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La Revolución que cambió el mundo
L

a Revolución de Octubre se realizó sin disparar un solo tiro ni romper ni un vidrio. Pero después de ella el país, amenazado por el avance de las tropas alemanes, estaba exhausto. La producción en 1918 se estancaba al nivel de 1912-1913, los transportes, destruidos y desorganizados, no abastecían al frente ni a las ciudades donde había hambre. La decisión del Congreso de los Soviets de entregar la tierra a los campesinos e iniciar de inmediato una tratativa de paz sin anexiones consolidó de inmediato a los bolcheviques pero produjo una desbandada en el frente pues los soldados-campesinos desertaron en masa para participar en el reparto de tierras.

Los restos del zarismo, los capitalistas, iniciaron la guerra civil lanzando contra el poder de los Soviets regimientos de cosacos y ex oficiales y las tropas de 14 potencias (Inglaterra, Francia, Estados Unidos, hasta Japón entre ellas) les dieron su apoyo. Trotsky entonces creó de la nada y dirigió un Ejército rojo obrero-campesino de más de tres millones de hombres y mujeres y, como la francesa, la Revolución venció con el pueblo en armas. Los obreros más conscientes y los miembros de las nacionalidades oprimidas por el zarismo y liberadas por los bolcheviques constituyeron las tropas de choque en esa guerra particularmente sangrienta y destructiva.

Los bolcheviques pagaron, sin embargo, un caro precio por la victoria porque, entre la guerra con los Imperios centrales (Alemania, Austria-Hungría, más Bulgaria y Turquía) y la guerra civil, el país perdió más de cuatro millones de combatientes y millones de civiles sin contar la enorme cantidad de heridos, mutilados y enfermos graves. Además, las guerras habituaron a las atrocidades y formaron una generación en la violencia y la brutalidad de las relaciones así como en el mando y la obediencia, cuando la lucha por el socialismo requiere, por el contrario, civilidad, amor al prójimo, solidaridad, espíritu crítico, independencia.

Lenin murió el 21 de enero de 1924 a los 53 años de edad. Ya en ese año los Soviets estaban muy debilitados y el aparato de Estado hipertrofiado por la guerra civil tendía a sustituirlos. El partido había cambiado radicalmente con la muerte de su secretario general, el intachable Sverdlov y su remplazo por Stalin, grosero, brutal y nacionalista gran ruso y con la incorporación en masa de militantes sin la experiencia democrática de la discusión interna ni el aprendizaje político de la militancia en el extranjero. De los 43 mil bolcheviques de Petrogrado en octubre de 1917, en agosto de 1918 quedaban siete mil, los 406 mil obreros de la ciudad se habían reducido a 120 mil 533 y 33 mil obreros combatían como voluntarios en los diversos frentes.

Miles de los mejores militantes obreros sobrevivientes se habían improvisado como directores de empresas, eran altos funcionarios del Estado o integraban la nueva oficialidad del Ejército Rojo. Peor aún, los obreros, que habían esperado que la revolución en Austria y en Alemania completase la Revolución Rusa e hiciera posible el socialismo, se decepcionaron porque, pese a los Consejos y las milicias obreras, en esos países la socialdemocracia salvó al capitalismo. Además, dado el grave atraso ruso, los nuevos administradores y jefes de empresas tomaban como modelo lo que se hacía en los países imperialistas avanzados o lo que hacía antes el Estado zarista y buena parte de cuyos burócratas siguieron en sus puestos porque no había cómo sustituirlos.

Ese cansancio de las masas, ese atraso cultural y técnico y las relaciones de mando jerárquicas que se contagiaron al partido fuertemente modificado y fusionado con el Estado que aquél debía conducir a su agonía produjeron lo que Lenin calificó de Estado obrero y campesino con deformaciones burocráticas.

Es estúpido decir que la Revolución Rusa fue prematura, es inactual o fue la vía rusa al capitalismo moderno. No fue prematura porque si los bolcheviques no hubiesen tomado el poder lo habría hecho una terrible dictadura militar al servicio de los imperialismos anglo-franceses. No es inactual porque un momento excepcional, como una guerra mundial o un desastre ecológico, podría provocar una rebelión armada de los oprimidos en otros países y una desburocratización hubiera hecho posible evitar el triunfo del capitalismo que el estalinismo preparó.

Como la Comuna de París, su muerte se debió a su aislamiento, en este caso mundial, y a la incapacidad de su dirección una vez muerto Lenin y marginado Trotsky. Pero, si la Comuna duró dos meses y medio, la Unión Soviética, aunque degenerada, subsistió y creció durante más de 70 años.

Lenin fue el personaje más importante del siglo pasado y Trotsky le sigue en importancia y, en comparación con ellos, los demás estadistas notables (Churchill, Roosevelt, De Gaulle, Mao, Nehru, Perón) no fueron nada. Por su parte, la Revolución Rusa cambió el mundo.

Por temor de las burguesías, sobre todo europeas pero no sólo del Viejo Continente, a la revolución socialista y al comunismo, Estados Unidos tuvo que entrar en el New Deal, los países colonialistas tuvieron que abandonar sus colonias y a partir de 1946 se obtuvieron muchísimas reformas sociales y conquistas obreras que el capital pretende hoy anular. Muchas descolonizaciones fueron posibles (como en Cuba) porque la Unión Soviética vendía armas y daba un apoyo político que, aunque interesado, era eficaz y disuasivo.

El recuerdo de las atrocidades del estalinismo ocultó la Revolución de Octubre y desprestigió la palabra socialismo (que hace pensar a sus contemporáneos en las miserias de la socialdemocracia, en la burocracia estalinista o en el capitalismo ruso o chino). Pero la Revolución Rusa, después del asalto al cielo de los parisinos, es otra piedra miliar en el largo camino por la liquidación de la explotación y la opresión nacional y social y en pos de la libertad, la igualdad, la fraternidad y como tal será recordada en los siglos venideros si la Humanidad consigue sobrevivir al capitalismo.