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Los aficionados tienen todo el derecho a reclamar, señala el técnico David Patiño

Pumas se despide de CU este año con un empate 2-2 ante Santos Laguna
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Jesús Gallardo vence a Jonathan Orozco para igualar 2-2 en la recta final del encuentro frente al Santos en el estadio OlímpicoFoto Xinhua
 
Periódico La Jornada
Lunes 6 de noviembre de 2017, p. 5

Había que frenar la caída. Detener lo que podía convertirse en una nueva espiral de derrotas. Y lo lograron: Pumas empató 2-2 casi al final ante Santos Laguna en el último partido de los universitarios en casa este año. Fue una temporada perdida. Una en la que no sólo acumularon tropiezos, sino también fueron uno de los peores equipos del torneo Apertura 2017.

El escenario parecía frágil, después de que durante la semana integrantes de la barra esperaron a los jugadores auriazules para reprocharles su desempeño. Y éstos se comprometieron a dar la cara por el equipo. Así, la despedida del torneo perdido en Ciudad Universitaria los obligaba este domingo a recomponer en algo la travesía repleta de errores.

El estadio, era previsible, lucía desierto. Sólo algunos aficionados pacientes. El rival tampoco prometía un duelo de adrenalina. Ninguno de los equipos tenía nada que ganar; llegaron eliminados a este compromiso y lo único que estaba en juego, si acaso, era un poco de pudor para cerrar la campaña.

De inicio algunos abucheos de los aficionados como para recordarles que no estaban contentos. Y el primer tiempo fue el verdadero pulso de lo que representaba este partido en los planes de ambos equipos. Sin recompensa a la vista, hubo momentos de completo extravío y sin indicios de que estuvieran compitiendo. De pronto algún amago de Santos para llegar al área rival, que se perdía en disparos sin sentido o con la puntería completamente averiada. Pumas tampoco ofrecía una respuesta eficiente; apenas algunos arrebatos de Jesús Gallardo que no tuvieron ni precisión ni suerte.

La impaciencia de los aficionados empezó a hacerse notoria. Ante un estadio con poca asistencia era sencillo escuchar lo que decía la gente. Abucheos aislados, reclamos esporádicos y los pocos goyas que se oyeron salían de los altavoces de la cancha. ¿Quién va animar cuando se está desanimado?

El silbido del árbitro sirvió de alivio para el público y entonces sí se solidarizaron con el abucheo generalizado. Algo debió calar en los entrenadores de ambos equipos y algo, también, debieron exigirles a sus dirigidos, porque regresaron con otro talante y motivados.

Diez minutos apenas de la segunda parte y Santos lastimó a los universitarios. Una jugada que parecía irrelevante, con algunos pelotazos sin gracia, llegó a la cabeza oportuna de Julio Furch, quien ante la complacencia de Gallardo tuvo todo el tiempo que necesitó para acomodar el envío y marcar el primer tanto.

Pumas reaccionó y se fue desbocado dispuesto a revertir el error. Lo intentaron por todos los medios, izquierda y derecha, arriba y abajo, pero con más ánimo que idea. La respuesta de los visitantes, esa sí, fue escalofriante, porque en un fogonazo de insolencia, Jonathan Rodríguez salió disparado. El santista iba solo, con los perseguidores demasiado atrás como para inquietarlo. Entró al área del portero Alfredo Saldívar y lo encaró. Casi cualquier opción que hubiera elegido habría tenido grandes posibilidades de terminar en la red, pero no la que resolvió al mandar el balón a las gradas.

Después del tremendo susto y ante la imposibilidad de tejer varios toques para tener oportunidades reales, Pumas apeló a la pelota parada. Alan Mendoza midió el arco y la barrera; con precisión asombrosa la pelota dibujó una curva imparable al minuto 66. El empate avivó por fin las gradas.

No hubo mucho tiempo para celebrar, porque tres minutos después Djaniny Tavares arruinó las esperanzas. Después de una jugada elaborada, con engaño y toque fino, el de Cabo Verde dio media vuelta y metió un gol sensacional.

El final de juego ya estaba cerca. Los rostros decepcionados de los seguidores universitarios se contagiaron. Muchos empezaron a salir con frustración inocultable. Todo el equipo felino se volcó a salvar la barca hecha astillas en este torneo. Y Jesús Gallardo, insistente durante todo el encuentro, por fin lo consiguió. Primero quiso hacerla con técnica de ilusionista, al pegarle de rabona, pero falló. El portero Jonathan Orozco pensó que el tiro estaba perdido, pero la pelota volvió a quedarle a Gallardo. Esta vez eligió la opción más modesta: sólo empujó de frente y rescató el empate, al 84.

No hubo así otra derrota en la despedida del torneo ante su público. Falta un duelo, pero ese será de visita. La gente no salió tan afectada, aplaudió, aunque todavía algunos abuchearon lo que consideran una temporada para el olvido.

El técnico David Patiño suspiró hondo e hizo un silencio antes de responder en la conferencia posterior al encuentro. Parecía tranquilo, pero fue sincero.

El resultado evidentemente no nos gusta, porque queríamos ganar, dijo Patiño; pero al menos detiene lo que parecía otra espiral de malos resultados.

Una inercia –agregó– que amenazaba con prolongarse y que es la que tiene descontentos a sus seguidores. Los cuales –indicó– están en su derecho de sentirse decepcionados.

Nuestra afición tiene derecho a reclamar, aceptó Patiño; y resalto también a los jugadores que dieron la cara ante ellos. Esa situación (el reclamo de hace unos días) fue en un marco de respeto, donde ambos (jugadores y aficionados) expusieron sus puntos de vista y se aceptaron realidades. El reclamo es válido.