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Apuntes postsoviéticos

Iniciativa

E

n un intento de reanimar la búsqueda de un arreglo político para el este de Ucrania –empantanada desde la firma de los acuerdos de Minsk-2, en febrero de 2015, que establecieron una hoja de ruta de 12 puntos que continúa sin cumplirse–, el titular del Kremlin, Vladimir Putin, en reciente conexión telefónica simultánea, propuso a su colegas del llamado cuarteto de Normandía (la canciller federal de Alemania, Angela Merkel, y los mandatarios de Francia, Emmanuel Macron, y de Ucrania, Petro Poroshenko), único mecanismo de negociación que existe para poner fin a la guerra fratricida ucrania, introducir en la zona del conflicto un contingente de cascos azules de Naciones Unidas.

Es un cambio brusco de la posición rusa, que hasta hace contados días rechazaba de modo tajante –por innecesaria, afirmó el pasado 2 de septiembre el representante permanente de Rusia ante la ONU– la presencia en suelo ucranio de soldados extranjeros, que llevaba meses solicitando con insistencia el gobierno de Kiev, aunque con matices muy distintos.

Tres días más tarde, el 5 de septiembre, los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU recibieron un proyecto de resolución que detalla la iniciativa rusa: enviar cascos azules para proteger a los civiles que integran la misión de observadores de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa y sólo a lo largo de la línea de delimitación entre el ejército ucranio y los separatistas de Donietsk y Lugansk.

Antes, el gobierno de Kiev deberá negociar con los territorios que no se subordinan a él los plazos para retirar el armamento pesado, uno de los entendimientos de Minsk-2 y que incorporaría a los actuales líderes de Donietsk y Lugansk al proceso negociador de manera directa, sin mediadores como hasta ahora, ni haber sido elegidos por sus habitantes, otros de los acuerdos pendientes.

Aun a regañadientes Kiev puede aceptar estas condiciones, pero difícilmente está dispuesto a abandonar su planteamiento original: introducir –con base en el capítulo siete de la Carta de Naciones Unidas, en especial del artículo 42– una fuerza de imposición de la paz, a imagen y semejanza de la que operó en Kosovo, y en la zona de conflicto completa, sobre todo en la frontera con Rusia. Tampoco parece que pueda prosperar su exigencia de que ese contingente no incluya soldados rusos.

No es claro si la iniciativa rusa llegará a someterse a votación en el Consejo de Seguridad. Para ello es indispensable que concluya con éxito la intensa negociación a puerta cerrada que se está llevando a cabo estos días para lograr un consenso entre los miembros permanentes, los únicos con derecho a veto, y que Estados Unidos, el principal apoyo de Ucrania, quiera ceder ante Rusia y presionar al gobierno de Poroshenko.

Porque es evidente que el Kremlin no aspira a quedarse con nuevos territorios y sólo pretende ejercer mayor control sobre Kiev para evitar lo único que de verdad le preocupa: que se instalen en el vecino país eslavo tropas de la OTAN.