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Algunos ofrecen sus casas para cargar el teléfono o pasar al baño

Necesidad de ayudar, motor de voluntarios ante la tragedia
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Trabajos de rescate en Lomas Estrella, Iztapalapa, donde luego de recuperar los cuerpos de las víctimas del sismo demolerán los edificios que presenten daños estructuralesFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Jueves 21 de septiembre de 2017, p. 15

Responden a un impulso que Gerardo Enríquez, quien llega de Tlalnepantla para participar en los rescates del edificio de Gabriel Mancera y Escocia, define como la necesidad de ayudar. A Pedro Santana, operador de combis en Cuajimalpa, lo llama algo que sale del corazón, y lo ha llevado a pasar cuatro horas a lo largo de la mañana reparando los marros que los rescatistas estrellan mil veces contra las losas desplomadas.

Enrique Cid y José Antonio Sánchez, vecinos de San Pedro de Los Pinos, vendedores de seguros, se disponen a estrenar picos, palas y guantes de carnaza que recién han comprado en una tlapalería. Es la oportunidad de demostrarnos que no somos tan individualistas.

Pero para Francisco Fuentes, albañil del estado de Puebla que trabaja para una constructora en la colonia del Valle –y que como muchas otras de estas empresas de rápido enriquecimiento no dieron ni un día de tregua en sus atareadas obras–, la cosa es más sencilla. Yo y mis paisanos terminamos el trabajo a las cinco de la tarde. Pero como no estamos cansados nos venimos a formar aquí, a chambearle unas tres, cuatro horas más. Está dispuesto a esperar el tiempo necesario para poder pasar al espacio que acordonan la Marina y la policía de Seguridad Pública, en Gabriel Mancera.

–¿Aunque le toque ya muy tarde? Van a dar las ocho.

–No le aunque.

En cualquier esquina, en los alrededores de las zonas de desastre de la ciudad, se repiten las estampas de la solidaridad ciudadana. Fernanda y Monstse son chefs de una famosa casa de banquetes de Guadajara. Las contrataron para un evento que se canceló por el sismo y entonces volcaron sus energías para compartir los bocadillos gourmet a los damnificados y rescatistas. Pero les han dado vueltas de la Roma a la Condesa; de ahí a la Del Valle y finalmente a la Narvarte, donde les indican que mejor hasta Xochimilco. Nada las desanima.

Los forzudos jubilados del Sindicato Mexicano de Electricistas que conforman el motoclub Legendarios Eléctricos se desplazan en 12 motos para trasladar herramienta y medicinas de los centros de acopio a los puntos de rescate. De la Narvarte se alistan para ir al barrio San Gregorio, en Xochimilco. Y como ellos, las chicas del club Pink Bikers. Cuarenta chavas motociclistas que, cuenta Alexa, hacen scouting (exploración) para detectar lo que hace más falta y dónde. Lo más difícil de encontrar, señala, son tanques de oxígeno, lámparas y pilas. Sus compañeros varones, los Black Hawks, con 11 motos, acaban de descargar en Petén y Zapata una dotación de palas, picos y cascos que urgían, para equipar a los cientos de voluntarios que pacientes esperan entrar en acción. Van por más.

Vino a buscar a su madre

Javier España, vendedor de orquídeas que viene por el rumbo de Xoco, llegó a las inmediaciones de Gabriel Mancera y Eugenia, que hoy son zona de desastre, con tres edificios de departamentos –de mínimo siete pisos– derrumbados en un radio de dos manzanas, a buscar a su madre, quien tiene en la zona un consultorio médico. Eso fue el martes, poco después del sismo. Lo que vio lo hizo quedarse. Cubrió seis horas de trabajo voluntario, dándole al mazo. Ayer repitió la dosis.

¿Buscan sobrevivientes o muertos? No saben. Ahí, en los derrumbes de Escocia, Gabriel Mancera y Eugenia, la Secretaría de Marina tiene control absoluto. Nadie informa sobre los rescates que se logran. A la prensa la mantienen lejos, a más de 100 metros. Los sobrevivientes o restos rescatados son llevados al Verificentro vecino y los sacan por la calle Concepción Béistegui, cerrada también en ese tramo.

Unos ayudan internándose entre nubes de polvo de los escombros. Otros, como una vecina de Nicolás San Juan y San Borja, lo hace de otro modo. En su portón ha colocado dos avisos. ¿Necesitas ir al baño, agua? Tócanos. Por ahí desfilan hombres y mujeres, militares y civiles. Otro: Si necesitas energía, conéctate aquí. De la ventana cuelgan varias extensiones eléctricas. Varios celulares se recargan simultáneamente.

En el triángulo que forman las colonias Del Valle, Letrán Valle y Portales Sur se experimenta otra forma de solidaridad: la de los vecinos. Son varios los edificios donde todos sus habitantes han tenido que evacuar, como el de Saratoga 702. En medio de la incertidumbre, ya que no saben si todavía tienen casa o ya no, han organizado sus guardias. Unos van a dormir a los albergues cercanos, otros dormitan en los coches, otros vigilan. Y así toman turnos las 24 familas.