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La exposición Uno y uno hacen tres del artista es una alternativa a la Bienal de Venecia

Michelangelo Pistoletto ofrece recorrido por 60 años de cultivar el arte povera

En la muestra destacan las instalaciones Love Difference y El tiempo del juicio, cuya finalidad es estimular un equilibrio en los conflictos políticos y religiosos en el mundo, explica el autor italiano

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 14 de noviembre de 2017, p. 5

Venecia.

Como alternativa a la edición 57 de la Bienal de Venecia, que concluirá el 26 de noviembre, cuya curaduría es de Christine Macel, se sugiere visitar varias exposiciones montadas en la ciudad que el bienalero medio generalmente descuida por falta de tiempo.

Un buen comienzo podría ser la muestra dedicada a Michelangelo Pistoletto (Biella, Piamonte, 1933), que recorre 60 años de actividad de quien es quizás el artista italiano vivo más famoso en el ámbito internacional, junto con Maurizio Cattelan.

Pistoletto es figura central del arte povera y, según los maliciosos, no es un simple artista sino un predicador. El título One and one makes three (Uno y uno hacen tres) en el estupendo marco de la basílica palladiana de San Giorgio Maggiore, así lo explica.

Carismático, impecablemente vestido de negro con un elegante sombrero violeta, Pistoletto –con motivo de la inauguración de su muestra el pasado mayo– charló con La Jornada.

A la pregunta respecto del papel de Cuba (donde expuso en 2015), desde la perspectiva de su teoría del arte, respondió:

“Cuba fue el lugar de choque entre occidente y la Rusia comunista. Se quedó sola tras la caída del Muro de Berlín resistiendo para mantener su autonomía, misma que no puede postergarse para siempre, lo que la obliga a encontrar un sistema alternativo, o bien enfrentar el problema de sobrevivir sin ser ocupada. Si se adecuara a la política del resto del mundo, desaparecería, se volvería víctima de una democracia fallida. Nosotros pensamos trabajar en Cuba a través del Tercer Paraíso, para crear un fundamento que sustente una nueva visión que pueda ser adoptada políticamente”.

El Tercer Paraíso

El Tercer Paraíso se fundamenta en un manifiesto, de la autoría de Pistoletto, que escribió en 2003. Está representado cómo un símbolo semejante al infinito, pero con un anillo adicional, y de mayor tamaño en el centro que es justamente el Tercer Paraíso. Lo flanquean los dos aros restantes que representan cada uno los grados precedentes de la evolución de la humanidad: primero el del apego del hombre a la naturaleza y después a la ciencia.

Según el artista, la humanidad ha llegado a un momento de evolución que debe superar la fase segunda, la del Homo Techno. Tal es el Tercer Paraíso, representado por el arte.

En los artistas recae la responsabilidad de unir los dos círculos laterales permaneciendo en el centro para encontrar un nuevo equilibrio que lleve a la renovación ética de la humanidad.

Este símbolo lo ha representado con diversas técnicas y medios por el mundo. México lo tiene en el jardín de las esculturas del Museo de Arte Moderno de Chapultepec, donado por el artista en octubre de 2015.

La muestra curada por Lorenzo Fiaschi –codirector y socio de la Galería Continua, que la organiza– destaca la obra temprana y aquella madura, unida por la inquietud de integración del individuo al arte, así como la aceptación de las diferencias entre los hombres, no sólo raciales sino religiosas y culturales mediante la inclusión, como ejemplifican dos grandes instalaciones: Love Difference (1975-2017), formada por espejos verticales suspendidos en una estructura circular a través de los cuales puede accederse, con una sensación de acogida. El tiempo del juicio (2009-2017) es también una estructura circular que integra las tres religiones monoteístas y al budismo a través de sus elementos de oración. La finalidad de esta obra, según Pistoletto, es estimular un equilibrio en los conflictos políticos y religiosos que afectan a la Tierra.

Quadri specchianti

Además de sus primeros autorretratos, de los plexiglases y los llamados objetos en menos del primer quinquenio de los años 60 del siglo pasado, está expuesta su obra más famosa, la Venus de los harapos (1967), ícono del arte povera y de una época; imprescindible en los manuales de historia del arte del siglo XX.

Es una instalación (de la cual existen varias versiones), con una reproducción de la Venus clásica, puesta de espaldas y rodeada de ropa vieja. Es una crítica a la transitoriedad del consumismo contrapuesto a la belleza permanente de la estatua. Al igual que otras obras, como Objetos de menos, representan la resistencia contra al arte pop estadunidense.

Están presentes los populares Quadri specchianti (cuadros reflejantes) que son el cimiento de su obra, su sello auténtico desde 1962. Cuadros que nacieron de una especie de revelación cuando el año anterior el artista trabajaba en uno de sus primeros autorretratos de cuerpo entero, donde el fondo era de un negro tan brilloso que reflejaba todo lo que había a su alrededor. Fue así, ha señalado, que en el cuadro entraba el mundo. Mi autorretrato estático se volvió el autorretrato del mundo, y encontró el modo de unir el arte con la vida.

Pistoletto sustituyó la tela con una lámina de acero inoxidable delgada y pulida como espejo, sobre la cual aplicó una imagen fotográfica, que representa casi siempre una o más personas (o raramente un animal o algún objeto) a tamaño natural, por lo general de espaldas.

Fue así que el artista abrió una nueva perspectiva, una manera distinta de observar un cuadro, donde el espectador y todo el ambiente circundante se adentraban, completando la obra con la presencia del observador. Según el artista: “El espejo no es más que un reflejo mental de lo que somos. No existe sino refleja algo, por lo que no es autónomo, sino que depende de la existencia para ser”.

La muestra de Pistoletto concluirá el 26 de noviembre, en correspondencia con la clausura de la bienal, al igual que Intuition en el Museo Fortuny, y en la Fundación Prada, The boat is leaking: The captain lied (proyecto transmedia del cineasta Alexander Kluge, el artista Thomas Demand y la escenógrafa Anna Viebrock), además la retrospectiva de Damien Hirst, que terminará el 3 de diciembre.