Editorial
Ver día anteriorSábado 11 de noviembre de 2017Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Trump: la amenaza proteccionista
E

l ordenamiento económico global ,conocido como libre comercio –es decir, la circulación con un grado mínimo de restricciones o regulaciones de capitales y bienes mediante las fronteras políticas– tiene un futuro cada vez más incierto tras las declaraciones vertidas por el presidente estadunidense, Donald Trump, durante la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) que se lleva a cabo en Vietnam.

El hecho de que el republicano haya proferido sus habituales exabruptos no frente a sus simpatizantes, o incluso de cara a los foros institucionales de su propio país, sino en medio de líderes políticos y empresariales de una región que representa 60 por ciento del PIB mundial, supone una escalada en los ataques contra la arquitectura financiera y comercial imperante durante las últimas cuatro décadas.

Ante este escenario que amenaza con dislocar las economías de todo el planeta es necesario plantear dos consideraciones. Primera, que si Washington emprende el camino del proteccionismo y la autarquía, ello supone de manera inevitable el fin del proceso de globalización que hasta hace poco se consideraba irreversible. Esto resulta así no sólo porque la potencia estadunidense haya sido la diseñadora y principal impulsora de dicho modelo económico, ni únicamente por contar con la mayor riqueza del planeta, sino porque esta nación es el sustento financiero, político, ideológico y militar del orden que Trump se propone dejar a su suerte.

En segundo lugar, es necesario precisar que ni dentro ni fuera de Estados Unidos está claro si lo dicho ante los líderes de la región, que hace eco de enunciados semejantes vertidos desde su época como aspirante presidencial, representa uno más de los despropósitos proferidos frecuentemente por el mandatario pensando en su electorado ultraconservador, o si forma parte de una estrategia real y articulada que mira más allá de la globalización. En este sentido, debe señalarse que los problemas de la economía global ciertamente existen, que vienen de mucho antes de la llegada de Trump al poder, y en parte son todavía secuelas de la crisis desatada por el colapso de las hipotecas en 2007.

Pero más allá de si las declaraciones del magnate son causa o sólo anticipación de las tormentas por venir, al resto del mundo se le impone la realidad de pensar un orden global sin el que hasta ahora ha sido, para bien y para mal, su principal organizador. En el caso de nuestro país, resulta urgente que los responsables de dirigir la economía diseñen y presenten a la sociedad un plan coherente y aceptable para sustituir el papel de nuestro mayor socio comercial: una tarea sin duda monumental después de que gobernantes e iniciativa privada apostaron largamente por una economía basada, de manera casi exclusiva, en las exportaciones hacia nuestro vecino del norte.