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Presupuesto 2018, ¿cuál es la idea?
E

l Proyecto de Presupuesto de Egresos para 2018, que forma parte del paquete económico entregado el viernes por el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, a la Cámara de Diputados, tiene aspectos que son desconcertantes. El gasto del gobierno federal constituye una guía, la dirección que, a juicio del Poder Ejecutivo, deben seguir las diferentes áreas del quehacer nacional. Visto en términos del sexenio, para el caso de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI), no parece que hubiera una idea clara de qué es lo que se quiere, o bien, que esta idea puede sacrificarse.

La imagen (verificable) que presenta el gasto gubernamental en CTI muestra que durante los dos primeros años del sexenio se experimentó un incremento en los recursos para estas actividades. Esto marcaba una ruta según la cual estas tareas deberían convertirse en palancas para el desarrollo económico y social del país. Sin embargo, en los años siguientes se produjo la contracción y caída del gasto, con lo que se desdibujó la tendencia de crecimiento marcada en el inicio. Este punto de inflexión a la baja se ha explicado por la concurrencia de factores económicos de carácter externo, en particular la caída de los precios internacionales del petróleo y la inestabilidad en el tipo de cambio del peso frente al dólar. Estos factores llevaron a la aplicación de ajustes en el gasto para CTI ya aprobado en 2015 y 2016, así como a su reducción en 2017. Además, aunque es muy difícil evaluar su impacto, también ocurrió un cambio en la Secretaría de Hacienda, pues Luis Videgaray Caso, quien participó en el arranque, dejó el cargo el 7 de septiembre de 2016, justo antes de que se entregara el paquete económico para 2017.

Es importante reconocer que los recortes no sólo afectaron a CTI, sino también a otras actividades. Como se dice en estos casos, había que apretarse el cinturón. Pero en este sector hubo algunas particularidades, pues en 2017 se realizó una reducción de 10 por ciento en términos reales en el presupuesto global para CTI, lo cual era comparable con lo ocurrido en otras áreas, pero en la propuesta presentada a los diputados en aquella ocasión la baja en el presupuesto del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) fue de 23.3 por ciento en términos reales… Un golpe muy severo. Los diputados poco hicieron para revertir este ajuste, pues lo que predominó en la Cámara baja fue la disciplina con la propuesta original del Ejecutivo.

La reducción del presupuesto al Conacyt pega directamente al núcleo más activo de la investigación científica y tecnológica del país. De ahí depende la formación del capital humano, el financiamiento a proyectos, la preservación de la comunidad científica y el fomento a la innovación a las empresas, entre muchas otras tareas. Las autoridades de ese organismo tuvieron que diseñar una estrategia muy cuidadosa para enfrentar el ajuste y preservar dentro de lo posible las tareas esenciales.

Así las cosas, había grandes expectativas respecto del proyecto de presupuesto para 2018, pues era una oportunidad de corregir el rumbo que se había perdido… Pero no fue así.

El presupuesto para CTI propuesto para 2018 es, en cifras redondas, de 90 mil 826 millones de pesos (75 mil 650 millones provenientes de recursos fiscales y 15 mil 176 de recursos propios). Queda prácticamente igual que en 2017 (con un ligero incremento de 0.3 por ciento). El gasto en CTI se distribuye entre diferentes ramos o unidades responsables, que en general son equivalentes a las secretarías de estado. Lo interesante es que si bien no hay un incremento significativo, sí hay hay un reacomodo de los recursos gracias al cual el área de la educación resulta beneficiada con un aumento de 4 mil 415 millones de pesos (precios corrientes). Las universidades Nacional Autónoma de México y Autónoma Metropolitana, el Instituto Politécnico Nacional y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, por ejemplo, no son afectados e incluso obtienen, en diferente magnitud, algunos incrementos para la investigación que realizan.

Pero en el caso del Conacyt la historia es muy distinta. Resulta francamente incomprensible que después de los ajustes en 2015 y 2016, así como el brutal recorte de 2017, nuevamente se le reduzcan los recursos en 2018; esta vez con 4.7 por ciento menos que el año previo. ¿Alguien entiende esto? Significa que la brújula está perdida y no hay una idea clara de lo que se quiere en este sector. En un año electoral las universidades públicas son fuente potencial de conflictos y eso explica probablemente el cuidado que se tiene hacia ellas, pero las tareas sustanciales para el desarrollo científico y tecnológico del país que realiza el Conacyt, es claro que poco importan, o bien, que quizá algo importan pero son sacrificables y por tanto no figuran de manera importante en la ruta que se piensa debe seguir el país en este momento.

La propuesta del Ejecutivo todavía no es la última palabra. Esta vez los diputados están obligados a actuar. Han realizado reuniones, establecido acuerdos y hecho declaraciones una y otra vez en las que afirman que la ciencia es indispensable para el desarrollo del país. No pueden actuar ahora por mera disciplina, sino darle un sentido a la política pública en este sector. Es muy importante corregir la propuesta que han recibido y dotar al Conacyt con los recursos suficientes para cumplir con desahogo sus tareas en este que es el último año de un sexenio en el que la gráfica del gasto en ciencia es un garabato difícil de descifrar.