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Topolansky y Mujica
L

ucía Topolansky, histórica compañera de José Pepe Mujica, se convirtió en la primera vicepresidenta de la historia de la República Oriental del Uruguay. Una noticia significativa en medio del cimbronazo de Raúl Fernando Sendic: de los laberintos se sale por arriba, dice el dicho, y el frenteamplismo parece dispuesto a aprovechar la repentina crisis para volver a hacerse fuerte de cara a las próximas presidenciales.

Topolansky, primero militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) y luego fundadora del Movimiento de Participación Popular (MPP), uno de los espacios más representativos del Frente Amplio (FAS), tendrá la tarea de oxigenar la gestión de gobierno frenteamplista en medio de una embestida continental contra los gobiernos nacional-populares, progresistas y de la izquierda, enmarcada en un intento de restauración conservadora.

La Constitución la puso en ese lugar: fue la segunda senadora más votada de la lista más elegida, tras el propio Mujica, que no puede asumir el cargo por restricciones constitucionales. La idea parece clara. Sanar las heridas. Pasar la página. Gobernar, ni más ni menos, en medio de una América Latina con crisis presidenciales a lo largo y ancho del continente. Lo que le voy a proponer al presidente Vázquez se resume en una palabra: trabajo dijo Topolansky sobre su nueva tarea, dejando en claro a qué se suma.

La ahora vicepresidenta uruguaya tuvo múltiples desafíos a lo largo de su carrera política. Estuvo presa 13 años, como miles de latinoamericanos que lucharon contras las dictaduras cívico-militares en el Cono Sur. Fue torturada, pero milagrosamente salvó su vida. Y al salir siguió militando por la democracia, junto a su compañero. En 1989 fundó el MPP. Fue diputada y luego senadora, además de primera dama. Se reinventó, y el pueblo uruguayo la votó una y otra vez.

Los medios concentrados del continente ya han comenzado un embate veloz en su contra, con los clichés de siempre: ex guerrillera, pro-aborto, pro-marihuana. Lo mismo que hicieron contra Dilma Rousseff, misoginia mediante, antes que fuera depuesta por un golpe institucional que acaba de aprobar una reforma laboral seriamente regresiva en materia de derechos laborales, y que busca inhabilitar al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva de la mano de una condena de Moro.

La élite uruguaya –y también la latinoamericana– sabe bien que en esta mujer que vive como una más en las afueras de Montevideo está la posibilidad de reforzar una gestión de gobierno que muestra 15 años de crecimiento ininterrumpido en materia económica, pero que se ha visto impactada mediáticamente durante los últimos dos años. Por eso ahora, cumplida la tarea sucia sobre Sendic, probablemente busquen acorralar a como dé lugar a Topolansky, con ríos de tinta de dudosa veracidad pero posible fuerte impacto en centros urbanos.

Mientras tanto, el Frente Amplio deberá comenzar a resolver el dilema electoral de 2019. Mujica dice que por ahora no será el candidato. Si Sendic fue una apuesta a futuro fallida por este desenlace, el FA deberá replantearse el horizonte eleccionario. La renovación suele ser buena consejera para pensar a mediano y largo plazo, es cierto, pero también hay momentos bisagra donde los fundadores de los proyectos políticos deben asumir responsabilidades históricas, y entender su propio peso personal en el destino de las naciones. Posiblemente sea el momento para que el experimentado Mujica replantee su no. Hay mucho en juego, tanto para Uruguay como para la región en su conjunto.

* Politólogo Universidad de Buenos Aires / analista internacional