17 de septiembre de 2017     Número 120

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Caravana nacional por la defensa del agua, el territorio, el trabajo y la vida en
Tepic, Nayarit, 2015 FOTO: Luis Medina / Gustavo Vargas

Disputas por el agua
en Aridoamérica

El término Aridoamérica para designar los territorios norteños de nuestro país no es gratuito. A los mexicanos del norte les llueve cuatro veces menos que a los mexicanos del sur.

A México no le fue mal en el reparto global del agua dulce. Pero en años recientes ese privilegio ha venido mermando y si a mediados de los ochenta del pasado siglo la disponibilidad de agua per cápita era en promedio de 30 mil metros cúbicos hoy es de apenas un poco más de cuatro mil. Volumen aun aceptable pero que en el norte se reduce a la mitad mientras que en estados sureños como Chiapas se multiplica por seis.

Así, la porción norteña de México, 65% del territorio nacional, es árida o semiárida pues recibe únicamente una quinta parte de las lluvias que caen sobre el país. Situación de estrés hídrico que está empeorando con las sequías ya no tan atípicas que provoca el cambio climático y que hace unos años diezmaron a la ganadería norteña. Mientras que en el sur sobra, en el norte el agua escasea.

En Aridoámerica viven tres de cada cuatro mexicanos. Además, el norte, en el que aquí incluimos también el centro, es la región que concentra la mayor parte de la actividad económica. Ahí se genera 85% del Producto Interno Bruto, lo que incluye tres cuartas partes de la industria. Y paradójicamente también una gran parte de las cosechas agrícolas de hortalizas y granos que, por el mal temporal imperante en la región, se obtiene en los distritos de riego, sobre todo del noroeste.

¿El agua es de quien la trabaja? Las pugnas sociales en el ámbito rural son y han sido siempre por el acceso a los recursos naturales que hacen posible la agricultura. Es proverbial que en México y el mundo los campesinos luchan por la tierra. Pero en el norte del país los combates más enconados no son por la tierra sino por el agua, el recurso más escaso.

La reforma agraria, sobre todo durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, entregó abundantes tierras los campesinos, lo que incluyó destacadamente las zonas norteñas del país. Un ejemplo de este reparto es el estado de Sonora, que por esos años vio crecer las dotaciones ejidales, entre ellas algunas tierras de riego en los valles costeros del sur de la entidad.


Intervención artística en el muro fronterizo en Nogales, Sonora FOTO: Daniel Lobo

Hasta ahí todo iba bien. Pero entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, gracias a las grandes presas, se triplicó la superficie bajo riego en ese estado. Y todo empezó a ir mal. Para entonces ya no gobernaba Cárdenas sino primero Ávila Camacho y luego Miguel Alemán, gobiernos anticampesinos y proempresariales que manipulando el acceso al agua revirtieron el agrarismo de su antecesor.

Así, de las nuevas tierras de riego de Sonora, 75% fue a parar a manos de propietarios privados y algunos colonos. Empresarios amigos del gobierno que cuando fueron informados de que la futura presa Abelardo L. Rodríguez las regaría transformándolas en un vergel, compraron las tierras áridas a precios de remate. En cambio, a los ejidatarios les correspondió a penas una cuarta parte de las nuevas áreas de riego. Y la concentración del agua y por tanto de la economía se profundizó en las décadas siguientes con la perforación de pozos profundos, 90% de los cuales quedó en manos de un puñado de grandes empresarios agrícolas. 

Rodadas o bombeadas, las aguas fueron la llave de la concentración de la riqueza en Sonora, en el noroeste y en general en el norte del país.

Siguen las guerras del agua. Ha llegado un nuevo milenio y en el norte de México la pugna por el líquido del que está hecha la vida no se atenúa, sino que se encona. Y en ocasiones entronca con luchas ancestrales en las que el acceso al agua era ya central. Tal es el caso, también en Sonora, del pueblo yaqui.

Desde 1533 en que se toparon con los primeros españoles encabezados por Diego de Guzmán que llegaban en plan de conquista, este pueblo está batallando en defensa de su valle, su sierra, su río y por su derecho a gobernarse como más les convenga.

Durante el gobierno de Cárdenas los yaquis pudieron decir que habían ganado una guerra que ya para entonces tenía 400 años, pues el general les reconoció el derecho que tenían sobre una parte de sus tierras ancestrales y una parte de las aguas del rio. Pero en el siglo XXI, nuevos Diegos de Guzmán afrentan a la tribu y una vez más los yaquis tienen que pintar la raya del “no pasarán”.

En junio de 2010 el gobernador Guillermo Padrés anuncia la futura construcción del acueducto Independencia que según él deberá dotar de agua potable suficiente a la población de Hermosillo. Tres años después encontramos una vez más a los yaquis en pie de guerra instalando un campamento sobre la carretera internacional 13, cerca de Vicam, con la exigencia de que se cancele el acueducto por el que se pretende conducir rumbo a la capital de estado 75 millones de metros cúbicos del agua del río Yaqui, acumulada en la presa Álvaro Obregón. Aguas que se le quitarían al riego para dárselas no tanto a los capitalinos como a empresas como Apasco, Heineken, Coca Cola, Pepsico y Big Cola, entre otras.

Hasta luego, Lourdes Rudiño

Nos conocimos hace diez años cuando iniciamos la aventura que fue -y es- la segunda época de La Jornada del Campo.

