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Ruta Sonora

Patti Smith en Casa del Lago: el poder de la palabra y un corazón desgarrado

“O

ye sus risas en el viento, siente sus lágrimas en la lluvia… La noche cae como un prisionero, que se extiende y no termina… Los árboles son nuestros hijos de pie, desnudos… oye sus corazones latiendo, oye sus corazones latiendo”, entonó a capella en su lengua natal, fuerte y claro, con manos, brazos y garganta, en el momento más sensible de su recital, la poeta, cantante y artista visual estadunidense Patti Smith, el sábado pasado, poco después de la una de la tarde, en la Casa del Lago del Bosque de Chapultepec. Para enmarcar este tema, Mothers of the Disappeared, original de U2, dijo: Siempre recordaremos a los estudiantes y a todos los que fueron desaparecidos por fuerzas terribles. No podemos traerlos de vuelta, pero sí podemos guardarlos en nuestros corazones. “We remember! (¡los recordamos!)”, afirmó al final sentida, en alusión a los 43 normalistas de Ayotzinapa. La conmovedora convicción de su canto y su dolor, hizo derramar lágrimas a muchos presentes, en total comunión (video).

Con la fuerza de una chamana iluminada, una guía espiritual, con atracción hipnótica durante hora y media, la jefa y madre del punk literario blandió su manto de sabiduría y sensibilidad sobre cerca de 2 mil 500 feligreses, en su mayoría veinteañeros, identificados con el alma perennemente joven de la andrógina irruptora que sorprendiera al mundo al aparecer el emblemático álbum Horses en 1975. A los 70 años, aún conserva su candor en la sonrisa y la mirada.

Smith, una de las figuras más significativas de la cultura alterna de su país, minutos antes abrió escena declamando el himno People have the power (escrito por ella y su esposo Fred Sonic Smith en 1988 para el Dream of Life). Sin melodía, sonó diferente: le bastó el poder de la palabra para cortar el aire cual cuchillo. Instando a que tomemos el poder, con voz profunda clavó su presencia cual estaca en el escenario, el cual dominaría sin tregua. Lo que prometió ser una sesión de lectura del poema Hecatomb, escrito por ella en 2012 tras leer la novela 2666 del escritor chileno Roberto Bolaño (para ella, la primera obra maestra del siglo XXI), se transformó en un concierto a guitarra y voz, al lado de su escudero de siempre, el guitarrista Lenny Kaye.

Bolaño, Mapplethorpe, Diego y Frida

Ante alaridos de quienes llegaron desde las seis de la mañana (no tuvo costo, pero se limitó el acceso), Patti recordó estar ahí como parte del programa Sesiones del Café La Habana, dentro del cual inauguró una obra fotográfica propia y un espectacular (intervención poética) en Sonora 128 (Ruta Sonora, 01/09/17). Recordó cuando ella y el irreverente fotógrafo Robert Mapplethorpe, su pareja entonces, vieron el cartel de John Lennon y Yoko Ono: The War is Over! If you want it, y leyó un fragmento de su libro Just Kids (2010). También le dedicó Wing, del gran Gone Again (1996). El ánimo de mantener vivos a quienes se han ido, permeó toda su presentación, y en mismo tono regaló la bella Ghost Dance, de su clásico Easter (1978).

Llegó el bloque Diego Rivera/Frida Kahlo, a los que admira desde joven. Relató que un día antes vio los murales del pintor en la Secretaría de Educación Pública, donde le llamó la atención la presencia del color rojo y escribió el poema Red, que leyó acto seguido (video). Luego contó que en 2012, atacada por la venganza de Moctezuma le permitieron recostarse en la cama de la pintora, en cuyo techo hay unas mariposas en un retablo, regalo del artista Isamu Noguchi, para que pudiera sentirse libre. Smith se conmovió, escribió la canción Noguchi’s Butterflies, y la donó a la Casa Azul, mas no guardó copia; al volver recién, preguntó si aún lo tenían: la letra ya había sido plasmada en las paredes. Patti le tomó una foto con su celular, y leyendo del aparato, la cantó a capella. Aun desconocida, el público la cantó como si la supiera de siempre: I dream, I dream of the butterflies. La piel chinita fue una constante (video).

Tras cantar la afamada Dancing barefoot (del Wave, 1979), Graceful (del Gung Ho, de 2000) y My Blakean Year (del Trampin’, de 2004), el escritor mexicano Juan Villoro apareció en escena: él leería en español el pretexto de este recital: el poema de Smith dedicado al autor de Los detectives salvajes: “Hablaste de una hecatombe espiritual/el sacrificio de cien bueyes…”, leyó sonoro y concentrado (poema completo).

Shepard y un grito de libertad

Patti volvió y dedicó la hermosa Beneath the Southern Cross (también del Gone Again) al dramaturgo estadunidense Sam Shepard, recién fallecido, primer impulsor de su carrera. Dijo que no estaba en un homenaje a aquél, por estar acá: alguna vez prometimos hacer un viaje por México, pero no lo hicimos; ahora estoy aquí, de algún modo cumpliendo esa promesa. Entonces pidió a todos agitar sus manos: ¡Sientan la vida corriendo por sus venas, sientan su libertad!: éxtasis comunitario. Dedicó su tema más popular, original de Bruce Springsteen, Because the Night, del Easter, a su esposo fallecido en 1994; vino un cover a Can’t Help Falling in Love, popularizada por Elvis Presley, y cerró como inició, con People have the Power, ahora sí cantada. Los corazones de todo ser presente se agitaron, ungidos por la voz potente de una artista como pocas, que sigue haciendo latir con convicción cada palabra que pronuncia. Al despedirse, selló la comunión ante una ovación incontrolable que la hizo llorar: ¡Usen su voz! No lo olviden: ¡siempre han sido libres! (conciertos).

Twitter: patipenaloza