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Puntos sobre las íes

Recuerdos Empresarios (LXII)

N

ueva dupla…

Aunque brevemente, por razones de espacio, en mi anterior recuerdo me referí a don Leodegario Hernández Campos y a Carlos González Alba, y ahora –obligada continuación– aquí estamos dándole a la tecla con esta singular pareja, por lo que fueron y significaron en el mundillo taurino mexicano.

Don Leodegario, de joven se dedicó a la organización de espectáculos artísticos y musicales y poco después, inoculado ya por la araña taurina, cuando el nefasto Ángel Vázquez seguía haciendo y deshaciendo (a punto estuvo de acabar con la fiesta en México) y dándose cuenta –que a la ocasión la suelen pintar calva– de que corridas y novilladas podrían volver a ser un estupendo negocio, no sé bien si adquirió o más bien rentó las plazas de León e Irapuato, por lo que las fuerzas vivas lo vieron como el Terminator del gallego-cubano.

Lógicamente, matadores, novilleros, subalternos, ganaderos y demás se fueron a la cargada, y fue tal el éxito de don Leodegario que, a poco, se hizo empresa del coso de Monterrey, y ya encarrilado quiso hacerse también de El Progreso, de Guadalajara, pero esto no pasó más allá de buenos deseos, aunque no por ello se dio por vencido y anunció que construiría un coso más para la perla tapatía.

Lo llamó plaza de toros Monumental de Jalisco, y fue inaugurada el sábado 4 de febrero de 1967, siendo los matadores Joselito Huerta, Raúl Contreras Finito y Manolo Martínez, con toros de don José Julián Llaguno.

Y, entre jalones y estirones, en 1969 las cosas llegaron a severos extremos, ya que las dos plazas anunciaron para el 16 de enero sendos festejos, así que las autoridades de Guadalajara dispusieron la suspensión de las corridas, multándose a ambas empresas con elevadas sumas.

Don Leodegario anunció que convocaría a los medios de difusión para dar a conocer las maniobras en su contra, lo que no tuvo lugar, pero –eso sí– a poco, decidió alejarse completamente del mundo taurino.

¿Qué fue de sus plazas?

Tras de tantos líos y de las presiones que en su contra se desataron, decidió venderlas al consorcio rival y, según se comentó, cayó en una severa depresión, misma que pudo superar a lo largo del tiempo.

Fue un buen hombre.

***

¿Y Carlos González?

Al principio de lo escrito en relación con don Leodegario Hernández, me referí someramente a Carlos González Alba, quien, llegó a vestir de luces en calidad de novillero, pero como las cosas no fueron lo soñado, la madre de Joaquín Ruiz Maravilla, cuyo retoño también soñaba con las glorias de Tauro, le dio cobijo y sustento, hasta que decidió emigrar a Estados Unidos, en procura de mejores tiempos, pero como tampoco la hizo, volvió a México, y cuando don Leodegario decidió entrarle al mundillo taurino, Carlos le solicitó una entrevista. Se la concedió y quedó enganchado en calidad de secretario, y dada su forma de ser, poco después también se le encomendó fuera una especie de veedor, es decir que fuera a las ganaderías a cerciorarse del estado del ganado que pudiera adquirirse y supervisar la transportación, todo lo que le ganó las simpatías del empresario, que prácticamente llegó a considerarlo como su segunda mano, hasta que…

Lo despidieron.

¿Y eso?

Tuvo Carlos alguna discusión o discusiones muy fuertes con Manolo Martínez y su apoderado (José) Chafik Hamdan, y visto que el regiomontano era la carta fuerte de don Leodegario, éste optó por darle las muchas tardes y las muchas gracias.

Y a peregrinar de nuevo…

Fue entonces que Javier Garfias se enteró del distanciamiento y, supongo, consideró que Carlos sería un estupendo elemento, que en mucho le ayudaría para tratar con matadores, apoderados, ganaderos y subalternos, además del transportista de la empresa, hermano de Curro Ortega, y se lo jaló. Nunca supe cómo fue que el licenciado Bailleres y su consigliere en cuestiones del toro, señor Carlos Orozco, estuvieron conformes, después de que Carlos había sido del equipo de don Leodegario.

Y sí, lo que Javier Garfias pensó se hizo realidad, y me atrevo a pensar que Carlos llegó a ser una especie de subgerente y además encargado de las relaciones públicas para suavizar los exabruptos de Javier.

(Continuará)

(AAB)