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Presentó su obra Yendo, segunda edición, publicada por Cuadrivio

Calera-Grobet hizo retumbar su poesía en el Palacio de Bellas Artes
 
Periódico La Jornada
Sábado 9 de septiembre de 2017, p. 5

Con amagos de temblor y tormenta, la poesía de Antonio Calera-Grobet tomó el Palacio de Bellas Artes, donde presentó su poemario Yendo, en su segunda edición publicada por Cuadrivio.

Carne iridiscente como constelación de plegarias, fue convocada por el también narrador, editor y promotor cultural la noche del pasado miércoles en la sala Adamo Boari para explorar su obra ante el público.

En lo alto de la Torre Latinoamericana se marcaban las 19:07 horas al ser desalojados de la sala, de acuerdo con los protocolos de seguridad ante la intromisión de la alerta sísmica, a punto de comenzar la velada literaria. Una amenazante nube se expandía sobre la cúpula del recinto, sin saber qué llegaría primero: el retumbar de la tierra, del cielo o de la poesía.

Constelaciones

Acompañado por sus colegas Alejandro Tarrab y Armando González Torres, Calera-Grobet no dijo mucho sobre Yendo. En contraste, abundó en cómo el renglón siete de la página 77 de un libro de viejo en la calle de Donceles, elegido al azar, marcó en septiembre de 1993 su destino de escritor y no de pintor. Luego dio vida con voz a sus líneas sin métrica impresas en Yendo.

Un poema fue lanzado para ser arrojado a las aguas, para decir al viajero: Vive, pues. Sigue hasta adelante a través de los pantanos que han fraguado tus mayores miedos. Amigo desconocido, incitó el autor, ¡Arde! ¡Arde como si no hubiera mañana! ¡Arde!, que hoy es el día que anuncias al sereno que estás vivo, que te has plantado sobre la tierra y que nunca más volverás a callar.

Foto
Antonio Calera-Grobet en el máximo recinto cultural del país, donde compartió la lectura de algunos poemas de su autoríaFoto Alondra Flores

Escrito al padre fue el penúltimo poema en ser leído en la sala. Un furtivo ¡aaahhh! se escapó entre el público al final de las líneas, cuando Calera-Grobet recitó: Mi padre, ahora, ya no dice nada. Y no nos dice nada porque ahora es puro polvo y el puto polvo no habla. Luego vino un emotivo y largo aplauso.

De pie ante el micrófono y la mesa, con la voz fuerte, entonada con rabia, el rostro enrojecido, retumbó un poema más en la sala, uno dedicado a un país lejano, donde los milagros se enumeran por el rating, donde se siembra el miedo a la distancia, donde nadie se estremezca con la lluvia, donde los cadáveres sobreviven inmóviles y las mujeres se pierden en el desierto.

Aun sin temblor y sin tormenta, sólo el estruendo de la poesía, Antonio Calera-Grobet despidió la cita literaria: Vaya que estos no son poemas, son constelaciones que forman la noche.