Sociedad y Justicia
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Dos hombres se encuentran en tratamiento para evitar que corran la misma suerte

Extirpan ojo a dos mujeres tras cirugía en quirófano contaminado con bacteria

Los médicos de la clínica Sala Uno admiten posibles fallas en esterilización de instrumentos

 
Periódico La Jornada
Jueves 14 de septiembre de 2017, p. 36

Aurora tiene 40 años y Paola 25. Ambas perdieron un ojo. Emiliano y Miguel están en riesgo de sufrir lo mismo. Los cuatro se sometieron a cirugía oftalmológica el pasado jueves 7 en la clínica privada Sala Uno, cuyo quirófano estaba contaminado con alguna bacteria, reconocieron de manera verbal los cirujanos Claudia Karina Martínez Hernández y Marcelo Baizabal Castro.

Los afectados denunciaron que se trató de un caso de negligencia médica. Debido a que no podían pagar los costos de la clínica, a Paola la trasladaron al hospital La Raza del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), donde los médicos afirmaron que de haber actuado rápido para detener la infección, no habrían tenido que extirpar el globo ocular de la joven que sigue internada y en observación.

Sala Uno se fundó en 2011. Aunque en su página de Internet está la información de la licencia sanitaria, la autorización de funcionamiento y el nombre y cédula profesional del responsable sanitario, en el establecimiento, ubicado en Hamburgo 115, colonia Juárez, donde se realizaron las cirugías a los denunciantes, nada de eso está a la vista de los usuarios.

En cambio, en mamparas colocadas en la entrada principal resalta que han atendido a 250 mil pacientes, realizado mil 300 campañas de alcance y 24 mil tratamientos que devolvieron la vista.

La Jornada buscó ayer al responsable médico de la clínica, pero no se encontraba en su lugar y ningún empleado pudo informar sobre su ubicación.

En entrevista, los afectados comentaron que llegaron hace un par de meses aproximadamente a alguna de las siete sedes que Sala Uno tiene en la Ciudad de México. Salvo Paola, que se encontraba en seguimiento de una cirugía de cataratas efectuada en 2012 y luego sufrió un derrame, los otros tres afectados fueron diagnosticados con retinopatía diabética. Fueron sometidos a tratamientos con rayo láser para frenar la pérdida de visión.

Durante el seguimiento clínico, los pacientes presentaron derrames sanguíneos intraoculares. Los médicos propusieron la cirugía que corregiría la afectación y a alguno, incluso, le aseguraron que regresaría corriendo a su casa.

Así lo recuerda Miguel, de 50 años de edad, habitante de una comunidad en la Montaña de Guerrero. Es el único sostén económico de su familia y vino a la Ciudad de México en busca de ayuda profesional porque había perdido la mayor parte de su capacidad visual.

En Sala Uno le confirmaron que ya no se podía hacer nada por su ojo derecho, pero el izquierdo podía ser sometido a la operación. Tenía a su favor que en los pasados seis meses había logrado tener bajo control los niveles de azúcar en la sangre, por lo que el pronóstico era favorable, según le dijeron los oftalmólogos de la clínica.

Las intervenciones

Aurora y Emiliano, ambos de 58 años de edad, pasaron por lo mismo. Los cuatro tenían la cita para cirugía el jueves 7 de septiembre. Salieron aparentemente bien, pero con dolor. Los médicos dijeron que era normal por la manipulación que habían hecho del órgano.

Sin embargo, el malestar fue en aumento y al día siguiente, cuando acudieron a cita para revisión, los especialistas se percataron de que algo estaba mal. Frente a los pacientes se cuestionaron uno a otro sobre la causa del problema.

La doctora Martínez Hernández indicó que en una de las cirugías se le cayó una manguera, pero la había remplazado; mencionaron la posibilidad de alguna falla durante el proceso de esterilización de equipos e instrumental, sin embargo, no concluyeron nada, señalaron los entrevistados.

Luego les prescribieron medicamentos y gotas para combatir la infección. En las mujeres no funcionó.

Emiliano sigue con el tratamiento y en observación, mientras Miguel está cada vez peor. Resulta evidente que su ojo izquierdo no está en su lugar. Pero no sabe qué va a pasar porque los médicos se limitan a revisarlo y le indican que hay que esperar, a ver si la infección cede.