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Concluye visita a Colombia con una homilía en Cartagena

Ningún acuerdo nos exime del desafío de perdonar, dice el Papa
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El papa Francisco sufrió un percance en su último día de visita a Colombia. Luego de visitar una zona marginal para reunirse con mujeres que ayudan a niñas explotadas sexualmente, en Cartagena, el conductor del papamóvil dio un frenón y el pontífice se golpeó con el barandal del vehículo. Greg Burke, vocero del Vaticano, aseguró que el pontífice está bien, aunque tiene un moretón en el pómulo y una herida leve en la cejaFoto Ap
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Lunes 11 de septiembre de 2017, p. 31

Cartagena.

Concluye la visita del Francisco a Colombia con una vibrante homilía. En Cartagena, miles de personas y la última parada. El Papa convoca a una revolución de la paz donde se combata la cultura de la muerte con la cultura de la vida y del encuentro. Parafraseando el lema de San Pedro Claver, el jesuita llamado esclavo de los negros, pidió a los colombianos ser esclavos de la paz.

De manera enfática dijo: “condeno con firmeza esta lacra –refiriéndose al narcotráfico- que ha puesto fin a tantas vidas y que es mantenida y sostenida por hombres sin escrúpulos”.

En Cartagena, el discurso social y político fue retomado sin empacho por el pontífice argentino. Se apersonó en uno de los suburbios más pobres de Cartagena, el barrio de San Francisco, y recibió el calor de sus 50 mil habitantes. Ahí visitó a tumba del misionero jesuita Pedro Clever, protector de los esclavos que llegaban de África vía Cartagena. Canonizado por la Iglesia en 1888 y patrón de Colombia, llamado el apóstol de los negros o el esclavo de los negros.

También se presentó en la humilde morada de Lorenza Pérez, una mulata quien desde hace más de medio siglo prepara comida para gente necesitada del barrio en un comedor comunitario. Ahí el Papa se tomó un café o tintico, reconociendo la generosidad de esta mujer cristiana.

Los medios colombianos e internacionales reportaron como nota el accidente que tuvo el Francisco, durante el primer recorrido ante una frenada algo brusca del papamóvil, el Papa se golpeó con uno de los bordes de la cabina, impactando la ceja y el pómulo. Un poco de sangre e hinchazón y pocos minutos después un notorio hematoma.

Esto no representó ningún drama ni problema, al contrario, con humor Bergoglio respondió a un peregrino que preguntó. ¿Qué le pasó su santidad? Este respondió bromeando: me metieron una puñada. El Papa del moretón, algunos comentaristas siguieron bromistas, apuntaron que la realidad colombiana golpeó doblemente al pontífice en su corazón y en su pómulo izquierdo. El Papa se llevó un recuerdito colombiano a Roma que fue tomado como un incidente menor.

En última homilía, Francisco en cierta forma resume las afirmaciones que había predicado durante su gira colombiana. Retoma la exigencia de la reconciliación y la paz como un proceso en el cual todos deben participar, y advirtió: No bastan acuerdos institucionales entre grupos políticos, ni cláusulas normativas... Nada podrá remplazar ese encuentro reparador; ningún proceso colectivo nos exime del desafío de encontrarnos, de clarificar, de perdonar.

Francisco previene que ni la paz ni la reconciliación pueden ser obra sólo desde los acuerdos de las élites políticas: Colombia hace décadas que a tientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sido suficiente que dos partes se acercaran, dialogaran; ha sido necesario que se incorporaran muchos más actores a este diálogo reparador de los pecados... No se alcanza con el diseño de marcos normativos y arreglos institucionales entre grupos políticos o económicos de buena voluntad. Y agregó: Si no te escucha (tu hermano), busca una o dos personas más (Mt 18,15)”.

Bergoglio recalca el fracaso de la paz por el solo acuerdo de las cúpulas: No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural.

Es una cuestión de mayor fondo que toca la cultura colombiana y a un abanico mayor de actores. Propone la pax Romana, la paz de cristo: “A nosotros, cristianos, se nos exige generar ‘desde abajo’ un cambio cultural: a la cultura de la muerte, de la violencia, responder con la cultura de la vida y del encuentro. Nos lo decía ya ese escritor tan de ustedes y tan de todos: ‘Este desastre cultural no se remedia ni con plomo ni con plata, sino con una educación para la paz, construida con amor sobre los escombros de un país enardecido’”, refiriéndose a Gabriel García Márquez.

El Papa tampoco desaprovechó la oportunidad de enviar un mensaje directo a Venezuela durante el Ángelus de medio día, expresando: Hago un llamamiento para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad

Entre bailes y ritmo caribeño, el Papa se despide satisfecho de una visita histórica, sabe que ha tocado y movido las fibras políticas del país.

Pero cabe preguntarse, ¿Francisco cumplió los objetivos que se propuso? ¿Cómo dejó las expectativas de los colombianos?

En primer lugar, mostró una capacidad de convocatoria impresionante e inesperada. Uno de cada cinco colombianos se movilizó para verlo en la calle o asistir a algún acto. La agenda de Colombia se subordinó a la visita pontifical, tanto los políticos como los medios se volcaron para cubrir cada gesto, palabra y acción del pontífice argentino.

En segundo lugar, quedó claro que toda visita pastoral del Papa es política y toda visita política del Papa es también pastoral. Francisco tuvo la habilidad de salir de los enclaves políticos locales. No apoyó a la presidencia ni su jurisdicción especial para la paz, ni una concesión al aprovechamiento electoral ni para las FARC ni para Uribe. Así evitó todo contacto con la clase política en actos, comidas o cocteles. Salió de la lógica lugareña, evitó entrar en el leguaje y lógica del debate doméstico.

En cambio, abordó la paz, la reconciliación y el perdón desde otro relato epistemológico. Desde la fe, desde el humanismo cristiano retomó los símbolos milenarios del cristianismo y desde las metáforas. El encaramiento fue diferente. Francisco lo dijo claro, desde el lado del dolor, es decir, desde las víctimas y desde los dramas de los victimarios. Desde los dramas humanos concretos que se condensan de manera espesa en una cultura sufriente y compleja, pero que anhela, al mismo tiempo, una paz de verdad y duradera.

Una tercera reflexión es la crítica severa a las viejas estructuras mentales de la Iglesia. Francisco fue demoledor ante la comodidad y próspera ubicación social de la jerarquía católica.  

Los discursos más largos fueron dirigidos a los diferentes estamentos del clero. A los obispos les demandó mayor pastoralidad y comprometerse a ser actores clave en la reconciliación del país. Al clero colombiano lo invitó a ser actor de una profunda renovación de la Iglesia y evitar la tentación de la corrupción. Les previene: No se puede servir a Dios y al dinero.

Sin embargo, los colombianos son muy generosos y festivos con las visitas de los pontífices, les encanta verlos, escucharlos y aplaudirles, pero no le hacen caso, dijo un columnista local. Los llamados de Paulo VI en 1968 y los de Juan Pablo II en 1986 quedaron en el vacío. Ahora hay mayores signos, más concretos. Un acuerdo de paz con las FARC y se abre un nuevo proceso con el ENL. El Papa ha dado el primer paso, ¿lo harán los colombianos?

Por lo pronto, Francisco regresa a Roma además de su moretón con la satisfacción de haber sacudido profundamente a un país que demanda esperanza.