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19/S: El dolor y la esperanza

Barrio de artesanos juchitecos, afectado

Huarachero salva vida, oficio y muy poco más
Foto
Ramón Luis Luna es un fabricante de huaraches originario de la octava sección del municipio de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Después del sismo de magnitud 8.2 del 7 de septiembre pasado perdió su casa, así como gran parte del equipo con que realiza el oficio heredado desde hace dos generacionesFoto Diana Manzo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 9 de octubre de 2017, p. 33

Juchitán, Oax.

Recuerda y llora. Ramón Luis Luna, artesano de huaraches originario de la octava sección de Juchitán, conocido como Cheguigo, aún no concibe que con el terremoto del 7 de septiembre haya perdido todo: su casa y gran parte de su equipo de trabajo. Además de la vida, conserva su oficio, herencia de su abuelo y su padre.

De su casa únicamente quedó un pequeño cuarto donde resguarda algunas piezas que logró rescatar de entre los escombros. El colapso destruyó su máquina de coser, mesas, rollos de cuero y plástico y algunas hormas con las cuales elabora los huaraches.

En la octava sección de Juchitán habitan 90 por ciento de los cerca de 20 artesanos que elaboran huaraches de cuero y sintéticos; la mayoría, al igual que Ramón, perdieron sus viviendas.

Conforme transcurren los días, la situación se vuelve más tensa para Ramón y su familia porque no ha podido trabajar y tienen deudas con un proveedor.

Ramón aprendió el oficio a los 11 años (tiene 44). Su abuelo, Ruperto Sánchez Ramírez, y su padre, Antonino Ruiz, le enseñaron técnicas con materiales tradicionales, pero optó por aprender a hacer huaraches sintéticos, por ser más baratos y fáciles de vender.

Después del terremoto que sacudió el Istmo de Tehuantepec hace un mes, Ramón se quedó sin clientes. Cada tercer día entregaba calzado a los comerciantes del mercado 5 de Septiembre. Ahora todos son damnificados.

A veces uno lamenta, uno dice: ¿por qué a mí? Pero en estos días he valorado que la vida es lo más importante. Tengo manos y pies. Ahora desempolvaré mi máquina de costura y a comenzar de nuevo. No hay de otra, expresó.

Aunque tiene las ganas, carece de dinero para empezar a trabajar,y no ha recibido apoyo alguno. Es duro y complicado, dice el juchiteco, quien a pesar de que ahora vive debajo de una lona que una vecina le regaló no se doblega y limpia con delicadeza sus hormas y las numera.

Mi casa quedó hecha polvo. He llorado mucho porque mis cosas se fueron, pero valoro más que mi familia y yo nos hayamos salvado. Ese fuerte ruido que de la tierra surgió y movió todo ha sido lo más feo que he vivido. Ese miedo aún no lo supero, contó.

En el patio de lo que alguna vez fue la vivienda de Ramón, coloca sus huaraches para ofrecerlos a quien pase, a 70 u 80 pesos, pero las familias de la región le dan prioridad a comprar comida.

La gente pasa y los ve, pero me dice que por ahora no comprará. Es una situación muy dura porque mi familia también reclama comida; por fortuna tenemos el apoyo de gente solidaria que nos da una despensa, relató.