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Nosotros ya no somos los mismos

Más sobre declaraciones absurdas, grotescas, hilarantes y aun delincuenciales

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En junio pasado, el jefe de Gobierno de Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa (centro) presentó la campaña #Like a la vida; el suicidio no aplica, enfocada a evitar las ideas autodestructivas por InternetFoto Luis Humberto González
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n este pequeño apartado que abrimos sobre declaraciones absurdas, grotescas, hilarantes y aun delincuenciales, vamos a comenzar con un singular extrañamiento, corrección o nalgadas rotundas, que le propinó el jefe de Gobierno de la impronunciable CDMX, a su torpe y boquiflojo titular de la Contraloría General, don Eduardo Rovelo Pico (de haberlo cerrado, se vería más bonito).

Resulta que don Eduardo declaró, sin recato alguno, que: La corrupción es imposible de eliminar. Esta opinión es muy válida y seguramente compartida por miles de personas. ¿Cuántos mexicanos en el país pueden decir que en el amplísimo espectro de la vida familiar, profesional, cultural, de trabajo, de lúdicas y casi decentes actividades y, por supuesto, de tratos sociales y políticos, no han sido víctimas de un fraude, una extorsión, un chantaje, un abuso de autoridad, una disimulada alcabala? Pero, ¿puede afirmarlo paladinamente, el funcionario que tiene cinco años percibiendo decorosos honorarios, precisamente por evitar que todos los actos tipificados como delitos de corrupción sean inevitable pan de todos los días? ¿Es decir, que ha vivido durante todo este tiempo recibiendo su salario de manera legal, pero a todas luces vergonzante e inmerecida? ¿Entonces este funcionario realiza, conscientemente, una labor innecesaria, inútil y cobra por ese triste simulacro de servicio público?

Esta confesión, ni siquiera forzada o comprometida, me asustó. Yo desde que el papá de la teenager Constanza Creel González elaboró la teoría del sospechosismo, me afilié a ella con verdadera devoción, por eso ahora veo moros con tranchetes hasta en los pocos monjes cartujos que conozco. (¿De qué estarán callando, me pregunto?) Tengo un nieto (Diego) que cada semana me da un diente que se le acaba de caer, para que yo se lo haga llegar al ratón que paga por ellos. Ahora que cumplió 18 años he empezado a sospechar de la veracidad de su permanente renovación dental. (Los animales que más dientes tienen son: el pez gato, con 9 mil 280, y los tiburones y las ballenas, con más de 4 mil 500.

Pues deben saber los que no son abogados y los que sí lo son más les vale a sus representados que lo sepan, que la prueba llamada confesional fue antaño considerada la reina de las pruebas, desde que Nabis, rey de Esparta y Apega, y su esposa (que dicen era la mujer más hermosa de Grecia) idearon y pusieron a funcionar una máquina terriblemente cruel que persuadía a los súbditos a confesar su evasión de impuestos y pagarlos con un sencillo malabarismo financiero que ahora se le conoce como anatocismo o interés compuesto (compuesto de usura, rapiña y mala leche).

Desde ese entonces la confesional ha corrido la misma suerte que las encuestas electorales o el cuento rosa de la hija del faraón egipcio que le llegó a su papito con un intempestivo nieto y le echó el rollo: “Papá faraón, después de estar tanto tiempo escribiendo a París pidiendo un nieto para ti, nuestros múltiples dioses (eso es lo bueno de ser incluyente en tus creencias y no andar con mezquindades de: mi dios es más poderoso y fulmina al tuyo), me escucharon y por DHL vía fluvial (river transport) del Sena al Nilo me llegó esta canastita, sin escalas, ni aranceles fuera de los estipulados en el ese entonces TLCFE (Tratado de Libre Comercio Francia-Egipto)”.El pobre faraón nunca se imaginó que aunque el viajecito que con muchos pelos y pocas señales le contó su hijita (luego conocida como Lady moisés, como se le dice a la canastita de los recién nacidos), el inocente sí era su nieto de a devis (aunque hijo de un israelí menos amistoso aún que Netanyahu, que en su locura disculpó a Adolfo Hitler del Holocausto y culpó a los palestinos).

Para dar solidez a su afirmación, el señor controlador nos sorrajó una científica aclaración: La corrupción no la puedes eliminar, pues es consustancial a la sociedad. ¿Y su desempeño consustancial a la corrupción? ¡Acabemos! ¿Así que ahora los contralores son sicólogos, sociólogos, antropólogos sociales, ministros de culto?

