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Con placa, Francia honra a periodistas asesinados; incluye a corresponsales de este diario

Al gobierno no le interesa resolver el asesinato de Javier Valdez, asevera viuda
Foto
Aspecto de la placa en un parque de Normandía, para homenajear a periodistas caídos en su trabajoFoto Griselda Triana
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de octubre de 2017, p. 16

Los nombres de cuatro periodistas asesinados en México este año –el sinaloense Javier Valdés y la chihuahuense Miroslava Breach, ambos corresponsales de La Jornada, así como el guerrerense Cecilio Pineda y el bajacaliforniano Maximino Hernández– fueron inscritos en una placa conmemorativa en un parque de la ciudad de Bayeux, en Normandía, Francia, donde cada año se rinde homenaje a los corresponsales de prensa de todo el mundo caídos en el ejercicio de su profesión.

Durante la ceremonia en el memorial, Griselda Triana, esposa de Javier Valdez, ultimado el 15 de mayo pasado, aseguró que México vive tiempos violentos en los que matar periodistas se está volviendo costumbre. En nuestro país, agregó, hay un presidente, pero no hay gobierno.

Honran a caídos en Irak

En la misma placa quedaron inscritos los nombres de otros colegas informadores: Stephan Villeneuve, Bakhtiyar Haddad y Véronique Robert, los tres caídos en la reciente batalla de Mosul que se libró para replegar de esa región iraquí a las fuerzas de ocupación del Estado Islámico.

En una pequeña intervención durante el acto conmemorativo, la esposa del corresponsal de La Jornada en Culiacán, fundador del periódico local Río Doce y autor de una decena de libros, aseveró: Ahora lo tengo que aceptar: al gobierno mexicano no le interesa ni está haciendo lo suficiente para que el crimen (de su marido) sea resuelto.

Cada año, en el contexto de esta actividad de y para periodistas en Normandía, se inscriben en placas de granito los nombres de los comunicadores que han sido asesinados.

Triana, madre de los dos hijos del reportero asesinado –Tania y Francisco–, hizo una semblanza de Javier Valdez, quien en de sus trabajos periodísticos y en cada libro que escribió, desnudó una realidad que quienes tienen en sus manos las riendas del país no quieren mirar ni resolver porque quienes mandan son otros. Javier no se dedicó a contar muertos; él se ocupó de visibilizar a las víctimas, de ponerles rostro y contar sus historias. Y en el trabajo que realizó, con pasión y compromiso por más de dos décadas, están mujeres, hombres, niñez y juventud víctimas o huérfanas del narco, familias que escarban la tierra con sus propias manos en fosas clandestinas con la esperanza de encontrar a sus seres queridos desaparecidos, porque si ellas no lo hacen, nadie más lo hará.

Añadió: Javier no fue un periodista del silencio, y eso le costó la vida. El derecho a la libertad de expresión, decía él, no es un asunto solo de periodistas sino de toda la ciudadanía, y para defenderlo hay que ejercerlo. A Javier solo podrían silenciarlo si lo mataban, y lo lograron.

Finalmente, citó las últimas líneas del texto postrer de Valdez, publicado en la antología Periodismo escrito con sangre: El derecho a la libertad de expresión es un derecho ciudadano, un derecho humano y, vale la pena, en tiempos tan sombríos y convulsionados, levantar la palabra escrita y hablada, que muchos nos quieren arrebatar para imponernos el silencio. Para mí, dejar de escribir es morir; es dejar de caminar, de sentir, de experimentar la vida. El silencio es una forma de complicidad y de muerte. Y yo ni soy cómplice ni estoy muerto.