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Parece que por hoy ni ley ni reformas
L

a agitación política en el Senado amenaza la gobernabilidad del país. Estando pendientes ciertas iniciativas legislativas, esa convulsión ha revelado condicionantes que no fueron sopesadas antes y hoy obligan a reflexionar sobre su naturaleza, alcance y oportunidad. Los efectos de esas iniciativas en un ambiente convulso son altamente significativos, por el bien o el mal que pudieran acarrear. Los efectos podrían ser:

1. Relegar por un tiempo impredecible la iniciativa, nunca concretada de Ley de Seguridad Interior (LSI). Existiendo cinco proyectos sin dictaminar, es imposible comprometer una opinión. 2. Aceptar como totalmente imposible la reforma constitucional prevista para varios artículos. Son los: 21, 73, 76, 115, 116 y 123, tarea que en cualquier tiempo sería de romanos, pero indispensables para dar lugar a la pretendida LSI y a la creación del mando único o mando mixto policiales, las tres verdaderas fantasías producto de la desesperación a que hemos llegado y; 3 y el más delicado: atascamiento de todo intento de un nuevo esquema de procuración de justicia mediante la Fiscalía General de la República (FGR).

Respecto de la iniciativa de LSI, hoy, con la discusión sobre la FGR, ésta teóricamente vigorosa, independiente y soberana, es obligado reflexionar que, ante esos supuestos atributos, la novedosa fiscalía, tendría que compartir funciones de Ministerio Público con las fuerzas armadas. Los más respetados centros de opinión pública han expresado serias preocupaciones. Los más afirman que además de que se reforzaría una estrategia anticrimen que ya demostró su fracaso, es evidente que esa ley deterioraría a la FGR todopoderosa deseada.

Ricardo Anaya declaró: Nosotros somos los que hemos fallado al Ejército, al encomendarle tareas que no le corresponden. (La Jornada 20/10/17) y el propio presidente de la CNDH dijo: No se puede sustituir las competencias de otras autoridades como es la persecución de los delitos ( Expansión, News Letter).

Es de aceptarse que los proyectos, para bien o para mal, están confiscados por su naturaleza y el descompuesto clima político. Si la idea general sobre una iniciativa de la FGR ha ganado consensos, también ha despertado inquietudes respecto de su orgánica y con qué elementos humanos integrarla. Las cinco iniciativas sobre Seguridad Interior y los dos mandos, por falta de un proyecto de dictamen que dé lugar a una discusión abierta, seria e informada, son un verdadero albur cuya aprobación hoy podría ser un mal inminente.

Las iniciativas fueron mal presentadas, reactivas políticamente unas de otras, inexplicadas, sin contexto sobre lo que significarían a largo plazo para la procuración y administración de justica y lo más abstracto, ya que fue la motivación de la iniciativa de LSI: No está claro cómo beneficiaría a las fuerzas armadas en sus esfuerzos de colaboración con la autoridad constitucional definida meridianamente por el artículo 102 de ese ordenamiento.

El Mando Único es un acto de desesperación engendrado en la Secretaría de Gobernación. En cinco años fue incapaz de fortalecer a los municipios en su seguridad pública, que como nunca es una calamidad más que un auxilio social.

Si siempre ha sido débil, ineficiente y escasa, hoy se hace evidente que son muy pocos municipios los que tienen una fuerza relativamente confiable en calidad y cobertura, las más son deficientes e insuficientes. Fuera mando único o mando mixto, son escapes que en nada garantizan una mejoría del tamaño del riesgo que se estaría asumiendo con esos pasos, a menos que esté todo tan podrido que haya que apostar a lo inmediato y reiniciar otro desastre.

El presidente Peña Nieto, ante la 42 sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública confesó: Las entidades federativas en muchos casos no cuentan con cuerpos policiacos suficientemente sólidos y confiables, y en el caso de los municipios, muchos ni siquiera han desarrollado sus propias corporaciones. Un fracaso más que confesado.

No se puede disfrazar que pasaron cinco años de insuficiente creatividad logrando que, lo que ya era grave en 2012, hoy sea desesperante. No es la LSI ni los mandos aludidos por si solos lo que nos sacará de este gravísimo problema. Ahora es más claro que se requieren programas integrales de gran seriedad: seguridad pública, procuración y administración de justicia. Hasta hoy sólo los hemos aplicado fragmentados.

Considerando y respetando el alto propósito de crear la FGR, es imperioso que no nazca en un ambiente que resultara de rivalidad, merced de la LSI. El país y las fuerzas armadas demandan de una base legal de actuación que, por lo determinante, debe ser creada con la mayor prudencia y responsabilidad y no en el clima explosivo que vivimos. Hay mucho hilo que devanar antes de asumir tan graves decisiones no suficientemente reflexionadas. Afortunadamente parece que por hoy, ni ley ni reformas.