Como cereza del pastel, el señor contralor nos asestó este mandoble: “la corrupción no la puedes eliminar, sólo mantener en niveles tolerables”.

¿O sea que resulta imprescindible una verificación, un alcoholímetro, un análisis sanguíneo, una tomografía o un ultrasonido que nos indique si el grado aceptable de corrupción no ha sido rebasado (por usted, despacho, empresa, iglesia o filial trasnacional, señor causante mayor, señorita madam, señor concesionario, transportista, desarrollador inmobiliario, publicista, encuestador, funcionario público, juez, magistrado, ministro)?

Por eso seguramente el jefe de Gobierno no tomó muy en serio la opinión de su estrecho colaborador y decidió no exhibirlo, solamente se concretó a diferir de su opinión, aunque sin hacer referencia nominal ni directa pues, bien sabía que el señor Rovelo Pico-flojo, no era mentiroso y, por otra parte: ¿Qué tal si le daba por ­ejemplificar?

Y ya que estamos con el gobernante de la ciudad, refirámonos a dos de sus recientes declaraciones: la primera ocupó páginas completas de los diarios nacionales, además costeada por cuenta suya, mía y de todos a los que el señor contralor no considera en el rango de tolerables. ¿Recuerda usted la catarata de inserciones de prensa con el retrato del gobernante y un lema que alguno de sus descerebrados publicistas le formuló? (se me hace que en realidad trabaja para Monreal): Cinco años de hechos, no de política.

Entiendo y acepto que mis pruritos son intensos, pero me rebelo ante los que son ocasionados por profesionales que por escribir una frase (ni siquiera una oración) cobran cantidades comparables a la ignorancia de quienes los contratan.

La confesional de don Miguel Ángel no tiene desperdicio. Se sitúa de golpe en el ras del intelecto, o sea, el Partido Verde. Hace años, cuando esta asociación delictuosa estrenó uno de sus estúpidos lemas en que presumía una incongruencia que manifestaba su ignorancia: Somos ciudadanos, no políticos, nunca pudieron entender su sinrazón porque su escaso magín no les permitía tales excesos. Ciudadano casi cualquier individuo puede serlo. Recuérdese (aunque ninguno sea un grato recuerdo) a Rogerio de la Selva, a Joseph Marie Córdoba Montoya o Juan Camilo Mouriño. Ser ciudadano es algo casual, muy al margen de la voluntad del sujeto, futuro ciudadano de cualquier país.

Tan es algo fortuito que puede haber una persona con varias nacionalidades. En el mundo casi no existen terrícolas carentes de una nacionalidad. Porque tenerla y gozar de las prerrogativas que esa calidad representa es uno de los derechos humanos fundamentales. En México la abrumadora mayoría tenemos la nacionalidad mexicana. Incluyendo por supuesto y por mayoría de razón, a los miembros de los llamados pueblos originarios. En México hay gran número de extranjeros, que gozan de todas los derechos que los aquí nacidos o naturalizados, pero no de las prerrogativas políticas que, como en todas partes son exclusivas de los ciudadanos de cada territorio. Ser ciudadano no implica que debas ser político profesional. Puedes ser titiritero o mimo (para hablar de lo más cercano), artesano, cirujano plástico o chef.

Cualquiera, con una autorización de la Secretaría de Gobernación, si eres extranjero, y con un permiso de la SEP, o de otra dependencia relacionada puedes, ejercer profesión, oficio legalmente aprobados. Los otros me imagino que están incluidos en el rango tolerado. Por cierto, según el Banco Mundial y la Organización de los Estados Americanos, la corrupción cuesta 10 por ciento del producto interno bruto. O sea que mientras el llamado hermano incómodo jugó a la baja, los 10 gobernadores en la mira: presos, en proceso de extradición o prófugos, se ganaron ya el título de all americans.

Este capítulo no termina. El señor Mancera nos debe explicar si entiende la diferencia entre un acto, un hecho y una política pública. ¿Por qué pretende y se siente digno de ocupar el más importante cargo político de nuestro país, pero confiesa que la política (ya le daremos al respecto algunas opiniones), puede ser ventajosamente suplida simple y llanamente por hechos? ¿Pragmatismo y azar versus información y ­racionalidad?

Y luego algo sin desperdicio: su campaña: “Dale like a la vida. El suicidio no aplica”.

Y nos falta el secretario de Economía y su ultimátum a don Don-ald.

Por último una duda que eterniza mis horas de vigilia: ¿Quién fue el Clark Kent, que deshojó la Margarita?

Twitter: @ortiztejeda