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Halagos de todos colores a la gestión del jefe del Ejecutivo local

La tribuna de la ALDF, convertida en escenario de aplausos y alabanzas

López Obrador, invitado sin invitación

Una declaración con mensaje

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El jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera Espinosa, dirigió desde el balcón de su oficina un breve mensaje a los líderes y trabajadores de la administración localFoto La Jornada
 
Periódico La Jornada
Lunes 18 de septiembre de 2017, p. 36

Si en verdad es cierto, como él ha dicho, que no lo rige la política, el jefe de Gobierno, en su último Informe a la gente de la ciudad, en su despedida, pues, no deberá hacer caso al espectáculo de focas aplaudidoras en el que se convirtió ayer la tribuna de la Asamblea Legislativa, aún del Distrito Federal, porque el sonar de esos halagos produce ceguera, sordera y ruptura con la realidad.

Hubo focas de todos colores, azules y tricolores, verdes, naranjas… nadie paraba de aplaudir, mientras Miguel Ángel Mancera sonreía satisfecho, y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, apretaba los labios en un gesto de sarcasmo que le servía de dique para no soltar la carcajada.

No era para menos. Allí, en tribuna, con esa imagen que tanto combate el secretario de Salud, Armado Ahued –ayer reconocido por su labor frente al programa El médico en tu casa–, un joven con cara de concha de vainilla que se mostró feliz por la decisión de ir a un frente de partidos –el suyo ya no da ni para retener las dos delegaciones que gobierna–, habló maravillas de sus compañeros de bandera, pero más de Miguel Ángel Mancera –ni quien lo imaginara de boca de un panista–, y casi jura odiar las ideologías, aunque todo su discurso transitó por la derecha, en un acto circense subliminal sólo comparable con el indescifrable ¿dónde quedó la bolita?

Y luego vino Israel Betanzos, o lo que queda del PRI en la Ciudad de México, y como quien pide angustiosamente chamba de lo que sea, lanzó halagos y acusaciones para hacer notar que si se está pensando en la construcción de un pacto por la capital. Él quiere un boleto. De eso se trató: halago y calumnia, calumnia y halago, no le dio para más.

Es el milagro del nuevo pacto, todos sumisos, todos en el mismo tono, todos con la idea, muy clara, de que un solo discurso los puede llevar a conseguir chamba en lo inmediato, siempre que abjuren de su identidad política, para poder hacer política.

Y si alguien pretende negarlo, nada más habría que mirar esas caras de el fin justifica la foto que se dio entre Alejandra Barrales, el azul Ricardo Anaya, Dante Delgado y otro personaje de barbas que se coló, mientras las cámaras disparaban sobre el histórico frente –en construcción–, que sería el hijo espurio de aquel otro que ha sido una desgracia para México.

Tampoco pararon los ataques, directos o simulados, en contra de Andrés Manuel López Obrador, un invitado sin invitación que se convirtió –seguramente para su gusto– en el tema de los ocurrentes a la tribuna de la ALDF, cosa que parecía innecesaria si de lo que se trataba era de puntualizar los logros del gobierno de Miguel Ángel Mancera, que son suficientes si se quiere reconocer su trabajo en la ciudad.

De cualquier forma, aunque un poco antes de las 11 de la mañana el pleito por las sillas y los lugares se puso de a peso, llegó un momento en que las aguas tomaron su nivel. Así, en uno de los palcos del segundo piso, la secretaria de Gobierno, Patricia Mercado, se ubicaba un escalón abajo del secretario de Desarrollo Social, José Ramón Amieva.

Y en el mismo palco Ahued y Manuel Granados, mientras Jaime Slomianski –quien también recibió reconocimientos por su trabajo– se ubicó junto al director del Metro, Jorge Gaviño, y allá en la periferia, alejado de casi todos, Ramón Aguirre, cuyo trabajo fue criticado hasta por las focas. Muy merecido, dijo el señor, cuando se le comentó que había sido el más señalado.

Así pues, los palcos del segundo piso del edificio de Donceles los ocuparon los miembros del gabinete de Miguel Ángel Mancera, cosa que no sucede porque siempre los ubican en el pleno, donde sí sentaron a Héctor Serrano, quien, como él dice, me cuezo aparte.

Y cuando ya todas las alabanzas habían colmado la paciencia y se creía que no podía caber ni una sola más, subió Mauricio Toledo, de traje negro y corbata amarilla –aquel conjunto que un 5 de diciembre de hace casi cinco años sepultó Miguel Ángel Mancera– y se lanzó sin vergüenza a los brazos del jefe de Gobierno, a quien confirmó como uno de los candidatos a la Presidencia de la República.

Pero no faltó el prietito en el arroz y vino el representante de Morena, cuyas críticas al gobierno se miraron agrandadas por la cascada de alabanzas, aunque tampoco fue un dechado de certezas, pero sí se dijeron verdades, el discurso parecía más una provocación que un llamado a reflexionar sobre el gobierno actual.

Luego, otro legislador dijo certero que “de aquí, de quienes ocuparon el recinto este domingo, probablemente salga el Presidente de la República –en el pleno estaban el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio; el presidente del PAN, Ricardo Anaya, y, desde luego, Miguel Ángel Mancera, quien aseguró que este fue su último Informe de gobierno como jefe político de la Ciudad de México. Pero... que nadie se mueva, la historia continúa.