local de derechos civiles que formaba parte de la contraprotesta contra los racistas y fascistas en Charlottesville, se debió a un acto de terrorismo doméstico. Un joven neonazi la atropelló, y a otras 19 personas (cinco siguen en estado crítico) el sábado al atacar con su automóvil a un grupo de antirracistas.

Por otro lado, líderes de los movimientos extremistas que organizaron el acto de Unir a la derecha en Charlottesville, donde se congregaron diferentes corrientes viejas y nuevas de la ultraderecha militante, desde el Ku Klux Klan (KKK) y organizaciones neonazis, hasta grupos fascistas como Vanguard America, junto con integrantes de milicias y lo que hoy se llama la alt-derecha que incluye a ultranacionalistas blancos, expresaron que su fin de semana en Charlottesville fue un éxito.

Fue una absoluta y asombrosa victoria para la ultraderecha, declaró Matthew Heimbach, líder del llamado Frente Nacionalista, entidad neonazi. Fue una enorme victoria moral en términos de muestra de fuerza, comentó a los medios Richard Spencer, una de las figuras prominentes de estos movimientos extremistas con abiertas simpatías nazis, el sábado pasado. David Duke, ex dirigente nacional del KKK, había declarado que esto marcaba un paso en la lucha para “recuperar America” y que “vamos a hacer cumplir las promesas de Trump. Eso es en lo que creemos, es por ello que votamos por Donald Trump… porque dijo que él recuperaría nuestro país”.

Líderes de la derecha extrema culparon a la policía y a los contra manifestantes por la violencia. Vale recordar que varias de estas agrupaciones ultras se presentaron y marcharon portando armas automáticas (lo que es legal en Virginia como en muchos otros estados), junto con palos y escudos.

El sitio neonazi The Daily Stormer, anunció que habrá más actos. Pronto. Vamos a empezar a hacer esto sin cesar, a través del país, y advirtió: vamos a hacerlo más grande que Charlottesville, vamos hacer esto enorme.

La FBI y el Departamento de Seguridad Interior habían advertido hace meses que los supremacistas blancos han sido responsables de 49 homicidios en 26 atentados entre 2000 y 2016 más que cualquier otro movimiento extremista doméstico, según un boletín de inteligencia obtenido por Foreign Policy. Desde hace tiempo, oficiales de seguridad pública han declarado que la violencia ultraderechista es la mayor amenaza terrorista en Estados Unidos.

Algunos críticos, opositores políticos y activistas de derechos civiles y humanos indicaron que la condena de Trump no sólo fue tardía sino que resulta insuficiente, e indicaron que aliados de algunas de estas corrientes ultraderechistas que estaban en Charlottesville trabajan dentro de la Casa Blanca, por lo que exigieron su despido. Identificaron a Stephen Bannon, el asesor político del presidente, junto con los asesores Stephen Miller y Sebastian Gorka (quien ha sido acusado de simpatías con movimientos nazis).

Por todo el país brotaron protestas contra la ultraderecha y se realizaron acciones de solidaridad con Charlottesville en las recientes 48 horas, con cientos de manifestantes frente a la Torre Trump y otros sitios de Nueva York, donde pernocta el presidente. El domingo, en manifestaciones que se realizaron en Seattle, Los Ángeles, Baltimore, Dallas y Washington, miles no sólo denunciaron a los ultraderechistas, sino sus vínculos directos con los ocupantes de la Casa Blanca. Estrellas del deporte como el gran basquetbolista Lebron James y los futbolistas de americano Chris y Kyle Long (quienes son originarios de Charlottesville) así como el beisbolista Sean Doolittle condenaron la violencia derechista.

Pero para los que por un momento creen que Trump de repente vio la luz sobre la violencia racista, este lunes el mandatario indicó que está considerando seriamente otorgar un perdón presidencial al ex alguacil Joe Arpaio, quien recientemente fue acusado de desacato por no haber obedecido una orden judicial de cesar sus prácticas racistas en la persecución de indocumentados en Arizona. Ha hecho mucho en la lucha contra la inmigración ilegal. Es un gran patriota estadunidense y odio lo que le ha sucedido, dijo Trump a Fox News el domingo.

El debate detonado por el festejo de odio en Charlottesville –y la contraprotesta que fue el doble del tamaño de los ultraderechistas– gira en torno a las dimensiones de estas fuerzas que siempre han estado presentes en los márgenes de este país. Algunos creen que esto sólo se mantendrá como algo marginal, pero otros señalan que con el ocupante actual en la Casa Blanca el futuro es más ominoso.

Jelani Cobb escribe en The New Yorker: “hemos entrado en una nueva fase de la era Trump (…). Lo que ocurrió en Virginia no es la batalla culminante de este conflicto. Es más probable un prefacio trágico a más de lo mismo”.