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EPN y el conejo de la chistera

Canadá, ¿opción al TLCAN?

México, enferma dependencia

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a cada vez más endeble versión oficial sostiene que para México no sería catastrófica la salida del TLCAN; que ello no implicaría el fin del mundo, porque el acuerdo de libre comercio con Canadá se mantendría; que el gobierno cuenta con un plan B; y que, en fin, ante tal escenario el país no quedará vulnerable.

Es bueno saberlo, pero a lo largo de los últimos 23 años el gobierno mexicano (de Salinas a Peña Nieto) ha presumido los innumerables beneficios que ese tratado comercial ha generado para el país, porque sin él, según dice, nada hubiera sido igual. Una indoblegable defensa de ese mecanismo comercial, que no admitía cuestionamiento alguno.

Pero ahora que el TLCAN huele a cadáver y que parece inminente que México quedará fuera de ese paraíso, el discurso oficial cómodamente da un giro a modo y minimiza el golpe político propinado por el salvaje de la Casa Blanca, al tiempo que reduce a su mínima expresión el porrazo económico que se avecina por la citada salida. Así es: del nada sería igual a la expulsión del paraíso nos hace los mandados.

¿Por qué? Bueno, porque al final de cuentas –versión oficial– queda Canadá y con esa nación el Tratado de Libre Comercio de América del Norte seguirá adelante, siempre en el supuesto de que Justin Trudeau (adorado por los legisladores mexicanos, más hábiles y decididos para la selfie con el canadiense que para atender y solucionar los problemas nacionales) sea un político cumplidor, confiable y no acomodaticio (según la visita en turno: Casa Blanca o los pinacates).

Y frases como las citadas (súmenle mantengo el optimismo en las negociaciones, la más reciente de EPN) se repiten una y otra vez en el circuito oficial –que incluye a la cúpula empresarial, aunque ésta cada vez con menor convicción y mayor temor–, mientras es más que notorio el nulo avance en las cuatro rondas de negociaciones del TLCAN y el endurecimiento de la posición gringa (de por sí implacable), por mucho que los representantes mexicanos aseguren en público que no aceptaremos cambios que sean retroceso.

Entonces, si lo corren del TLCAN el gobierno peñanietista ha sacado de la chistera un conejo de oro: Canadá, nación que estaría dispuesta (otra vez según la versión oficial) a jugársela con México y a éste sacarle las castañas del fuego. Qué bueno, pero algo falla y se llama proporción, o mejor dicho desproporción.

Los siempre atinados integrantes del gabinetazo de EPN presumen que alrededor de 85 por ciento del comercio exterior del país se realiza en el marco del TLCAN, lo cual documentan con la estadística oficial. Y sí, esa es la proporción aceptada por tirios y troyanos. Pero lo que los dilectos funcionarios nunca aclaran es qué tamaño tienen las rebanadas, porque a la hora de entrar al detalle se desmorona la novela rosa de la alternativa canadiense post teleciana.

De acuerdo con esa estadística, de cada dólar captado por exportaciones 85 centavos provienen de Estados Unidos y Canadá, y los otros 15 se captan por las ventas a las naciones integrantes de la Unión Europea y otras menudencias.

Sin embargo, de los 85 centavos citados (producto del TLCAN que huele a cadáver), alrededor de 82 provienen de Estados Unidos y, forzando la maquinaria, tres de Canadá. Para dar una idea de qué se trata, en 2016 México exportó a Estados Unidos un total de 303 mil millones de dólares, y a Canadá 10 mil 450 millones, de tal suerte que la diferencia entre uno y otro monto es cercana a 30 veces (de hecho, el valor de las exportaciones mexicanas a la Unión Europea –18 mil 400 millones– casi duplica al canadiense).

Entonces, aún en el supuesto de que el gobierno de la nación de la hoja de arce esté dispuesto a tomarse de la mano amiga de México, a combatir hombro con hombro y enfrentarse con el maldito de Donald Trump, aun así, pues,… no serviría de mucho para cubrir el profundo cráter comercial que dejarían los gringos, porque sólo alcanzaría para tapar un rinconcito del gran agujero.

Y la situación no es muy distinta en el renglón de las importaciones: de acuerdo con la estadística del quinto Informe de gobierno de EPN, cerca de 50 por ciento de ellas (otras fuentes elevan la proporción a 75 por ciento o más) proviene de Estados Unidos (y una buena proporción de lo importado sirve para terminar productos de exportación) y apenas 2.5 por ciento de Canadá.

De hecho, con todo y TLCAN, Canadá es uno de los países a los que México compra menos: en 2016 el monto erogado por tal concepto fue de 9 mil 600 millones de dólares, contra 70 mil millones a China (segundo lugar en importaciones; la nación asiática apenas adquiere 5 mil 400 millones de productos hechos en México, no necesariamente mexicanos), 38 mil millones a la Unión Europea y 18 mil millones a Japón.

Por ello, aun si se considera el eventual altruismo y entrega desinteresada de Trudeau hacia México, la gran alternativa para enterrar el cadáver teleciano, el enorme conejo dorado de la chistera peñanietista no alcanzaría ni para el arranque, porque más de 80 por ciento del comercio exterior quedaría en veremos.

Las rebanadas del pastel

Era más que previsible, no sólo porque en el gobierno las cifras siempre son alegres, sino porque la realidad es más cabrona que bonita. Resulta que la reconstrucción por los daños de los terremotos septembrinos ya no suma 37 mil 500 millones de pesos, como originalmente divulgó el inquilino de Los Pinos, sino 48 mil millones, y contando, de acuerdo con la actualización del propio personaje. Un error de cálculo de apenas 30 por ciento. Y si nadie sabe de dónde saldrá el primero de los montos citados, mucho menos el segundo. Por si fuera poco, los afectados por los sismos suman 12 millones en 10 entidades de la República, algo así como 10 por ciento de la población total del país, y lo mejor del caso es que la versión oficial asegura que en 2017 el daño fue menor al de 1985… Y el dólar sigue de fiesta: ayer cerró jornada financiera en 19.30 pesos (en Bancomer).

Twitter: @cafevega