A Lourdes Rudiño, Enrique Pérez, Hernán García y Armando Bartra nos tocó la tarea de echar a andar un atípico suplemento sobre el mundo rural. Un sueño guajiro que gracias a la generosidad de Carmen Lira tuvo cabida en La Jornada y pudo hacerse realidad. Pero de los cuatro, sólo Lourdes, una periodista hecha y derecha especializada en los asuntos del campo, sabía de verdad en lo que nos estábamos metiendo. Y con Lourdes los demás fuimos aprendiendo el oficio.

Pero no sólo era la que sabía cómo. En su calidad de subcoordinadora asumió los trabajos fundamentales que hacían posible que cada mes pudiéramos tener un nuevo número.

Lo cosa era más o menos así. Los cuatro diseñábamos el contenido de cada entrega y Enrique se encargaba de contactar a los posibles colaboradores. En cuanto empezaban a llegar los textos Lourdes les corregía estilo y si era necesario los hacía periodísticos. Entre todos definíamos la portada, el orden de los artículos y las ilustraciones. Empezaba entonces la tarea de ponerlos en página, que le tocaba a Hernán con la supervisión estrecha de Lourdes y laxa de Armando, quien fungía de coordinador.

Además, Lourdes hacía entrevistas y reportajes, de modo que hubo números en los que escribió más de la mitad de los textos.
Algunos pensamos que Lourdes es la mejor periodista sobre temas agrarios que ha tenido este país y nos enorgullecemos de que haya estado con nosotros.

Hasta el número pasado Lourdes fue el pilar en que se sostenía La Jornada del Campo y la puntual, cumplidora, detallista y eficiente colaboradora que nos daba tranquilidad: si ella se hacía cargo de algo, podríamos estar seguros de que saldría bien.

Pero otras tareas en la misma línea de trabajo llevan a Lourdes por nuevos rumbos. Ya no estará con nosotros… y la vamos a extrañar. No sólo su bonhomía y buen trato, también su sentido del humor y su amor por los perros.

Lourdes se va y llega Cecilia Navarro. Buena amiga y persona muy experimentada en las lides de la comunicación. Pobre, no sabe lo que se le espera… Sin embargo estamos seguros de que lo hará bien. El presente número ya lo trabajamos con ella y con nuestros coeditores.

Armando, Enrique, Hernán

Una lucha más, centrada en los escasos recursos hídricos del norte árido y semiárido, es la que libran los pequeños y medianos agricultores de Chihuahua, agrupados unos en El Barzón y otros en el Frente Democrático Campesino, que reivindican el agua de riego acaparada por poderosos agricultores menonitas mediante represas no autorizadas y pozos clandestinos. La confrontación ha sido cruenta y ya dejó dos muertos: Ismael Solorio Urrutia y su esposa Manuela Solís.

Agua para las cheves. Y también en Baja California. En abril de 2015, Constellations Brands, la tercera mayor cervecera estadounidense y dueña del Grupo Modelo en ese país, anunció su intención de instalar una planta en el Valle de Mexicali, para la cual necesita un suministro de agua de 20 millones de litros anuales por lo menos durante el próximo medio siglo.

Ese mismo año el gobernador Vega de la Madrid se los garantizó, comprometiendo el acuífero del que depende el agua potable para la ciudad y la de riego para los agricultores del Valle. Para 2017 ejidatarios, agricultores y pobladores integran Mexicali Resiste y se amparan contra la construcción. El pasado 13 de julio los animadores de la organización se plantaron a la entrada de la futura cervecera para impedir que pasara la maquinaria, una semana después los desalojó la policía, pero más tarde lo instalaron de nuevo.

El problema ahí no es sólo que se tenga que competir por el agua potable con los fabricantes de cerveza, sino que las compañías trasnacionales que ya se apoderaron de nuestro petróleo y nuestros minerales se quieran apropiar también de nuestros acuíferos. Y en ese ámbito el conflicto mayor no será con las embotelladoras sino con las que se dedican al llamado fracking, una forma de obtener petróleo y gas shell que emplea y contamina inauditas cantidades de agua. Y las zonas favorables para el fracking están principalmente en el norte semiárido. 

La Conagua como Yahvé. En el Valle del Vizcaíno, en la frontera entre Baja California y Baja California Sur, la disputa por el agua ha conducido a situaciones que serían jocosas sino fueran trágicas. Los agricultores del Valle, que dependen del acuífero para el riego, se enfrentan a la amenaza de la minera Los Arcos, del potentado Germán Larrea, que para beneficiar el cobre que extraería necesita diez millones de metros cúbicos anuales del líquido.

El problema es que la explotación del acuífero está en el límite, de modo que son los agricultores o la mina, no hay para donde hacerse. Pero eso no fue problema para Conagua, que como Yahvé que separó las aguas del Mar Rojo, separó en dos las aguas de un mismo acuífero y decreto que el primero estaba en el límite, pero en el recién inventado el líquido abundaba y Larrea podía extraerlo a discreción. El Comité Técnico de Aguas Subterráneas de Valle del Vizcaíno, que representa a los agricultores, ha emprendido la resistencia.

La Aridoamérica profunda de las tribus nómadas, los esforzados colonos y los aguerridos rancheros tiene en el agua su recurso más precioso. Y con el cambio climático el valor del cristalino líquido será aún mayor, de modo que más enconada será la pugna por apropiárselo. En las guerras del agua se juega el futuro del norte mexicano.

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