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La cereza
L

a Jornada dio en el centro mismo de la diana con su nota principal del domingo pasado, al señalar la cereza en ese pastel con mucha crema y no pocos abalorios que presentó EPN el pasado sábado en Palacio Nacional. No es casual que otros diarios hayan compartido lo que era menester destacar. Nuestro periódico lo hizo de esta manera: “…hace muchos años que el país no se encontraba ante una encrucijada tan decisiva y determinante como la actual. ‘La disyuntiva es muy clara: seguir construyendo para hacer de México una de las potencias mundiales del siglo XXI o ceder a un modelo del pasado que ya ha fracasado’… ‘El futuro es incierto, pero sabemos adónde queremos llegar. El pasado es conocido y por eso sabemos qué queremos o qué debemos evitar’. El porvenir, planteó [EPN], tiene que construirse y protegerse cada día, ‘sobre todo cuando existen riesgos visibles de retroceso’”.

Esa cereza restó, drásticamente, por sí misma, importancia a algunos datos que, por otra parte, fueron obviamente magnificados, como cuando EPN dijo (los escribo caricaturizados para rebanarle la magnificación), refiriéndose a la tasa de crecimiento del producto: antes teníamos 1.2 calcetines rotos y ahora tenemos 2.1 calcetines rotos.

La cereza muestra el espanto que se ha apoderado de los grupos dueños del poder, al ver la marcha de Morena. Peña usó la primera persona del plural: “… sabemos adónde queremos llegar. El pasado es conocido y por eso sabemos qué queremos o qué debemos evitar”. No mencionó a AMLO, que es quien provoca tanto espanto como para ser convertido en la cereza del pastel, pero a él se refería, y en una entrevista reciente sí lo hizo expresamente.

¿Quiénes son esa primera persona del plural? Claramente, los beneficiarios de la modernidad neoliberal, que hasta sus últimos días le será presentada a la sociedad como el interés general cuando sólo se trata del interés de esos beneficiarios. Ocurre, sin embargo, que esa altisonancia como ropaje del interés general, está rápidamente dejando de funcionar.

¿Cuáles son los ingredientes de esa eventual potencia mundial del siglo XXI? La más bárbara corrupción de los gobernantes que la historia del país haya conocido; la más cínica impunidad, mostrada en toda su extensión por la determinación, aún no perpetrada, de dejar como fiscal a un escudero a toda prueba; la perpetuación de una desigualdad social que rompe récord en el mundo; los muertos, los desaparecidos, los enterrados en fosas clandestinas, todos representados por ese símbolo siniestro, mundialmente conocido, llamado Ayotzinapa; los extorsionados que pagan derecho de piso en todo el territorio nacional; las trampas electorales más insolentes y, en el extremo social, la mayor generación de millonarios que hayamos conocido.

¿Cómo se alcanzan esas cotas? Con un modernísimo y mínimo Estado decimonónico en el que mandan los mercados, es decir, los banqueros, los financieros, y toda la capa de millonarios que forman el famoso 1%.

¿Qué temen esos grupos dominantes tal que harán lo que sea para impedir que Morena llegue al poder en 2018? Dos asuntos que les son literalmente vitales: quedar expuestos a que la ley pueda caer sobre el sinfín de sus delitos, y que el modelo neoliberal sea drásticamente cambiado a efecto de que los millones de mexicanos excluidos, comiencen a ser incluidos. Es de­cir, una inclusión de millones que significaría una efectiva ampliación de la democracia sustantiva.

Tiempo habrá de continuar desmontando el exánime discurso neoliberal. Por ahora expreso algunas tesis sobre la interpelación política de algunos personajes de las izquierdas mexicanas. Todos a una: la unidad de las izquierdas para triunfar en 2018. Esto es imposible porque quienes pertenecen a las formaciones que a sí mismas se dicen de izquierda representan ideas, y sobre todo intereses individuales propios. En ese espacio no todo lo que brilla es oro. Muchos o muchísimos individuos de los que dicen ser de la especie izquierda, ondean esa bandera no en los pueblos de México, sino en el mercado político. Ahí quieren un puesto para hacer lo que en un puesto de ese tipo se hace: comprar y vender conveniencias. AMLO sabrá, porque de esto sabe, distinguir la paja del grano.

Pero mil veces más importante que esa unidad imaginaria, es que Morena dedique sus máximas energías a construir pueblo. El pueblo no existe a priori, se construye creando un sentido común propio para todos los pueblos de todas las regiones posibles del país, que es la forma de disputar la hegemonía a los neoliberales. Ese sentido común propio es justamente un discurso contrahegemónico. Crear un sentido común propio, es crear la unidad de los pueblos. De ahí pueden salir los votos que den a Morena la victoria. Hoy existe una coyuntura propicia, porque el régimen político está en crisis o está muy cercano a ella. Morena tiene que buscar cómo crear más contradicciones al interior de los grupos dominantes. El PAN está en crisis; el PRD, en extinción; el PRI simula la unidad, a pesar de lo cual se halla, hasta hoy, en el fondo. Crisis de régimen+creación de pueblo=condición para la emergencia de un movimiento nacional popular. De darse se configuraría un momento populista (Ernesto Laclau, Chantal Mouffe).

De un momento como ese no surge, ni puede surgir, un régimen populista (que es un sinsentido). Puede crearse un nuevo pacto social y un régimen que reinvente la socialdemocracia posible en el marco de la globalización.