17 de septiembre de 2017     Número 120

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Suplemento Informativo de La Jornada

Así llegaron los ranchos a la península

Armando de Jesús Romero Monteverde Profesor investigador del Centro INAH-BCS


Rancheros en misa FOTOS: Armando de Jesús Romero Monteverde

El surgimiento de los ranchos en lo que hoy es el estado de Baja California Sur tiene su origen en la época jesuítica (1697-1768), e incluye la introducción de ganado mayor, menor, caballar, mular y las aves de corral.

La ganadería se introdujo el 19 de octubre de 1697, día de la fundación de la misión de Nuestra Señora Loreto en California. Juan María de Salvatierra había embarcado un caballo, diez carneros, cuatro cabras con su macho y cuatro lechones. Meses después se desembarcó ganado vacuno. Los misioneros tenían claro que debían fijar su atención en la cría de ganado para sostenerse.

El ganado provenía de donaciones de Sinaloa, como una de las estrategias para llevar a cabo la reducción de los indios en misiones. El abasto de carne, cebo, jabón, pieles, queso, leche y quesos era indispensable para cubrir las necesidades de los nuevos colonos. El primer rancho fundado fue el de San Juan Londó, primer pueblo de visita, ubicado 30 kilómetros al norte de la misión de Loreto, en marzo de 1697, por Juan María de Salvatierra. El ganado prosperó, aunque con algunas dificultades.

Con la expansión de las misiones, se crearon ranchos en cada una de ellas. La regla fue que cada misión que se fundaba recibía, de las ya establecidas, un hato de ganado de todos los tipos, que podía ir de 150 a 600 reses, además de un hato de cabras, borregos, caballos, yeguas, mulas, puercos, gallinas, guajolotes y palomas de castilla. Había dos tipos de ganado vacuno: de rodeo y alzado. El de rodeo pasaba muy poco tiempo en los corrales, pues era necesario que anduviera suelto para procurarse su alimento; el alzado se alejaba y se perdía en las montañas volviéndose cimarrón. En el paraje que se destinaba para rancho del ganado se ponían, por ejemplo, 300 vacas con algunos toros. Estos ranchos dependían de la administración misional y de vaqueros contratados para realizar el servicio. Cada año salían cinco o seis vaqueros a juntar el ganado y conducirlo a los rodeos; en lo que respecta al ganado alzado, hacían matanzas y lo aprovechaban para elaborar carne en tasajo (salada y oreada al sol).

Con el paso del tiempo, el ganado quedaba excesivamente flaco y pequeño. La leche apenas alcanzaba para los becerros. Los pastizales eran insuficientes por la escasez de agua y lluvias, con lo que sobrevenían mortandades. Las sequías eran cíclicas, eran pocos los años en que llovía con abundancia para que el ganado se recuperara. Por la falta de pastos el ganado se había acostumbrado a ramonear, es decir, a comer ramos de los arbustos u hojas caídas de los escasos árboles. Su alimentación era tan mala, que de hasta 400 cabezas de ganado mayor, no salía el sueldo de los vaqueros españoles y sus peones. Sólo se obtenía una carne excesivamente magra.

En cambio, el ganado menor se criaba muy bien todo el año, como relata un informe de Francisco María Piccolo, segundo misionero de California, que dice que en 1702 había ya más de mil cabezas, entre ovejuno y cabrío, y que serían más si no los hubieran consumido. Los pastores de estos hatos o chinchorros eran indios yaquis de la contracosta.

También se introdujo el ganado caballar y mular, que se reproducía con muchas dificultades, por lo que era llevado de Sinaloa o Sonora para el uso de los misioneros y soldados, así como para las vaquerías y el transporte de toda clase de efectos. Para el transporte de una misión a otra se abrieron caminos de herradura y se usaban mulas o recuas de Loreto; también se utilizaban para transportar las cosechas, principalmente de maíz y trigo y la carne en tasajo. También para el correo.

Para 1748, llega al sur de la California jesuítica el primer real de minas y pueblo secular, fundado por Manuel de Ocio, exsoldado de las misiones, quien hizo fortuna con las pesquerías de perlas, con un rancho ganadero y con el control del comercio en el Real de Santa Ana. Con él aparecen los primeros ranchos no misionales. En espacios de hasta cinco leguas había aproximadamente seis o siete ranchos y estancias de ganado mayor que abastecían a los operarios de minas. Estos ranchos fueron prosperando y se apropiaron del ganado alzado que pertenecía a las misiones para abastecer a los nuevos colonos, en su mayoría operarios yaquis y mayos. Cuando sobreviene la expulsión de los jesuitas en 1768, había en la California 14 misiones en pie y más de 18 ranchos misionales; y una gran cantidad de ganado de rodeo y alzado, así como 400 colonos, incluyendo soldados y familias del Presidio de Loreto, de algunos mineros de origen español y una gran mayoría de indios mayos y yaquis.

En 1768 llega a California el Visitador Joseph de Gálvez y el 12 de agosto expide una instrucción relativa a la enajenación de las tierras de la corona en favor de los nuevos colonos que inmigrasen a California. Con él se inicia la colonización civil, entregando títulos de propiedad a los mayordomos y exsoldados de las misiones. Poco a poco los ranchos misionales pasan a manos de particulares y las grandes extensiones de tierra y agostaderos se convierten en propiedad privada.

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