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Es frustrante, pues nos quedamos a kilómetro y medio: Badía Bonilla y Mauricio López

Teníamos todo para alcanzar la cima, pero el mal tiempo nos negó la cumbre del K2

A la duda se antepuso la sinceridad y la prudencia para evitar una decisión fatal, relatan

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Por segunda ocasión, la pareja mexicana no logró conquistar el K2, en los HimalayasFoto cortesía de los alpinistas
 
Periódico La Jornada
Miércoles 30 de agosto de 2017, p. a15

Como en un juego adolescente en el que dos chicos de espaldas voltean a la cuenta de tres con una respuesta, Badía Bonilla y Mauricio López, compañeros de vida e integrantes del equipo alpino Una pareja en ascenso, se jugaron el destino. Ninguno quería influir en la decisión del otro sobre atacar la cumbre del K2, en condiciones inciertas o regresar por segundo año consecutivo con la frustración de quedar cerca, esta vez a poco más de kilómetro y medio de la cima. Una distancia que desde la vertical de ese pico de la cordillera del Karakórum, en los los Himalayas, puede representar una elección fatal.

Después de días de meditar en silencio, de largas caminatas en las laderas de roca y hielo de la montaña, interpretando un clima caprichoso con viento cambiante, y de conversaciones sinceras e inacabables, ambos montañistas contaron 1-2-3 y dieron su respuesta. Cara a cara ambos coincidieron en la prudencia de un no espontáneo. Fueron días de duda, de esperar una señal del tiempo que les permitiera asumir el riesgo. Pero ese in- dicio nunca llegó y, en esas condiciones, emprender el ascenso final rumbo a los 8 mil 611 metros les pareció el camino escarpado que conducía al suicidio.

La peor oferta

K2, montaña sagrada y temida por los alpinistas de todo el mundo, por su complejidad para escalar y su inestabilidad climática es una de las más peligrosas. Desde que entró en los libros de topografía en 1856 tardó un siglo para que alguien conquistara la cumbre. La inclinación más pronunciada que en los picos vecinos de la cordillera hacen aún mayor el peligro de avalanchas. Pero el verdadero reto para un montañista es la lotería del clima impredecible.

La ventana climática, periodo incalculable de buen tiempo para atacar y descender la montaña, puede ocurrir en cualquier momento en esta etapa del año, ofrecer más o menos días para in- tentarlo o, en el peor de los escenarios, no suceder jamás. Badía y Mauricio vivieron la peor oferta.

Fue frustrante porque estábamos trabajando muy bien como equipo, lamenta Badía unos días después de volver de aquella expedición; teníamos lo necesario, equipo, técnica, voluntad, actitud y condición física para lograr la cumbre, pero el clima juega un papel importante.

Antes de claudicar, Mauricio López veía el viento. Lo miraba preocupado, porque el reporte que tenía no coincidía con lo que miraba en las faldas heladas del K2. La experiencia que ha acumulado en toda una vida como montañista lo ha convertido en un hombre sereno, un hermeneuta del tiempo que suple la limitación de recursos financieros con la habilidad para recopilar información en una red extensa de conocidos y medios.

Sin impulsos competitivos para que ella y su pareja sean los primeros en nada ni la avidez por ganar patrocinios, Mauricio concibe el montañismo como una experiencia íntima y placentera, repleta de satisfacciones subjetivas que sólo ellos dos viven. Pero en esos días de aclimatación, proceso de adaptación sin el cual es imposible permanecer en la montaña, y en espera interminable para decidir si intentaban la cima, el ascenso se convirtió en una vivencia incómoda.

No era temor, pero el placer de escalar ya estaba mezclado con la incomodidad de que el clima no nos estaba dando señales confiables, cuenta Mauricio; el reporte nos decía que había dos días no tan malos en los que podíamos intentar la cumbre, pero el tercero parecía muy malo; a eso había que sumar que el tiempo ante nosotros se veía peor de lo que aparecía en las previsiones. Era muy confuso.

La duda de atreverse a subir el poco más de un kilómetro y medio que los separaba de la cumbre atormentó a Badía y Mauricio. Hacer en dos días el ascenso a la cima y el descenso parecía posible, pero sólo sin imprevistos, un escenario impensable para los montañistas experimentados, pues de ello depende enfrentarse a una tragedia. Pasar una tercera noche a esa altura, en la que el organismo no extrae suficiente oxígeno del aire y puede colapsar en cualquier momento, en la que el cerebro no funciona con normalidad y por tanto las decisiones no son racionales, puede ser una ecuación dramática.

A pesar de que llevas oxígeno no tienes la misma lucidez que abajo, cuenta Mauricio; hay que considerar todos esos elementos que hacían más arriesgada la situación en la que estábamos.

Señales perturbadoras

Si las señales de la naturaleza eran pertubadoras, también hubo otros signos que viciaron el entorno de la pareja en ascenso. Unos días antes, durante el proceso de aclimatación recibieron una noticia que los desconcertó: un amigo, el alpinista vasco Alberto Zerain, había muerto semanas antes sepultado por una avalancha en el Nanga Parbat. Zerain fue uno de los sobrevivientes a la tragedia del K2, en la que 11 escaladores perdieron la vida en las paredes heladas de la montaña en 2008.

Me pudo mucho la muerte de Zerain, recuerda Badía; me puse frente a la montaña y empecé a llorar, no quería que Mauricio viera mi debilidad para no afectarlo. Me dijo que si quería nos devolvíamos en ese instante. Yo le pedí tiempo. Me dolió esa muerte y empezamos a pensar en los amigos que se quedaron en distintas montañas, en los cuerpos de alpinistas que recien habían encontrado. Todo eso empezó a rondar en mi cabeza sin dejarme en paz.

Entonces se jugaron sus decisiones como un par de chiquillos, pero eran dos adultos que piensan en la seriedad de la vida. Ambos refrendaron que a pesar de amar la montaña, no quieren morir intentando alcanzar ninguna cima.

Sé que me va a atormentar la duda de saber si tomamos la decisión correcta, reconoce Mauricio; sé que tarde o temprano me va a regresar la duda, es un proceso largo y hay que afrontarlo. Pero no dejo de pensar: ¿Qué hubiera pasado si nos arriesgamos y llegamos, habría sido suerte o capacidad? Bueno, eso ya no lo sabremos.